Que ning¨²n Dios recuerde tu nombre
El Tren Maya no es maya; es el Estado mexicano dictando de nuevo cu¨¢les son las soluciones a los problemas de los pueblos ind¨ªgenas
Quisiera comenzar por hacer una concesi¨®n: detr¨¢s de la implementaci¨®n del Tren Maya, uno de los proyectos m¨¢s anunciados por el nuevo Gobierno de Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador, las mejores intenciones sientan las bases de su ejecuci¨®n. Despu¨¦s de siglos de abandono en el que el pueblo maya ha sido despojado y empujado a un proceso de pauperizaci¨®n indolente, el nuevo Gobierno pretende, por fin, implementar un proyecto integral que tiene como principal objetivo crear ¡°bienestar social para la poblaci¨®n que habita la zona maya¡± e ¡°integrar territorios de gran riqueza natural y cultural al desarrollo tur¨ªstico, ambiental y social en la regi¨®n¡± como se describe en la p¨¢gina oficial del proyecto.
?Por qu¨¦ alguien habr¨ªa de oponerse? La inclusi¨®n y el desarrollo de los pueblos mayas de la pen¨ªnsula son necesarios si el nuevo Gobierno pretende que la justicia social alcance a los sectores m¨¢s desfavorecidos en la historia de este pa¨ªs. No ser¨ªa justo dejarlos fuera del proyecto de la Cuarta Transformaci¨®n. Hago esta concesi¨®n para partir de una superficie com¨²n que me permita exponer puntos que me parecen problem¨¢ticos en la discusi¨®n que se ha dado en torno del Tren Maya. Muchas otras personas, abiertamente en contra de la ejecuci¨®n de este proyecto, han presentado datos, informes y argumentos para debatir sobre todas sus implicaciones y se ha utilizado incluso instrumentos legales como el amparo para frenar su implementaci¨®n. No har¨¦ aqu¨ª tal cosa. Respetando la misma concesi¨®n inicial, obviar¨¦ discutir el hecho de que Alfonso Romo, actual jefe de la oficina de la Presidencia de M¨¦xico, fund¨® una empresa que ha obtenido concesiones para explotar la mayor cantidad de agua subterr¨¢nea en la Pen¨ªnsula de Yucat¨¢n.
?Cu¨¢les son las implicaciones y posibles relaciones de esto con el Tren Maya? No se pondr¨¢ en tela de juicio nada de esto porque, insisto, para los efectos de estas l¨ªneas, se concede, al menos por un momento, que este proyecto se ha creado con las mejores intenciones: el bienestar social, la inclusi¨®n de un sector vulnerable largamente excluido del desarrollo del pa¨ªs. Con tan buenas intenciones, parece incluso una necedad pedir que se consulte a los pueblos ind¨ªgenas involucrados siguiendo los lineamientos del Convenio 169 de la Organizaci¨®n Internacional del Trabajo que obliga a realizar consultas cuando los territorios de los pueblos ind¨ªgenas pueden ser afectados por un proyecto. Una vez concedido lo anterior, quisiera sostener que las mejores intenciones detr¨¢s de la ejecuci¨®n del Tren Maya son, de hecho, la base del problema.
Uno de los argumentos m¨¢s socorridos en el debate se centra en enunciar la ausencia del Estado como el motivo que ha provocado la actual situaci¨®n de los pueblos ind¨ªgenas. El olvido estatal que siempre los ha mantenido excluidos del desarrollo del resto del pa¨ªs ha causado la pobreza y el atraso de la poblaci¨®n ind¨ªgena en general y de la poblaci¨®n maya en particular. Sin embargo, quiero argumentar, que no ha sido la ausencia de Estado el motivo de la pauperizaci¨®n de los pueblos ind¨ªgenas sino, precisamente, lo contrario. No ha sido la exclusi¨®n de estos pueblos del ideal del desarrollo planteado por el Gobierno los que los ha empobrecido sino los procesos violentos de la inclusi¨®n. La Constituci¨®n misma de M¨¦xico se basa en la inclusi¨®n de pueblos y naciones en un proyecto criollo que nunca fue consultado. El hecho de que los muy diversos pueblos ind¨ªgenas hayan quedado encapsulados dentro del Estado mexicano no fue resultado de un pacto confederado entre estas diversas naciones y culturas sino de la imposici¨®n del proyecto de una minor¨ªa privilegiada. Por esta raz¨®n, por el hecho de que los pueblos ind¨ªgenas pre-existen a la creaci¨®n de M¨¦xico como pa¨ªs es que, lo que sea que el Estado pretenda realizar en sus territorios, debe ser consultado.
