Las mentiras que Boris Johnson us¨® en su campa?a
El l¨ªder conservador se impuso en las ¨²ltimas elecciones brit¨¢nicas tras una campa?a llena de falsedades y espantadas frente a los medios. ?Puede el periodismo riguroso protegernos de la mentira?
La campa?a electoral de Boris Johnson y del Partido Conservador en el Reino Unido revela c¨®mo ser¨¢ la nueva normalidad pol¨ªtica. Y no tiene buena pinta. A pesar de presentarse a las elecciones con una ventaja de 12 puntos porcentuales, un presupuesto m¨¢s alto y ante un Partido Laborista rival con Jeremy Corbyn, el l¨ªder de la oposici¨®n m¨¢s impopular desde que empezaron los sondeos, a la cabeza, Johnson y los conservadores han recurrido con excesiva frecuencia a pr¨¢cticas de campa?a enga?osas, declaraciones falsas y han tratado de evitar el periodismo independiente. No es un hecho aislado, sino un ejemplo de c¨®mo se configuran las campa?as electorales de un partido pol¨ªtico convencional de la clase dominante que gobierna en una democracia liberal antigua. Lo que ha ocurrido en el Reino Unido puede ocurrir en cualquier parte.
Casi el 90% de los anuncios que el partido difundi¨® en Facebook eran enga?osos, dice el verificador Full Fact
Una peque?a selecci¨®n de episodios de la campa?a ilustra el problema.
Empecemos con pr¨¢cticas electorales enga?osas. Un v¨ªdeo que se public¨® en la cuenta oficial de Twitter del Partido Conservador fue manipulado para insinuar que el laborista Keir Starmer era incapaz de responder a un asunto sencillo sobre el Brexit. Durante un debate televisado entre Johnson y Corbyn, otra cuenta del partido conservador se renombr¨® FactcheckUK [verificador de datos Reino Unido], una jugada que el propio Twitter consider¨® como un intento de confundir a la ciudadan¨ªa. Quiz¨¢ de manera a¨²n m¨¢s perniciosa ¡ª?porque es m¨¢s dif¨ªcil de detectar¡ª, casi el 90% de los anuncios publicitarios que el partido empez¨® a difundir en Facebook a comienzos de diciembre ya hab¨ªan sido tachados de enga?osos o falsos por Full Fact, un verificador de datos independiente.
El ministro de Asuntos Exteriores conservador, Dominic Raab, rechaz¨® las cr¨ªticas a FactcheckUK contestando a la BBC que ¡°a todo el mundo le importa un bledo el toma y daca de las redes sociales¡±. Pero est¨¢ claro que esa no es la opini¨®n de la sede central conservadora, cuyos estrategas de campa?a se deleitan con la atenci¨®n que generan estas controversias. Uno de ellos declaraba a The Financial Times: ¡°El v¨ªdeo de Starmer tuvo tres millones de visitas, dio en el clavo. Puso sobre la mesa la esencia del mensaje¡±. A todas luces, muchos de estos incidentes fueron maquinados deliberadamente para reforzar el mensaje electoral o distraer la atenci¨®n de otros debates.
Pero las declaraciones falsas no se limitan al ruido de las redes sociales.
Tomemos el tema que ha definido la pol¨ªtica y las elecciones brit¨¢nicas: el Brexit. Con su promesa constante de hacer realidad el Brexit, podr¨ªamos pensar que el primer ministro explicar¨ªa con claridad qu¨¦ va a significar. Pero nos equivocar¨ªamos. Durante una reuni¨®n con empresarios en Irlanda del Norte, Johnson afirm¨® que ¡°no habr¨¢ papeleo, controles ni barreras de ning¨²n tipo¡± despu¨¦s del Brexit, y que las empresas de Irlanda del Norte podr¨¢n ¡°acceder sin restricciones¡± a la exportaci¨®n de productos en Gran Breta?a. Sin embargo, la evaluaci¨®n oficial que su Gobierno ha hecho del Acuerdo de Retirada negociado con la Uni¨®n Europea contradice estas afirmaciones.
O consideremos la cuesti¨®n de las amenazas externas a la integridad de la democracia brit¨¢nica. En un mitin organizado en Teesside, un miembro del p¨²blico pregunt¨® a Johnson por qu¨¦ el Gobierno est¨¢ reteniendo el dossier preparado por la comisi¨®n parlamentaria de inteligencia y seguridad sobre la injerencia rusa en las elecciones y los referendos del Reino Unido. El primer ministro respondi¨®: ¡°Que yo haya visto, no hay absolutamente ninguna prueba de injerencia rusa en los procesos democr¨¢ticos brit¨¢nicos¡±. Pero como se?alaba la verificaci¨®n de datos efectuada por Channel 4, en 2017, cuando era ministro de Exteriores, Johnson ret¨® al ministro de Exteriores ruso, Sergu¨¦i Lavrov, cuando hizo esa misma afirmaci¨®n recalc¨¢ndole: ¡°Es muy importante que ustedes reconozcan¡ los intentos rusos de entrometerse en nuestras elecciones, en nuestro referendo¡±. Parece que eso ya no es tan importante.
