La Ant¨¢rtida: en conexi¨®n con el espacio exterior y el interior de la Tierra
Buscadores de neutrones c¨®smicos y fuerzas magn¨¦ticas se encuentran en el continente helado para aumentar el conocimiento sobre el planeta y alertar de cambios
Una foca weddell se ha instalado en la playa de la base Juan Carlos I. Dormita, salvo cuando alg¨²n humano pasa por sus alrededores. Entonces gru?e. Un ping¨¹ino barbijo anda muy mosqueado con un colega por no se sabe qu¨¦ cuitas. Un lobo marino levanta el hocico como husmeando si somos amigos o no. La vida salvaje se siente en la Ant¨¢rtida como en pocos sitios... Y luego est¨¢ lo invisible, lo que no vemos pero tambi¨¦n existe y que es lo que buscan los cient¨ªficos dedicados a todas horas a descubrirlo, ya sea asomando su vista hacia nuestra atm¨®sfera e incluso m¨¢s all¨¢, al espacio interior, y adentr¨¢ndose en sus profundidades.
En estos d¨ªas, cuatro los grupos de cient¨ªficos espa?oles andan mirando al cielo y, alguno, a la vez, al interior de la Tierra. Los m¨¢s evidentes son los de la Agencia Espa?ola de Meteorolog¨ªa (Aemet), que tienen instaladas tres estaciones en tres puntos diferentes de esta Isla Livingston, en concreto en la base Juan Carlos I, el monte Sof¨ªa y el alejado campamento de Byers. Desde ellas, en tiempo real, toman mediciones de temperatura, humedad, presi¨®n, viento, pluviometr¨ªa, radiaciones solares... Con ello no solo nos cuentan d¨ªa a d¨ªa las previsiones, sino que sus datos ayudan a los climat¨®logos de la Aemet a hacer estudios que indican las tendencias que nos revelar¨¢n c¨®mo evoluciona el clima en esta parte del mundo.
De mucho m¨¢s alejado de nuestra atm¨®sfera llega lo que busca el astrof¨ªsico Alejandro L¨®pez Comazzi, del equipo de ORCA, que pese a su nombre poco tiene que ver con la fauna de este lugar. Las siglas significan Observatorio de Rayos C¨®smicos Ant¨¢rtico. Es la ¨²nica ORCA que he visto en estos lares. Alejandro, que adem¨¢s es codescubridor de dos exoplanetas y un asteroide, se pasa muchas horas al d¨ªa metido en la caja negra de la Base Ant¨¢rtica Espa?ola (BAE) del CSIC, vigilando que los sofisticados instrumentos que contiene funcione perfectamente.
Estos instrumentos, me explica, "detectan los rayos c¨®smicos que continuamente llegan a la Tierra y que pueden proceder de tormentas de nuestro Sol o de explosiones de lejanas supernovas. "D¨ªas despu¨¦s de que se produzcan llegan a la Tierra y aqu¨ª registramos sus neutrones y muones", explica el astrof¨ªsico, que forma parte del equipo que lidera Juan Jos¨¦ Blanco. "ORCA tienen dos partes: el detector de neutrones, de los que hay 53 por el mundo y con este ser¨ªan 54 de la red internacional. Y otro detector es de muones". En total ORCA pesa seis toneladas, que sumados a las ocho que pesa el contenedor negro. Eso complic¨® su traslado, en la campa?a anterior. Pero est¨¢ aqu¨ª para quedarse.
?Y por qu¨¦ es importante estudiar c¨®mo pasan estos rayos por la atm¨®sfera? Esta es la pregunta que m¨¢s han escuchado Alejandro estos d¨ªas en la Ant¨¢rtida. "Por un lado aumenta el conocimiento del universo y puede revelar informaci¨®n sobre la materia oscura, pero tambi¨¦n se sabe que estos rayos c¨®smicos contribuyen a la formaci¨®n de nubes y afectan al clima de forma indirecta", argumenta.
El Sol, me cuenta, tiene un ciclo de 11 a?os y en periodos de m¨¢xima actividad, los rayos c¨®smicos que viajan desde m¨¢s lejos pegan un baj¨®n porque son m¨¢s fuertes lo que llega del sol. A?ade que a junto con los aerosoles (part¨ªculas de la atm¨®sfera), estos rayos contribuyen a formar nubes y son escudo de la radiaci¨®n, lo que ayuda a bajar la temperatura terrestre. A¨²n queda por saber mucho sobre esta influencia en las nubes, pero de lo que no hay duda es de que un exceso de estos rayos afecta a la electr¨®nica mundial, incluidos los aviones, y que como se pueden prevenir con d¨ªas u horas cuando provienen de tormentas solares, detect¨¢ndolos se minimizan muchos desastres.