La llamada segunda transformaci¨®n de la vida p¨²blica de M¨¦xico, como la nombra el actual presidente, fue uno de los principales causantes de la pobreza que los pueblos ind¨ªgenas han sufrido. A mediados del siglo XIX, se calcula que m¨¢s de la mitad de la poblaci¨®n mexicana era ind¨ªgena y en ese contexto, una gran parte de los pueblos ten¨ªan las tierras en propiedad comunal. Como un efecto de las Leyes de Reforma y en especial de la Ley Lerdo, la propiedad comunal fue duramente golpeada y m¨²ltiples comunidades ind¨ªgenas sufrieron p¨¦rdidas catastr¨®ficas de bienes y tierras. En muchos casos incluso tuvieron que volver a comprar sus propias tierras cuando as¨ª pudieron, pero en general se trat¨® de uno de los mayores impulsos de la pauperizaci¨®n de los pueblos ind¨ªgenas.
Como respuesta a esta problem¨¢tica generada por el Estado debido a la concentraci¨®n de las tierras en pocas manos, lleg¨® la tercera transformaci¨®n que con el tiempo implement¨® uno de los proyectos m¨¢s agresivos en contra de las lenguas, la cultura y la existencia misma de los pueblos ind¨ªgenas al impulsar su integraci¨®n ling¨¹¨ªstica y cultural. Gran parte del proyecto posrevolucionario estuvo encaminado a incluir e integrar lo que quedaba de los pueblos ind¨ªgenas en un ideal deseable: el mestizo mexicano, una ¨²nica raza c¨®smica, la raza de bronce. Esta integraci¨®n y esta inclusi¨®n en t¨¦rminos del poder estatal son los responsables de la situaci¨®n actual de los pueblos ind¨ªgenas de M¨¦xico.
Ahora, bajo la promesa de la inclusi¨®n, el Tren Maya se presenta como el alivio a una situaci¨®n que justamente los afanes de incluir han provocado. No ha sido la ausencia de Estado el problema sino su demasiada presencia. Los discursos de la inclusi¨®n se contraponen a la autonom¨ªa y la libre determinaci¨®n a la que los pueblos ind¨ªgenas tienen derecho y que incluso ha llegado a ser reconocido en la Constituci¨®n Mexicana en su art¨ªculo segundo. El Tren Maya no es un proyecto que los pueblos mayas hayan propuesto a la federaci¨®n como un ejercicio de su autonom¨ªa sino la implementaci¨®n de aquello que desde el Gobierno federal se considera que es el mejor medio para terminar con una situaci¨®n creada por el estado mismo. El Tren Maya, desde su nacimiento, no es maya, es el Estado dictando de nuevo, otra vez, una vez m¨¢s, cu¨¢les son las soluciones a los problemas de los pueblos ind¨ªgenas. Por l¨®gica, el proyecto que el estado propone no es la ¨²nica soluci¨®n posible a los problemas que enfrenta la poblaci¨®n ind¨ªgena. La poblaci¨®n maya no se encuentra en la situaci¨®n actual por la falta de un tren, sino por la violencia estructural que se ha ejercido sobre ella. ?Es posible pensar en otras alternativas? ?No ser¨ªa mejor desmantelar el sistema de opresi¨®n que produce la pobreza en los pueblos ind¨ªgenas? ?No ser¨ªa mejor, en todo caso, devolver las tierras despojadas hist¨®ricamente, frenar a los empresarios que acaparan agua y territorio?
