Pl¨¢cido Domingo, la ca¨ªda del divo
Pl¨¢cido Domingo jam¨¢s lleg¨® a imaginar un final tan oscuro para su carrera. De leyenda viva de la ¨®pera ha pasado a enfrentar el ocaso, al borde de sus 80 a?os, acusado de acoso sexual a 27 mujeres en Estados Unidos. Esta es la cr¨®nica de una ca¨ªda. Y la historia paralela de un seguimiento period¨ªstico, con varios encuentros y desencuentros desde el pasado verano.
Hasta para la ca¨ªda, Pl¨¢cido Domingo ha preferido cierto sentido del espect¨¢culo. Una ¨¦pica del patetismo, podr¨ªamos decir. A pesar suyo y a conciencia, una vez con las cartas boca arriba. Con pulso incluido. Con tensi¨®n, con drama. En escena, reivindic¨¢ndose, y en p¨²blico, autoinculp¨¢ndose. Sin dejar a nadie indiferente. Con ac¨¦rrimos defensores y voraces detractores. Todo antes que precipitarse en la indiferencia, en el olvido.
?Caer¨¢ Pl¨¢cido en el olvido? Por lo que su ¨²ltima temporada ha provocado entre sus seguidores, sus admiradores, enemigos, en los teatros, entre sus colegas y en las redacciones de los medios de comunicaci¨®n, parece que, por ahora, no. Algo ha obsesionado al cantante desde un punto muy temprano en su carrera: la construcci¨®n de una leyenda. Pero hasta para eso, las leyes y las narrativas han cambiado de forma abrupta en el siglo XXI respecto al anterior. De ensalzar hechos de santos hemos pasado a exhibir las virtudes del diablo. Dos ejemplos de esa t¨¦cnica son la biograf¨ªa de Steve Jobs escrita por Walter Isaacson y la serie The Crown, sobre la reina Isabel II. Ensalzan el mito apoyados en sus mayores debilidades ¡ªincluso miserias¡ª humanas. De haber entendido eso Pl¨¢cido, habr¨ªa dejado de intentar vendernos esa imagen de superm¨¢n beato que ha recibido la bendici¨®n de cinco papas ¡ªliteral¡ª y en la que se ha empe?ado a conciencia. Quiz¨¢ tampoco anduviera hoy tan desconcertado como lo vimos en diciembre pasado al entrevistarle en Valencia.
La pregunta que muchos nos planteamos ahora es: ?qui¨¦n es? ?Hasta qu¨¦ punto debemos separar sus logros de sus desmanes? ?C¨®mo recordarlo? ?D¨®nde enmarcarlo desde esta nueva perspectiva: como figura crucial del arte y la m¨²sica o como un acosador sexual que se sent¨ªa intocable? ?Las dos cosas a la vez? ?Cu¨¢nto de autenticidad y de hipocres¨ªa lo ensalzan y lo hunden al tiempo?
El periodismo es atestiguar: desde el pasado julio hasta ahora hemos podido contemplar lo que ha sido su descalabro sigui¨¦ndolo de cerca. Con encuentros y desencuentros. En el ¨²ltimo, a¨²n me echaba en cara: ¡°?Por qu¨¦ tienes que escribir esas cosas de m¨ª? Es innecesario¡±. No era la primera vez que me lo reprochaba.
Desde Madrid a Salzburgo y en su regreso a Espa?a, lo fuimos observando. La pesadilla empez¨® en verano de 2019 con la que ya ser¨¢ seguramente su ¨²ltima aparici¨®n en el Teatro Real. Perpetr¨® una versi¨®n horrenda en concierto de Giovanna d¡¯Arco. Domingo sali¨® a escena tocado. Se hab¨ªa destapado d¨ªas antes el chantaje al que la Iglesia de la Cienciolog¨ªa lo hab¨ªa sometido a ¨¦l y a su familia. Lo confes¨® su antigua nuera, Sam, divorciada de su hijo Pl¨¢cido, en la prensa brit¨¢nica. Al parecer, tuvieron que pagar hasta dos millones de d¨®lares para ver a sus nietos.