Si los tories se comportan as¨ª, ?qu¨¦ podemos esperar en pa¨ªses con instituciones m¨¢s d¨¦biles?
Tambi¨¦n son numerosos los intentos de evitar el escrutinio independiente de los periodistas.
Johnson y su Partido Conservador ten¨ªan poco tiempo para entrevistas de verdad con periodistas de verdad, a pesar de que parec¨ªan perfectamente c¨®modos participando en pr¨¢cticas electorales enga?osas en las redes sociales y en m¨ªtines de campa?a. En cambio, confiaban en asesores y fuentes an¨®nimas para intentar dirigir la cobertura informativa o distraer la atenci¨®n de otros debates, como cuando unos colaboradores conservadores afirmaron falsamente en una sesi¨®n informativa que uno de los asesores del secretario de Sanidad, Matt Hancock, hab¨ªa ¡°recibido un pu?etazo en la cara¡± propinado por lo que ellos denominaron un ¡°mat¨®n¡± laborista, una frase repetida en titulares tanto por peri¨®dicos derechistas como MailOnline, The Sun y The Express como por destacados periodistas pol¨ªticos de la BBC e ITV antes de que apareciera un v¨ªdeo que demostraba que de hecho el asesor se hab¨ªa chocado con el brazo de un manifestante.
El primer ministro y los miembros de su equipo electoral parecen menos c¨®modos con el escrutinio period¨ªstico. En una jugada calificada por la Sociedad de Editores de ¡°inquietante¡± y ¡°no aceptable ni compatible con el principio de libertad de los medios de comunicaci¨®n¡±, el 21 de noviembre se impidi¨® acceder al autob¨²s de campa?a del Partido Conservador al Daily Mirror, un peri¨®dico de izquierdas que llega a m¨¢s de medio mill¨®n de hogares y cuya web visitan m¨¢s de 11 millones de personas cada d¨ªa. Fue el ¨²nico gran peri¨®dico nacional al que se excluy¨® del viaje. Johnson se neg¨® igualmente a participar en el debate de Channel 4 sobre el clima (fue sustituido por una escultura de hielo) o a someterse a una entrevista con Andrew Neil (periodista de la BBC que hab¨ªa entrevistado al l¨ªder laborista y al liberal dem¨®crata); cogi¨® y se guard¨® en el bolsillo el tel¨¦fono de un periodista de televisi¨®n que intent¨® mostrarle la foto de un ni?o de cuatro a?os, Jack Williment-Barr, acostado en el suelo del hospital central de Leeds (una noticia publicada inicialmente por el Yorkshire Evening Post), y, por ¨²ltimo, cuando un reportero de televisi¨®n insisti¨® en entrevistarlo la v¨ªspera de las elecciones, se ocult¨® en una c¨¢mara frigor¨ªfica.
Esta es solo una peque?a selecci¨®n de las pr¨¢cticas electorales enga?osas, las falsedades y los intentos de evitar el escrutinio independiente en los que incurrieron los conservadores durante estas elecciones.
Es importante resaltar que no son los ¨²nicos. Tanto el Partido Laborista como el Liberal Dem¨®crata tienen sus propios problemas, como han documentado verificadores de datos y periodistas independientes.
La diferencia reside en que el Partido Conservador parece haberse basado m¨¢s en afirmaciones enga?osas o falsas que cualquier otro de los principales partidos; Boris Johnson ha contado m¨¢s mentiras que los candidatos rivales a primer ministro y, lo esencial, el Partido Conservador es un partido que gobierna desde hace tiempo y que ahora ha ganado las elecciones sobre la base de una campa?a electoral profundamente preocupante y corrosiva. Seg¨²n la investigaci¨®n que realizamos en el Instituto Reuters para el Estudio del Periodismo, en 2018, el 55% de los ciudadanos brit¨¢nicos expresaba preocupaci¨®n por la propaganda pol¨ªtica en la que se inventan o falsean datos para defender un programa determinado. Nos figuramos qu¨¦ pensar¨¢n los ciudadanos tras unas elecciones como estas.
?Puede el periodismo protegernos de esta nueva normalidad pol¨ªtica? Si bien algunos medios de informaci¨®n han amplificado, sin cuestionarlos, los mensajes partidistas o recurrido a la falsa equivalencia del tibio ¡°esto es lo que ¨¦l dijo/esto es lo que ella dijo¡±, los verificadores de datos y los periodistas son tambi¨¦n la principal raz¨®n gracias a la cual conocemos las pr¨¢cticas electorales enga?osas y las falsedades transmitidas por medios digitales en estas elecciones. Solo el 42% de los ciudadanos brit¨¢nicos cree que los medios de comunicaci¨®n vigilan y escrutan lo que hacen los poderosos y las grandes empresas. Pero, a pesar de todo, eso es exactamente lo que muchos periodistas siguen haciendo.