Muchos pueblos y personas que pertenecen al pueblo maya han planteado otros modos de construir y hacer posible la vida digna y deber¨ªan de ser considerados dentro de un ejercicio de libre determinaci¨®n que no se puede ejercer en consultas que duran muy poco tiempo como las que ha implementado el gobierno. En una entrevista con Heriberto Paredes para Pie de P¨¢gina, Romel Gonz¨¢lez, el asesor jur¨ªdico del Consejo Regional Ind¨ªgena y Popular (CRIPX), organizaci¨®n desde la que se interpuso un amparo contra la ejecuci¨®n del Tren Maya, da cuenta de la visi¨®n colonialista de pretender que este proyecto es la ¨²nica opci¨®n para los problemas de la pen¨ªnsula: ¡°Estamos viendo desde el principio una visi¨®n colonialista, ¡®yo vengo de la ciudad, vengo con todo el conocimiento y te vengo a acabar la pobreza con un tren¡¯. Es un colonialismo moderno, como dec¨ªa Comte y los positivistas, ¡®yo te vengo a traer el orden, yo te vengo a traer el progreso, te vengo a traer la civilizaci¨®n¡¯.
Los discursos de la inclusi¨®n evidencian de entrada una relaci¨®n de poder implicada: quienes hablan de incluir evidencian que tienen el poder de hacerlo. La direccionalidad de la inclusi¨®n es elocuente: ?qui¨¦n pretende incluir a qui¨¦n? Los discursos de la inclusi¨®n se contraponen a la autonom¨ªa y a la libre determinaci¨®n de los pueblos ind¨ªgenas consagrada, parad¨®jicamente, en la misma Constituci¨®n Mexicana a comienzos del siglo XXI. Cada vez que el Estado ha volteado sus ojos a los pueblos ind¨ªgenas en el nombre del desarrollo, la cat¨¢strofe ha llegado muy frecuentemente. En nombre de la modernidad y del desarrollo del pa¨ªs, en 1954, el Estado mexicano desplaz¨® a aproximadamente 20.000 mazatecos para la construcci¨®n de la Presa Miguel Alem¨¢n en Oaxaca y entre 1974 y 1988 desplaz¨® a 26.000 chinantecos por la construcci¨®n de la Presa Cerro de Oro. Ambos proyectos pauperizaron a la poblaci¨®n y generaron una serie de terribles afrentas a pesar de los discursos de progreso, bienestar y desarrollo en el que estuvieron envueltos. En otros casos, la intervenci¨®n del Estado mediante el asistencialismo ha tenido tambi¨¦n como efecto la creaci¨®n y el fortalecimiento de redes clientelares que dificultan ejercer la autonom¨ªa y la libre determinaci¨®n. El Estado crea los problemas por su intervenci¨®n y su pretensi¨®n integracionista, que ha sido un ejercicio etnocida de borramiento amestizador, y pretende solucionar esos problemas con m¨¢s proyectos que se plantean desde la inclusi¨®n.
Todo esto deja en entredicho tambi¨¦n la idea de progreso y desarrollo que en el fondo tampoco se ha puesto a discusi¨®n cuando se habla del Tren Maya. Las diferentes maneras de entender ¡°calidad de vida¡±, ¡°vida digna¡±, ¡°buen vivir¡± con frecuencia se oponen a las nociones de progreso y desarrollo que el discurso estatal maneja. En un ejercicio honesto, ser¨ªa necesario discutir qu¨¦ se entiende por desarrollo y cu¨¢les son los ¨ªndices de bienestar a considerar desde distintos y contrastantes puntos de vista, de culturas y concepciones. Y eso no ha sucedido. A lo m¨¢s, se han hecho consultas para cumplir con un requisito necesario sin observar los est¨¢ndares del Convenio 169 como deber¨ªa ser. Estas consultas no especifican la metodolog¨ªa y la justificaci¨®n para determinar las unidades de consulta (no todos los pueblos ind¨ªgenas se organizan de manera comunitaria ni todas las asambleas ejidales son representativas de una poblaci¨®n ind¨ªgena, por citar un ejemplo) y tampoco han dotado a las unidades de consulta de la informaci¨®n a favor y en contra que es condici¨®n necesaria para una consulta adecuada. En las mejores tradiciones asamblearias, se acostumbra escuchar a quienes est¨¢n a favor de una propuesta e inmediatamente despu¨¦s a quienes est¨¢n totalmente en contra, ambas posturas tienen la misma atenci¨®n, el mismo tiempo de exposici¨®n y los mismos recursos.