Aunque muchos han despertado despu¨¦s teor¨ªas conspiranoicas que ¨¦l mismo ha desmentido, eso qued¨® atr¨¢s ante la gravedad de lo que se destap¨® el 13 de agosto y el 5 de septiembre: 20 mujeres, a trav¨¦s de la agencia Associated Press, lo acusaban de acoso. La lista ha aumentado a 27, seg¨²n la investigaci¨®n a¨²n no hecha p¨²blica del Sindicato de Artistas de ?pera de Estados Unidos (AGMA, en sus siglas en ingl¨¦s). Esta concluye que las acusaciones son ciertas y van desde ¡°el flirteo hasta proposiciones sexuales, dentro y fuera del ¨¢mbito de trabajo¡±. A todo ello se ha sumado la ?pera de Los ?ngeles, que tras la investigaci¨®n pertinente anunci¨® el mi¨¦rcoles 10 que ve¨ªa indicios de algunos hechos.
Comenzaba pues en verano la ca¨ªda. Primero, de los escenarios: se sucedieron las cancelaciones en Estados Unidos mientras que en Europa se manten¨ªan a¨²n sus actuaciones. Los medios tambi¨¦n se dividieron entre ataques y desagravios. Los periodistas buscaban incidentes similares en otros pa¨ªses, pero nada se encontr¨® fuera de Estados Unidos, seguramente por una raz¨®n sencilla: los casos se hab¨ªan dado en las ¨®peras de Washington y Los ?ngeles, los lugares donde ten¨ªa el poder de decidir contratos.
La cantante Patricia Wulf ¡ªla ¨²nica junto a Angela Turner Wilson que ha dado su nombre¡ª lo describi¨® como ¡°un depredador¡±, que la persigui¨® hasta conseguir acostarse con ella. ¡°?C¨®mo le dices ¡®no¡¯ a Dios?¡±, dijo Wulf. Mientras, en Espa?a, colegas suyas admit¨ªan su donjuanismo, pero insist¨ªan en que por delante prevalec¨ªa su condici¨®n de caballero. Don Juan¡ Curioso. En la propia visi¨®n que Pl¨¢cido Domingo tiene del personaje podemos hallar pistas. Desde que se recicl¨® en bar¨ªtono al borde de sus 70 a?os, muchos le han preguntado por qu¨¦ no se met¨ªa en la piel del personaje de Mozart. Lo m¨¢s cerca que ha estado de hacerlo fue con Gustavo Dudamel en Los ?ngeles. Pero hasta ahora, ¨¦l lo ha rechazado. ¡°No me gusta el personaje. Me parece antip¨¢tico a menos que encuentre yo la posibilidad de hacerlo simp¨¢tico. ?C¨®mo podr¨ªa conseguirlo? No es f¨¢cil¡±, le confesaba a Rub¨¦n Am¨®n en su biograf¨ªa Pl¨¢cido Domingo. Un coloso en el teatro del mundo (Planeta).
¡°Yo no pongo la mano encima a una compa?era en el escenario sin ponernos de acuerdo¡±, dice Javier Camarena
Hasta ese punto alcanza la complejidad parad¨®jica de Pl¨¢cido. No hacer Don Giovanni supon¨ªa una cuesti¨®n de comodidad moral para quien ama el riesgo. Pero no hasta el l¨ªmite de enfrentarse de esa forma a s¨ª mismo ante el crudo espejo que le colocan delante Mozart y su libretista, Lorenzo da Ponte. Quienes s¨ª se han enfrentado a varios dilemas a ra¨ªz de su caso han sido otros. Los teatros, para empezar. Los medios, la cr¨ªtica y los aficionados, tambi¨¦n. El caso Pl¨¢cido nos ha colocado frente a un dilema. ?De qu¨¦ manera las acusaciones perforan lo que de digno queda en la leyenda? ?Vale a¨²n la leyenda?
