El pangol¨ªn
No est¨¢ de m¨¢s que recordemos nuestra nimiedad, al fin y al cabo los animales m¨¢s resistentes son aquellos conscientes de su debilidad y que act¨²an en consecuencia
La tecnolog¨ªa y la naturaleza mantienen un apasionante pulso del que somos espectadores en primera fila. La ¨²ltima victoria de la naturaleza sobre ese convencimiento de que llegaremos a vencer la enfermedad, la soledad, el tiempo y la distancia gracias a los avances t¨¦cnicos ha sido estrepitosa. La cancelaci¨®n del Congreso de M¨®viles de Barcelona, que hasta ahora hab¨ªa sobrevivido a disputas pol¨ªticas, pujas municipales y huelgas sectoriales, se ha rendido ante la m¨¢s innovadora de las amenazas: el miedo. Un virus mutante que adopta las formas menos previsibles en funci¨®n de un algoritmo inexplorado, combinaci¨®n de verdad y mentira en dosis graduables. Bast¨® que una sola empresa importante renunciara a desplazar a sus empleados para que el resto de grandes marcas revisara las posibilidades de demandas laborales y cancelara en cascada la asistencia a la feria. No fue, por tanto, el miedo a la enfermedad llamada coronavirus, sino el miedo a las cl¨¢usulas contractuales, lo que desencaden¨® el drama. Porque, no nos enga?emos, la cancelaci¨®n se ha vivido como una tragedia mayor que las muertes lejanas que se acumulan en una China que nunca sabemos si admirar o temer.
La repatriaci¨®n de los espa?oles que se encontraban en el epicentro del contagio fue exitosa. Pero tampoco deber¨ªamos presumir demasiado. No es lo mismo disponer de servicios y control para una docena de personas que encarar decenas de miles de afectados. Basta ver lo que la gripe causa en nuestro sistema sanitario cada temporada. A d¨ªa de hoy, la confusi¨®n es persistente, y para un pa¨ªs que vive de organizar ferias y recibir turistas la tensi¨®n es desquiciante. De entre todas las suposiciones sobre el brote del contagio, me quedo tambi¨¦n con la potencia de la naturaleza como agente activo. Seg¨²n parece, la ingesta de carne de pangol¨ªn podr¨ªa ser la causa del brote en un mercado de Wuhan. El pangol¨ªn es un animal casi desconocido para nosotros, pero al que Marianne Moore dedic¨® uno de sus magistrales poemas. Tiene algo de especie mitol¨®gica, entre otras cosas porque pertenece a la familia de los folidotos, es decir, mam¨ªfero con escamas que se alimenta de hormigas y termitas.
El pangol¨ªn es un buen soldado de la Numancia ecol¨®gica, esa que se apresta a resistir, pese al acoso tecnol¨®gico. Es un animal acorazado. Si volvemos al poema de Moore, es casi una alcachofa con cabeza, inquietante y nocturna, que parece dise?ada por el mism¨ªsimo Leonardo da Vinci en cruce con los toreros de Gargallo. El colof¨®n del poema, y estamos ante una de las escritoras fundamentales del siglo pasado, suena casi a predicci¨®n: v¨ªctima del miedo, siempre reducido, extinguido, frustrado por la oscuridad, casi cumplida la tarea, dice al resplandor oscilante: ¡°?De nuevo el sol!, nuevamente otro d¨ªa; y otro y otro y otro, que penetra y refuerza mi esp¨ªritu¡±. Es ese esp¨ªritu ind¨®mito de la naturaleza el que se ha enfrentado, a trav¨¦s de un animal que los ni?os espa?oles so?amos en paisajes tropicales y lejanos, a todas las inteligencias petulantes de Silicon Valley. Este pangol¨ªn 5G es una advertencia, un aviso para navegantes. Nos ha recordado lo fr¨¢gil que es el sistema mundial de reservas hotelero frente a una mordedura. No est¨¢ de m¨¢s que recordemos nuestra nimiedad, al fin y al cabo los animales m¨¢s resistentes son aquellos conscientes de su debilidad y que act¨²an en consecuencia.
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