En la consulta sobre el Tren Maya esta condici¨®n necesaria no se ha cumplido as¨ª que los resultados de la consulta son, de origen, enga?osos. Ser¨ªa necesario escuchar a los m¨¢s f¨¦rreos detractores, as¨ª como a las personas entusiastas del proyecto oficial, habr¨ªa que escuchar a quienes han ca¨ªdo bajo las redes clientelares que con el tiempo ha creado el estado como a los que plantean otras maneras de atender la pobreza en la pen¨ªnsula. Una vez escuchada y discutida la informaci¨®n en ambos sentidos, la toma de decisiones se puede convertir en un ejercicio honesto que parta de la buena fe. Argumentar que no se han manifestado comunidades mayas en contra del proyecto de tren, si fuera verdad, se convierte en una falacia, la falta de posturas en contra se podr¨ªa deber a muchos factores, entre ellos a que no se ha garantizado la informaci¨®n suficiente con argumentos a favor y en contra. Sin informaci¨®n previa suficiente y sin tener claras las determinaciones de las unidades a consultar, los resultados de la consulta simplemente no son confiables.
Aun concediendo que el Estado desee ejecutar el proyecto del Tren Maya por razones aparentemente nobles como incluir a los pueblos ind¨ªgenas en el desarrollo del pa¨ªs para sacarlos de la pobreza, estas razones evidencian el mismo mecanismo mediante el cual, en todas las llamadas transformaciones de M¨¦xico, se ha pauperizado a los pueblos ind¨ªgenas y se han expuesto sus tierras y sus vidas a los intereses del capitalismo a trav¨¦s de proyectos estatales verticales. Los pueblos ind¨ªgenas no necesitan mayor presencia del Estado, muchos de ellos luchan precisamente para gestionar su mayor ausencia porque eso significar¨ªa fortalecer la autonom¨ªa y la libre determinaci¨®n. En la pen¨ªnsula hay proyectos e iniciativas propias que plantean otras maneras de enfrentar los problemas que tienen de origen la opresi¨®n hist¨®rica del estado. Antes de proceder, habr¨ªa que escuchar.
La inclusi¨®n para los pueblos ind¨ªgenas ha significado muerte y pauperizaci¨®n. Sophia de Mello, una genial poeta portuguesa enuncia en un poema un buen deseo para alguien que ama: ¡°Que ning¨²n Dios recuerde tu nombre¡± recita el verso que puede leerse a la luz de lo que sucede cada vez que los dioses de la tradici¨®n cl¨¢sica se acuerdan de quienes habitan el plano terrenal: ?o convertida en ternera por los celos de Hera, Dafne convertida en ¨¢rbol como ¨²nica salida ante la pasi¨®n enfermiza de Apolo, la terrible y cruenta guerra de Troya desatada por Hera, Atenea y Afrodita en su disputa por la manzana de la discordia. Con tal evidencia, entiendo el verso de Sophia de Mello como la expresi¨®n del mejor de los deseos: m¨¢s vale ¡°que ning¨²n Dios recuerde tu nombre¡±. Ante la evidencia de los efectos del estado cada vez que recuerda el nombre de los pueblos ind¨ªgenas en la implementaci¨®n de sus grandes proyectos, solo resta tambi¨¦n desear lo mejor: que ning¨²n Estado recuerde tu nombre. M¨¢s vale.
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