La incuria de Delcy
No se defiende Venezuela silenciando afrentas contra la dignidad de las personas
La exaltaci¨®n revolucionaria de Delcy Rodr¨ªguez es patrimonio familiar, legado de su padre, fundador de un movimiento marxista leninista que prendi¨® en las universidades cuando Venezuela era un arrabal de la Guerra Fr¨ªa y Fidel Castro acaudillaba guerrillas y conciencias. La heredad que orient¨® la trayectoria ideol¨®gica de la vicepresidenta y de su hermano, Jorge Rodr¨ªguez, ministro de Comunicaci¨®n, es tan respetable como el radicalismo de sus convicciones. Su incuria ante el asesinato del capit¨¢n de corbeta Rafael Acosta no es respetable porque lesiona los valores que deben regir el comportamiento humano en las sociedades civilizadas. La obligaci¨®n moral era el taxativo repudio del crimen, de la barbarie ultrajante, aunque solo fuera porque el marino opositor muri¨® como su padre, el opositor Jorge Antonio Rodr¨ªguez, torturado hasta morir.
Delcy ten¨ªa siete a?os y Jorge, 11, cuando lo perdieron; los hijos de Acosta, cuatro y 13 cuando perdieron al suyo. Hu¨¦rfanos, viudas y familias desarrollando odio y rencor. El asesinato del progenitor de los hermanos bolivarianos ocurri¨® durante la primera presidencia de Carlos Andr¨¦s P¨¦rez (1974-1979), cuando restableci¨® relaciones con Cuba, se opuso a las dictaduras de Somoza y Pinochet, y apoy¨® a Omar Torrijos en las negociaciones canaleras con EE?UU. Mientras el mandatario se distanciaba de Washington, su polic¨ªa pol¨ªtica martirizaba al l¨ªder anticapitalista Jorge Antonio Rodr¨ªguez en los s¨®tanos de la DISIP, acr¨®nimo de tortura e impunidad.
En junio del a?o pasado, el oficial de Marina fue reventado en los s¨®tanos de la DGCIM, acr¨®nimo de tortura e impunidad. La muerte rescat¨® a ambos de los tomentos causados por los golpes y aplastamientos. Acosta sufri¨® la fractura de 16 costillas; el fundador de la Liga Socialista, siete. Los cargos contra ellos poco importan porque el potro admite todos. A Rodr¨ªguez quisieron arrancarle una confesi¨®n sobre el secuestro de un industrial norteamericano; al marino, sobre su supuesta participaci¨®n en la preparaci¨®n de un magnicidio. El director de los servicios de inteligencia de P¨¦rez fue obligado a dimitir; que se sepa, sigue en su puesto el jefe de los servicios de la Contrainteligencia Militar de Maduro.
No se trata de abundar sobre la fallida democracia venezolana o las cavilaciones de Delcy Rodr¨ªguez sobre las prioridades de la Declaraci¨®n Universal de Derechos Humanos de Naciones Unidas, resueltas por el r¨¦gimen sacramentando unos derechos y olvidando otros, cuando todos son fundamentales. Se trata de censurar la vacua declaraci¨®n de amor de la vicepresidenta al negar que la venganza determine su comportamiento porque el triunfo revolucionario de 1999 ya la vindic¨®. ¡°Aqu¨ª no hay odio. Hay mucho amor para seguir defendiendo a nuestro pa¨ªs¡±. Pero no se defiende Venezuela silenciando afrentas contra la dignidad de las personas, contra derechos ontol¨®gicos que ella y su hermano debieran proteger m¨¢s que nadie para facilitar la rehabilitaci¨®n nacional, antes de que los ajustes de cuentas y las cicatrices psicol¨®gicas la hagan imposible.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.