James Mitchinson, director editorial de las publicaciones de JPI Media en Yorkshire que difundieron la noticia del ni?o Jack Williment-Barr en urgencias, escribi¨® una carta a un lector que, bas¨¢ndose en alegaciones an¨®nimas de falsedad colgadas en Facebook y amplificadas por algunos expertos, famosos y ciudadanos de a pie, cuestionaba la veracidad de la noticia. ¡°Como es irresponsable ¡ªe imprudente¡ª aceptar la palabra de una persona y darla por cierta¡±, dec¨ªa, ¡°contrastamos inmediatamente con el hospital la veracidad de la noticia. Esto no es un alarde, por cierto, sino periodismo com¨²n y corriente¡±. Verificadores de datos de Full Fact y de otras organizaciones comprueban incansablemente las afirmaciones de los pol¨ªticos. Imagin¨¦monos c¨®mo ser¨ªa el panorama sin estos periodistas, que o bien aportan la informaci¨®n cotidiana que Mitchinson denomina periodismo com¨²n y corriente, o bien emplean medios digitales para hacer verificaciones de datos en tiempo real durante toda la campa?a electoral.
En ¨²ltima instancia, lo que importa aqu¨ª no es solo que los conservadores ganasen con una ventaja de 11 puntos porcentuales sobre los laboristas, aproximadamente la misma que ten¨ªan cuando se convocaron las elecciones, y con un porcentaje de votos que solo superaba en un 1% el obtenido por Theresa May en 2017. Las consecuencias de esta campa?a electoral brit¨¢nica deprimente, ruidosa y a menudo enga?osa llegan mucho m¨¢s all¨¢ de este peque?o pa¨ªs insular con su problema separatista y sus dif¨ªciles relaciones con vecinos m¨¢s grandes. Si el Partido Conservador brit¨¢nico, con una s¨®lida ventaja en los sondeos, uno de los partidos pol¨ªticos con m¨¢s ¨¦xito del mundo en lo que a trayectoria electoral se refiere y que opera en un pa¨ªs con un sector informativo plural, con una libertad de los medios de comunicaci¨®n alta y con una historia larga e ininterrumpida de democracia parlamentaria, se comporta de este modo, ?qu¨¦ podemos esperar de partidos que afrontan campa?as electorales muy re?idas, menos comprometidos con las que sol¨ªan ser las normas y las reglas del juego o que operan en pa¨ªses con instituciones m¨¢s d¨¦biles?
No podemos actuar como si las pr¨¢cticas electorales de este tipo fueran coto exclusivo de insurrectos, populistas y candidatos airados y con pocas probabilidades como el izquierdista Movimento 5 Stelle en Italia, el derechista Alternative f¨¹r Deutschland en Alemania o Donald Trump en Estados Unidos. Las campa?as pol¨ªticas se rigen por reglas formales y normas informales. Las reglas formales son las que establecen los Gobiernos (en el Reino Unido, el Partido Conservador) y, por tanto, en ¨²ltima instancia, por quienes ganan las elecciones (tambi¨¦n el Partido Conservador). Las normas informales se definen por lo que pol¨ªticos y ciudadanos consideran conductas aceptables. En todo el mundo, las reglas formales, en especial para las campa?as en Internet, siguen siendo laxas y a los ganadores no les interesa hacerlas m¨¢s estrictas. Y los l¨ªmites de las normas informales se est¨¢n ampliando dr¨¢sticamente, cada vez m¨¢s desde el seno del establishment pol¨ªtico.
Puede que Alexander Boris de ?Pfeffel Johnson lleve el pelo desali?ado, pero es una figura de la ¨¦lite de pura cepa, educado en Eton y Oxford, un pol¨ªtico de carrera que es miembro del Parlamento desde hace casi 20 a?os, que ha sido alcalde de Londres y ministro de Asuntos Exteriores, y que ahora es primer ministro. El Partido Conservador que lidera es la definici¨®n misma de un partido convencional, y ¨¦l ha sido elegido l¨ªder de ese partido por una clara mayor¨ªa tanto de parlamentarios como de afiliados de base. Lo que sea que representa no es una aberraci¨®n, sino al actual Partido Conservador. Han adoptado a sabiendas y de manera sistem¨¢tica pr¨¢cticas electorales enga?osas. Y han ganado.
Todo esto tiene un precio, y es la erosi¨®n de la confianza tanto en las instituciones como en los individuos. A juzgar por el sondeo m¨¢s reciente de Ipsos MORI, realizado poco antes de las elecciones, Johnson asumir¨¢ el cargo siendo el primer ministro m¨¢s impopular en casi 40 a?os, con una tasa de aprobaci¨®n neta de -14 (otros mandatos desdichados empezaron mucho mejor: +16 el de Gordon Brown y +35 el de Theresa May). Pero otros partidos, en el Reino Unido y en otros pa¨ªses, se fijar¨¢n en la victoria de los conservadores, y el peligro est¨¢ en que los imiten en la creencia de que esto tambi¨¦n les ayudar¨¢ a ganar.
Nuestra ¨²nica esperanza es que el periodismo pueda ayudarnos a protegernos de los peores excesos de esta nueva normalidad pol¨ªtica, porque quienes ganan elecciones de este modo no van a hacerlo.
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