C¨®mo las entrevistas con famosos se convirtieron en algo inofensivo
En alg¨²n momento dej¨® de ser un g¨¦nero para conocer al entrevistado y se convirti¨® en una forma de conocer al entrevistador. Y eso no es culpa del periodista. Por lo menos, no siempre
Hubo un momento en el lustro pasado en que los n¨²meros empezaron a volverse impares. El n¨²mero de minutos que te conceden con un famoso para entrevistarle, quiero decir. Una vez, tuve siete minutos en un hotel italiano para llegar, junto a otros 20 o 30 medios europeos, al fondo del alma de Julia Roberts. Y en otra me dieron 11 minutos con Clive Owen. Lo de Roberts al menos tuvo cierta intimidad. El relaciones p¨²blicas m¨¢s cercano estaba a unos diez metros. En el caso del actor, en cambio, los presentes en la habitaci¨®n en la entrevista podr¨ªamos haber formado un consejo de ministros. ?Qui¨¦nes eran? Publicistas, relaciones p¨²blicas, asistentes y asistentes del asistente, empleados de la marca que propiciaba la entrevista con la misi¨®n de asegurarse de que preguntaba por lo suyo sin salirme del guion pactado.
New Yorker paga unos 15.000 d¨®lares por una pieza de ese tipo si lo escribe un colaborador. Es mucho m¨¢s barato para las revistas y las webs encargar un perfil con mucha primera persona (del periodista) para cubrir una hora poco interesante con una celebrity y su representante merodeando por ah¨ª" (Emily Gould)
?Qu¨¦ pas¨® con aquellas entrevistas de Rolling Stone de los a?os setenta en la que el periodista se empotraba con la banda, se drogaba con ellos y emerg¨ªa al cabo de seis meses con 10.000 palabras sobre la experiencia? En realidad, a¨²n hay (un par de) publicaciones con suficiente acceso y recursos a eso que se llama El Talento. Cuando Taffy Brodesser-Akner redacta uno de sus c¨¦lebres perfiles en The New York Times no solo se sienta con Gwyneth Paltrow en un hotel, sino que come pizza preparada por Gwyneth y sus hijos en su cocina de Los ?ngeles. ¡°Ese tipo de art¨ªculos son mucho m¨¢s caros de producir [The New Yorker paga unos 15.000 d¨®lares por una pieza de ese tipo si lo escribe un colaborador]. Es mucho m¨¢s barato para las revistas y las webs encargar un perfil con mucha primera persona (del periodista) para cubrir una hora poco interesante con una celebrity y su representante merodeando por ah¨ª y transformar todo el asunto en 2.000 palabras con p¨¢rrafos de relleno¡±, resume la periodista y escritora estadounidense Emily Gould. Y tiene gracia que ella reniegue de la primera persona y el protagonismo del periodista cuando se puede decir que invent¨® el estilo confesional de los blogs de los dosmiles, cuando era una de las firmas estrella de la extinta Gawker. ¡°Amo ese estilo y soy la primera culpable, pero creo que hemos ido demasiado lejos en esa direcci¨®n y la contratendencia probablemente dicte que el periodista se retire ahora a un segundo plano¡±.
En los ¨²ltimos a?os los periodistas nos hemos dedicado a derribar el mito y escribir piezas en las que cont¨¢bamos los entresijos del reporterismo, quiz¨¢ porque parec¨ªa m¨¢s honrado. De paso, muchas veces nos hemos quedado con la mitad del espacio que le correspond¨ªa al entrevistado, sin saber si el lector estaba de acuerdo con esta transacci¨®n. No todo el mundo lo hace bien ni puede permitirse hacerlo.
¡°No puedo soportar esas entrevistas que lees en las revistas de moda y en las masculinas [?auch!], en las que el periodista hace ver que ha conseguido una conexi¨®n ¨ªntima con el actor. Cuando todo el mundo sabe que solo est¨¢ vendiendo una pel¨ªcula, no abriendo su alma. Prefiero la honestidad con el lector¡±, opina la periodista de The Guardian, Hadley Freeman, que suele quedarse con los encargos m¨¢s jugosos de su redacci¨®n.
No puedo soportar esas entrevistas en las que el periodista hace ver que ha conseguido una conexi¨®n ¨ªntima con el actor. Cuando todo el mundo sabe que solo est¨¢ vendiendo una pel¨ªcula, no abriendo su alma. Prefiero la honestidad con el lector¡±, Hadley Freeman (The Guardian)
Una reciente entrevista suya simult¨¢nea con Jennifer Aniston y Reese Witherspoon resum¨ªa a la perfecci¨®n todo el mecanismo del llamado periodismo de acceso. La cosa empezaba con las dos actrices de The morning show bombardeando con piropos a Freeman. Su jersey, su bolso, su peri¨®dico, todo, qu¨¦ ideal. Esto pasa mucho. Y hay que estar muy curtido y ser muy c¨ªnico para que no te afecte. A veces un simple ¡°qu¨¦ buena pregunta¡± te desarma un poco. Otra cosa que suele hacer el talento es ejercer de poli bueno y pretender que forman equipo contigo frente a su malvado s¨¦quito, luchando para que tengas dos minutos m¨¢s para una ¨²ltima pregunta o para que te dejen tocar ese tema espinoso que hab¨ªas prometido evitar. Cada maldita vez te lo crees. Por algo les dan Oscars. ¡°Utilizan la falsa cercan¨ªa para que bajes la guardia y creas que eres su amigo y que, bueno, no vas a romper esa magn¨ªfica amistad que acab¨¢is de fraguar con una pregunta inc¨®moda¡±, confirma el subdirector de todo esto, Xavi Sancho.
A pesar del sistema, a veces se sigue produciendo la magia, y todo periodista del artisteo guarda en su corazoncito su lista de preferidos. ?lex Vicente, periodista de EL PA?S y colaborador de ICON, recuerda uno de sus muchos encuentros con Isabelle Huppert, en una especie de tipi que la actriz se hab¨ªa montado dentro del estudio, ¡°en el Luxemburgo profundo¡±. Tambi¨¦n sucede, cuando uno ejerce durante el tiempo suficiente, que El Talento cambia y el periodista ve c¨®mo se aleja hacia ese lugar blando y homog¨¦neo llamado ¡°la fama¡±. ¡°La primera vez que entrevist¨¦ a Greta Gerwig, antes del estreno de Frances Ha, hablamos de Baudrillard y al final me pidi¨® que le apuntara mis libros favoritos en su cuaderno. La segunda vez, en un hotel de lujo de Par¨ªs para promocionar Mujercitas, Gerwig fue glacial: se hab¨ªa convertido en una estrella¡±, recuerda Vicente. Sancho tiene en su pante¨®n a Michael Stipe, segunda portada de la historia de ICON. ¡°Lleg¨® solo y en metro. Se present¨® en el hotel como si fuera el tipo que trae las pizzas¡±. ?No son adorables?
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