Hace pocos d¨ªas, comunicaron desde Alcal¨¢ de Henares que la recepci¨®n de datos de ORCA desde la Ant¨¢rtida era mejor de lo esperado, momento en el que el cient¨ªfico sali¨® por fin contento de la poco acogedora caja negra donde, sin ventanas, entre cables y extra?as m¨¢quinas, pasaba parte de su jornada, conectado con el m¨¢s all¨¢ de nuestra atmosfera. Su objetivo es que, gracias a las energ¨ªas renovables de la base, pueda enviar on line datos todo el a?o. Todo un reto para el equipo de telecomunicaciones y energ¨ªa de la BAE.
Tambi¨¦n en la ionosfera tiene parte de su foco Miquel Torta, del Observatorio del Ebro. Su imagen, entre las fotos de antiguas campa?as, atestigua las muchas que lleva a sus espaldas. De nuevo, en la campa?a de este a?o, en sus manos est¨¢ el observatorio geof¨ªsico de Isla Livingston. Hace 25 a?os que se recogen registros temporales del campo magn¨¦tico de nuestro planeta, cuyo origen son sobre todo las corrientes el¨¦ctricas, pero tambi¨¦n las de la misma ionosfera que alimentan los rayos c¨®smicos de Alejandro.
Casetas como colmenas
Cuando llegu¨¦ a la isla, en la lejan¨ªa, aquellas seis casetas colocadas en la ladera de un cerro cercano a la base me parecieron colmenares y, sin embargo, ocultan magnet¨®metros que, durante todo el a?o, y gracias a las placas solares y los dos aerogeneradores de la base, se mantienen activos. "Hay que venir cada a?o a darle mantenimiento y registrar los datos, que son importantes dado que hay pocos de este continente", comenta mientras me muestra el interior de sus casetas. Para acercarse a ellas hay que quitarse todo el metal de encima, as¨ª que hay que tener cuidado en no despistarse y aproximarse por descuido.
Seguramente, los jesuitas que inauguraron el Observatorio del Ebro en 1904 no imaginaron que llegar¨ªan tan lejos con su instituci¨®n. Hoy, sus trabajos son fundamentales para conocer el magnetismo terrestre hasta en la Ant¨¢rtida. Conviene no olvidar que sin la magnetosfera, no ser¨ªa posible la vida en este planeta, pues los rayos c¨®smicos que busca ORCA impactar¨ªan directamente, destruyendo la capa de ozono. Como var¨ªa continuamente, aunque poco, es muy conveniente estar al tanto de sus altibajos.
Tambi¨¦n miran al espacio, pero a un punto intermedio entre la atm¨®sfera y las estrellas, el equipo del proyecto del Instituto Geogr¨¢fico Espa?ol (IGN) que est¨¢n colocando un sistema de recepci¨®n de sat¨¦lites en el monte Sof¨ªa, con apoyo de la Escuela de Guerra del Ministerio de Defensa. Quieren recoger datos para apoyar el proyecto de estudio de los glaciares de la Universidad Polit¨¦cnica de Madrid, pues desde el espacio, con datos de posicionamiento, se obtienen datos de c¨®mo aumenta o disminuye la masa del glaciar con las nevadas. "Se llama refrectrometr¨ªa porque estudia el rebote de la se?al del sat¨¦lite en el glaciar. Nuestro segundo objetivo es que esta estaci¨®n de recepci¨®n forme parte de la red GNSS (Global Navegation Satellite System) y transmita todo el a?o, tambi¨¦n on line, pero eso ya se preparar¨¢ el pr¨®ximo a?o", me explica Esther Azc¨²e, ingeniera de IGN.
Cada d¨ªa, junto a Wenceslao Lorenzo, Teniente Coronel del Ej¨¦rcito de Tierra, sube el monte para completar la instalaci¨®n o para hacer comprobaciones. "Ya tenemos unos primeros resultados y son muy buenos: hemos conectado con muchos sat¨¦lites, que era el objetivo para tener un posicionamiento preciso", me dice Esther tras bajar uno de estos d¨ªas de las alturas. "Estar aqu¨ª es una maravilla. Colaborar con un proyecto ant¨¢rtico es una experiencia profesional y vital ¨²nica para quien no ha estado aqu¨ª antes", corrobora su compa?ero Wenceslao.
Las focas, los ping¨¹inos, los lobos marinos y en las alturas las skuas o p¨¢galos, esas aves que siempre nos acompa?an en las islas Shetland del Sur, se pasean y vuelan entre estos artefactos ajenas a estas conexiones de su Ant¨¢rtida con el cosmos.
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