El fracaso de una vida
Anna Kulishova fue pionera en el campo de la ginecolog¨ªa y cofund¨® el Partido Socialista Italiano. Su vida fue una aventura, y no precisamente agradable
MOR?AN MILES y miles, y m¨¢s miles, porque nadie sab¨ªa de qu¨¦ se trataba y, por lo tanto, nadie sab¨ªa tratarlo. Para eso sirve, entre otras cosas, la ignorancia. En esos d¨ªas las mujeres ricas par¨ªan en sus casas; las pobres de las ciudades, en hospitales, y all¨ª mor¨ªan con denuedo. En el Hospital General de Viena, por ejemplo, hacia 1840, una de cada diez parturientas sucumb¨ªa a la fiebre puerperal. Un m¨¦dico, Ignaz Semmelweis, postul¨® que quiz¨¢s era porque sus colegas atend¨ªan un parto tras otro sin lavarse las manos ¡ªy pod¨ªan transmitir algo, aunque no sab¨ªa qu¨¦. Un colega le contest¨® que ¡°los m¨¦dicos somos caballeros, y los caballeros tenemos las manos limpias¡±. Faltaban a?os para que ella descubriera el mecanismo.
Ella se llam¨® primero Anna Moiseevna Rozenstejn y naci¨® en una familia de comerciantes jud¨ªos acomodados de Crimea hacia 1855. A sus 16 o 17 se inscribi¨® en la Universidad de Z¨²rich para estudiar filosof¨ªa, pero debi¨® volver a Rusia por una orden policial. Aquellos a?os juveniles son confusos; se sabe que se cas¨® con un anarquista, Piotr Mak¨¢revich, y que juntos siguieron las ideas de Bakunin y se fueron al campo a vivir como pobres con los pobres. Pronto la detuvieron y la desterraron. Ya de vuelta en Suiza se cambi¨® el nombre: se llamar¨ªa Anna Kulishova ¡ªun apellido de exesclavos¡ª y nunca volver¨ªa a su pa¨ªs.
A sus 22 o 23 conoci¨® a un anarquista italiano, Andrea Costa, y conspiraron juntos; los arrestaron en Florencia ¡ªy en esa c¨¢rcel Anna contraer¨ªa tuberculosis y artritis. La soltaron al cabo de unos meses y se fue a Lugano, Suiza. Cuando pudieron, Andrea y ella volvieron a Italia, a seguir la pelea; al tiempo los detuvieron en Mil¨¢n. Dos a?os despu¨¦s, ya en libertad y en Suiza, Anna tuvo a su ¨²nica hija, Andreina ¡ªy se separ¨® del padre y volvi¨® a Italia.
Ten¨ªa 27 a?os, estaba sola con una hija en un pa¨ªs ajeno, le quedaba alg¨²n dinero: decidi¨® estudiar medicina. La Universidad de N¨¢poles era un espacio tan burgu¨¦s, tan masculino, y ella era mujer y extranjera y atractiva y revolucionaria; consigui¨® recibirse ya pasados los 30 y se especializ¨® en ginecolog¨ªa en Tur¨ªn. All¨ª fue donde, preparando su tesis, prob¨® el origen bacterial de la fiebre puerperal: su descubrimiento permitir¨ªa salvar a millones de mujeres.
Otra, probablemente, se habr¨ªa dedicado a su laboratorio y a su consultorio: cierta fama, dinero, esas cosas. Anna se fue a Mil¨¢n a ofrecer asistencia ginecol¨®gica gratis a las mujeres m¨¢s pobres de los barrios m¨¢s duros. Conoci¨® a un militante socialista, Filippo Turati; vivieron juntos y juntos agitaron, escribieron, publicaron libros y diarios, fundaron en 1892 el Partido de los Trabajadores ¡ª?que al fin ser¨ªa el Partido Socialista Italiano.
Tambi¨¦n all¨ª Anna sol¨ªa ser la ¨²nica mujer. Encontr¨® algunas m¨¢s en el Congreso de Bruselas de la Segunda Internacional Socialista: se unieron para proclamar que no habr¨ªa liberaci¨®n de la raza humana sin liberaci¨®n de la mujer y consiguieron que los delegados de todos los pa¨ªses se comprometieran a luchar por la igualdad de derechos. Entonces, por supuesto, nadie m¨¢s lo hac¨ªa.
El mundo, en esos d¨ªas, cambiaba sin parar. Cine, autom¨®viles, aviones, Rayos X, la aspiradora, el pl¨¢stico, las ametralladoras, una guerra mundial. Cuando termin¨®, los socialistas italianos, conducidos por Turati, estaban en problemas: uno de ellos, un tal Benito Mussolini, los dej¨®, puso el pa¨ªs a sangre y fuego y se qued¨® con ¨¦l. Los socialistas eran perseguidos y Anna lo sufri¨®: sent¨ªa que todo hab¨ªa sido in¨²til. Se muri¨® en esos d¨ªas oscuros, 1925, a sus 70, tras una vida plena, colmada de fracasos. Aunque ahora, en cada parto, miles y miles de mujeres no se mueren y, en cada calle, en cada casa, millones viven como ella habr¨ªa querido que vivieran, o casi. Y en d¨ªas como hoy se encuentran y, aunque no la recuerden, la recuerdan.?
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