Marisol, no vuelvas
Pepa es esa mujer sabia que intuye que una sola aparici¨®n suya atraer¨ªa el tufillo de la curiosidad malsana y destrozar¨ªa su intimidad
El a?o en que yo nac¨ª, el gran acontecimiento del Carnaval de C¨¢diz fue la visita de Marisol. Di mis primeros pasos escuchando Chiquitina en la voz de mi hermana mayor, as¨ª que puedo decir que Marisol interpreta la banda sonora de mi infancia. Luego vendr¨ªan las sesiones televisivas de los s¨¢bados en donde sus pel¨ªculas se programaban con frecuencia. Sal¨ªamos luego a la calle a jugar a Marisol, que constitu¨ªa en s¨ª misma un g¨¦nero, como los w¨¦sterns o las pel¨ªculas futuristas. Jugar a Marisol era peinarse con la misma coleta y cantar unas de sus canciones medio aflamencadas moviendo mucho la barbilla, sin perder la sonrisa y con ojos picarones. Cuanto menos nos parec¨ªamos a ella, m¨¢s c¨®micas resultaban nuestras imitaciones.
Lo extraordinario de Marisol es que, cuando le permitieron crecer, sigui¨® siendo poderosa y atractiva. La Pepa que se revel¨® ante nuestros ojos de un d¨ªa para otro ten¨ªa un asombroso estilazo que se sal¨ªa de la norma, y a pesar de las coreograf¨ªas absurdas o incluso grotescas tan propias de la realizaci¨®n televisiva de los a?os setenta ella sal¨ªa siempre airosa, como una especie de extranjera en su tierra. Bailaba con gracia, miraba a la c¨¢mara con descaro, la voz se le hab¨ªa vuelto grave y pop, aunque se le colara siempre alg¨²n quiebro propio de las coplas con las que se hab¨ªa criado.
Saber del desconsuelo infantil que padeci¨® aquella ni?a que representaba para el p¨²blico el paradigma de la felicidad fue un triste descubrimiento, pero de sobra sabemos que no es en absoluto la ¨²nica criatura en el universo art¨ªstico que ha sido v¨ªctima de la explotaci¨®n laboral; m¨¢s ajustado a la realidad ser¨ªa afirmar que es en el campo de la fama donde los ni?os juegan con m¨¢s desventaja. Se convierten irremediablemente en m¨¢quinas de hacer dinero y despiertan una codicia ilimitada en productores, tutores, incluso en sus propios padres. El caso de la madre o del padre explotadores de la ni?a prodigio est¨¢ de sobra estudiado. El caso de nuestra Marisol cuenta tambi¨¦n, en su desamparo, con un elemento de clase, porque fue arrancada del calor de una familia humilde con la coartada de mejorar la vida de quienes m¨¢s quer¨ªa. Ella, alguna vez se lo he escuchado, sinti¨® esa responsabilidad desde muy chica. La diferencia entre lo que ganaron sus explotadores y lo que obtuvo su familia fue escandalosa.
Hay un p¨²blico ¨¢vido por saber en qu¨¦ consistieron los abusos (al margen de los laborales) que padeci¨® y de los que tanto se especula. Pero por qu¨¦ entrar en detalles si ella prefiere el silencio. La respuesta est¨¢ en Judy Garland, Michael Jackson, Natalie Wood, Nadia Comaneci, o todos aquellos que fueron iniciados en las drogas o el alcohol antes de completar su crecimiento. Pepa es esa mujer sabia que intuye que una sola aparici¨®n suya atraer¨ªa el tufillo de la curiosidad malsana y destrozar¨ªa su intimidad. Su hija Celia sali¨® a cantar en los Goya y provoc¨® comentarios maldicientes de no pocas lenguas sucias que diciendo adorar a la artista analizaron sin piedad a la hija. Qu¨¦ bajeza. Lo que yo vi fue a tres mujeres emocionadas que disfrutaban del homenaje a su madre. Alguien que en la crianza ha despertado tanto amor en sus ni?as merece un gran respeto. Y un consejo que no necesita: no vuelvas a la intemperie, Marisol, que el universo interior que creaste es precioso.
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