Yo no soy yo
?nicamente el tiempo es capaz de agotar a los nacionalistas cuando su obsesi¨®n cambia de rumbo e inventa otro enemigo
El nacionalismo es una ideolog¨ªa venenosa que como el gas mostaza provoca ceguera y se expande a enorme velocidad. Su fuerza tiene un fundamento religioso: propone la supremac¨ªa de una minor¨ªa social elegida por Dios y agraviada por los hombres. As¨ª que se presenta con la frase fatal: ¡°No me dejan ser lo que soy¡±. Ese agravio necesita un agraviante, de modo que todo nacionalismo se levanta sobre un malvado que debe ser abatido. Que sea o no culpable del agravio no es importante. Lo relevante es determinarlo con precisi¨®n: jud¨ªos, moros, espa?oles, machos, inmigrantes, charnegos, fachas, es el monstruo de los mil nombres inventados por el nacionalismo.
No puede combatirse el nacionalismo mediante el di¨¢logo o la reflexi¨®n razonable, como no puede razonarse con el creyente religioso. Solo se le puede contener mediante el ahogo econ¨®mico para limitar su poder destructivo. ?nicamente el tiempo es capaz de agotar a los nacionalistas cuando su obsesi¨®n cambia de rumbo e inventa otro enemigo.
Lo grave es que el nacionalismo responde a una ruina identitaria y las cat¨¢strofes de la identidad no tienen arreglo si el individuo no se supera a s¨ª mismo. Los nuestros son tiempos de agravio permanente porque son tiempos de nula identidad. Quienes exigen el reconocimiento de una identidad sexual, nacional, ling¨¹¨ªstica, animalista, religiosa, de g¨¦nero o de clase solo pueden crecer all¨ª donde alguna gente se siente anulada por el mando global. Y eso no tiene remedio porque, aunque se les diga que su identidad es solo lo que ya son, ellos creen que eso no es nada. Por tanto, son insaciables. Si lograran lo que exigen, se quedar¨ªan de nuevo a solas ante la nada de su ser, pero cada concesi¨®n es una se?al de que Dios los ama. El bucle.
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