Otras movidas de entonces
Habr¨ªa que recordar que hubo otra juventud en esos a?os, la hubo, aunque en las fotos solo aparezcan ciertos bares y ciertos rostros
Dicen que esa explosi¨®n cultural que denominaron la movida se inaugur¨® oficialmente a principios de 1980, con un concierto m¨ªtico en homenaje a Canito, el bater¨ªa del grupo Tos, fallecido tr¨¢gicamente dos meses antes. A m¨ª aquella noche me debi¨® de pillar en mi barrio, casi seguro que en alguno de los billares o en esos bares de barra de zinc y tele puesta donde sin cita previa nos congreg¨¢bamos j¨®venes que a¨²n milit¨¢bamos en la progres¨ªa y que desconoc¨ªamos cu¨¢les eran los locales de moda, esos foros de modernidad a los que al parecer iba una juventud que ya ol¨ªa cu¨¢les ser¨ªan los antros destinados a pasar a la historia. Se cumplen 40 a?os de la movida. Coincide el inicio de aquel supuesto movimiento con mis 18 a?os. Alguna vez he pensado en mentir y asegurar que estuve en tal o cual concierto, en tal o cual bar, porque da la impresi¨®n de que aquellos que no frecuentamos los escenarios ¡°oficiales¡± es como si no hubi¨¦ramos tenido juventud o como si nuestra juventud hubiese sido un muermo si se la compara con esos ambientes fascinantes. Muchos de mis contempor¨¢neos juvenilescos han debido de mentir, porque el aforo de la sala donde se celebr¨® el concierto de Canito no superaba los 1.000 asientos, pero si creemos a todos los que dicen haber estado, aquello fue como el concierto de los Rolling en el Vicente Calder¨®n.
En la radio tuve que hacerles muchas entrevistas a estos personajes de la nueva cultura que se daban mucho aire por saberse parte de los elegidos en aquella vida nocturna. Ven¨ªan al estudio p¨¢lidos y con el r¨ªmel corrido, ellas, y ellos tambi¨¦n a veces. Parec¨ªa que te estaban haciendo un favor por atender a tus preguntas, que siempre sonaban vulgares, convencionales, al lado de sus respuestas caprichosas. Generalizo, claro, pero es que m¨²sicos con valor musical, no solo pinturero, hab¨ªa muy pocos. Se les hizo un caso enorme, ins¨®lito, tanta atenci¨®n despertaron que barrieron sin piedad a esos grupos de rock que, a pesar de su val¨ªa, de pronto se nos antojaban antiguos, como de una ¨¦poca superada. Nos cambiaron la forma de vestir, desde luego, y llenaron las fiestas de canciones pegadizas, de letrillas banales, felices por su absurdo, sin contenido; la vida nocturna se fue reduciendo, en el caso de Madrid, al centro de la ciudad, coincidiendo, por cierto, con la progresiva desmovilizaci¨®n ciudadana en los barrios, que hab¨ªa vivido su ¨¦poca gloriosa en los a?os setenta.
Habr¨ªa que recordar que hubo otra juventud en esos a?os, la hubo, aunque en las fotos solo aparezcan ciertos bares y ciertos rostros. Hubo otros conciertos, a los que acud¨ªamos los amantes de otras m¨²sicas. La movida fue, en cierta manera, corrosiva con cualquier expresi¨®n art¨ªstica que quedara fuera de su imagen apol¨ªtica y desenfadada; arrambl¨® con todo, tanto es as¨ª, que 40 a?os m¨¢s tarde es la ¨²nica huella juvenil de la que los medios se hacen eco. No me extra?a que haya j¨®venes que consideren esta cansina versi¨®n oficial de la desmadrada juventud de los ochenta como una cr¨®nica de abueletes nost¨¢lgicos. Pero ser¨ªa justo recordar algunas cosas: por ejemplo, que las tentaciones de aquella ¨¦poca no solo se cebaron con los miembros de la movida institucional, recreada en las fotos y el cine, hubo otras movidas que definieron aquel presente, marginadas entonces, marginales hoy en el recuerdo.
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