La defensa de algunos de sus colegas fue cerrada. La soprano Ainhoa Arteta hablaba en estos t¨¦rminos: ¡°Yo me niego a referirme a ¨¦l como acosador. Es respetuoso, cari?oso con todo el mundo, no solo ya con las mujeres que le pudieran gustar. Mientras no se demuestre lo contrario, para m¨ª esto es una caza de brujas¡±. Nicoletta Mantovani, viuda de Luciano Pavarotti, tambi¨¦n respond¨ªa a El Pa¨ªs Semanal sobre qui¨¦n fue el rival y luego aliado de su marido. No ha querido borrar el testimonio de Domingo del documental reci¨¦n estrenado sobre el tenor de M¨®dena, dirigido por Robert Zemeckis. ¡°Pl¨¢cido ha sido un gran amigo y una gran ayuda, el primero en decir que s¨ª a nuestros proyectos cuando se lo hemos pedido. Le quiero mucho, hemos convivido con ¨¦l. Solo puedo estar a disposici¨®n suya, me resulta insensato este ataque¡±.
El tenor Javier Camarena elevaba el debate y hablaba de las consecuencias que el caso pueda llegar a tener en la profesi¨®n: ¡°Este asunto debe hacernos reflexionar. Para eso sirve la lucha feminista. La cosificaci¨®n, tanto en mujeres como hombres, existe. Hay que pelearlo: un trato digno y justo, es lo que tiene que cambiar en muchas mentalidades. Tal vez se llegue a establecer un protocolo de qu¨¦ cosas se pueden llevar a cabo en escena, hasta en los contratos. Pero tambi¨¦n eso forma parte y se debe regir por el sentido com¨²n. Yo no le pongo una mano a una compa?era en ninguna acci¨®n del escenario si no nos hemos puesto de acuerdo antes por el bien del espect¨¢culo¡±. Aun as¨ª, Camarena siente pena por lo que le est¨¢ ocurriendo: ¡°Es muy triste toda esta situaci¨®n, creo que hay gran diferencia entre una declaraci¨®n y una denuncia. En todo caso, lo que espero es que se haga justicia en el amplio sentido de la palabra. Siempre he visto en ¨¦l un comportamiento muy educado con las colegas que estaban en escena. Es lo que a m¨ª me consta¡±.
Mientras, Pl¨¢cido forzaba en cada aparici¨®n la dimensi¨®n amenazada de su propio mito. Salzburgo se convirti¨® en la primera prueba. Y all¨ª estuvimos. La capital austriaca, 12 d¨ªas despu¨¦s de la primera publicaci¨®n de las acusaciones, le result¨® un punto de inflexi¨®n. No todo estaba perdido. Cuando apareci¨® en escena para cantar Luisa Miller en versi¨®n concierto en la Festspielhaus, el p¨²blico en pie lo aclam¨® sin que abriera la boca. Era un Pl¨¢cido completamente distinto al que encontramos en julio en el Teatro Real de Madrid. En Salzburgo vimos a un Domingo resucitado sobre las cenizas de la peor versi¨®n en escena de s¨ª mismo. ¡°Sal¨ª con rabia, estaba muy reciente el caso, aparec¨ª con ganas de decir: ¡®Aqu¨ª estoy, esto es lo que he hecho toda mi vida¡±, nos confes¨® en diciembre en Valencia.
La divisi¨®n global en torno al caso quedaba servida. Y con el caso Weinstein en medio, ese s¨ª en los tribunales, azuzando el debate. Exactamente igual que en Salzburgo reaccionaron en octubre en Z¨²rich y en diciembre en Valencia, cuando se meti¨® en la piel del rey Nabucco. Y d¨ªas despu¨¦s, en otro templo: La Scala de Mil¨¢n, que le rindi¨® homenaje en el 50? aniversario de su debut con una ovaci¨®n cerrada de 20 minutos.
Nunca se hab¨ªa debatido con m¨¢s pasi¨®n en todos los foros sobre Pl¨¢cido Domingo. Ni las discusiones sobre sus haza?as o errores de trayectoria y musicales provocaron tama?as trifulcas. La cuesti¨®n rebasaba lo art¨ªstico y se traslad¨® a lo ic¨®nico. Hemos mantenido debates de calado incluso para ilustrar el presente reportaje. Pl¨¢cido nos mov¨ªa hacia delante y hacia atr¨¢s. Nos pon¨ªa a prueba de riesgo y frenada. Nos planteaba dudas y nos impon¨ªa obst¨¢culos a salvar: ¨¦ticos, profesionales.
M¨¢s que nunca tocaba seguir el rastro. Preguntar en el mundillo y fuera. Plantarse en los lugares claves donde fuera a cantar, arrancarle algunas declaraciones m¨¢s all¨¢ de comunicados oficiales como este: ¡°Las acusaciones de estos individuos no identificados que datan de hasta 30 a?os atr¨¢s son profundamente inquietantes y, tal como se presentan, inexactas. Sin embargo, es doloroso escuchar que puede haber molestado a alguien o haberles hecho sentir inc¨®modos, sin importar cu¨¢nto tiempo atr¨¢s y a pesar de mis mejores intenciones. Cre¨ªa que todas mis interacciones y relaciones siempre eran bienvenidas y consensuadas. Las personas que me conocen o que han trabajado conmigo saben que no soy alguien que intencionalmente da?ar¨ªa, ofender¨ªa o avergonzar¨ªa a nadie. Reconocemos que las reglas y est¨¢ndares por los cuales somos, y debemos ser, medidos hoy son muy diferentes de lo que eran en el pasado. Tengo la suerte y el privilegio de haber tenido una carrera de m¨¢s de 50 a?os en la ¨®pera y me mantendr¨¦ en los m¨¢s altos est¨¢ndares¡±.
Las palabras datan del 13 de agosto, cuando salt¨® la primera publicaci¨®n de AP con nueve v¨ªctimas. ?Qu¨¦ hacer con algo as¨ª? Si falla estrepotisamente la sintaxis gramatical en un texto traducido literalmente. Eso s¨ª, el cantante no niega la mayor. Incluso va m¨¢s all¨¢ en febrero, cuando el sindicato AGMA anuncia sus conclusiones. Tras el informe, que al cierre de este reportaje no se hab¨ªa publicado ¡ªEl Pa¨ªs Semanal lo ha pedido y no ha obtenido respuesta, mientras que al Teatro Real se lo han negado¡ª, Pl¨¢cido Domingo lanz¨® otra declaraci¨®n: ¡°Me he tomado un tiempo durante los ¨²ltimos meses para reflexionar sobre las acusaciones que varias compa?eras han hecho en mi contra. Respeto que estas mujeres finalmente se sintieran lo suficientemente c¨®modas para hablar y quiero que sepan que realmente lamento el dolor que les caus¨¦. Acepto toda la responsabilidad de mis acciones¡±.
Entre el primero y este segundo comunicado median siete meses y varios acontecimientos. Quiz¨¢ tambi¨¦n 500.000 d¨®lares. Los que, seg¨²n The New York Times, Domingo habr¨ªa estado dispuesto a desembolsar al AGMA para minimizar los da?os. Pero han sido sus propias palabras las que le han acarreado m¨¢s consecuencias. De la fase en que algunos se enrocaron de defensa cerrada pasamos a la queja y a la decepci¨®n: hab¨ªa dejado en evidencia a amigos, medios y, lo que es m¨¢s grave, teatros como el Real que salieron p¨²blicamente en su defensa el pasado verano, casi sin venir a cuento.
Todo ha acarreado serias consecuencias. Los teatros espa?oles romp¨ªan la posici¨®n europea y cancelaban compromisos con el artista. Todos sus citas: en el Palau de les Arts de Valencia, en el festival de ?beda, en los teatros de La Zarzuela y el Real de Madrid, la ciudad en la que naci¨® hace 79 a?os. El lugar donde pensaba retirarse al cumplir los 80, en enero de 2021.
¡°De seguir, tendr¨¢ que centrar su carrera en Rusia o Asia¡±, aseguran responsables de teatros espa?oles
Quiz¨¢ no llegue a tanto encima de un escenario. Seguramente habr¨ªa debido decir adi¨®s mucho antes. Resultaba tentador aconsej¨¢rselo. Cuando entre todos los periplos aterriz¨® en Valencia para hacer Nabucco, nos concedi¨® una entrevista. Sent¨ªa la necesidad imperiosa de reivindicarse. Pero no encontr¨¦ al Pl¨¢cido seguro de s¨ª mismo de otras ocasiones. Era el Domingo aturdido, rabioso, desconcertado, sin norte, que matiza y matiza sin fin sus posiciones en privado y en p¨²blico. Con el objetivo de que ambos nos sinti¨¦ramos c¨®modos, le propuse un pacto: ¡°Para que yo pueda preguntar lo que debo y usted responder lo que considere oportuno, podr¨¢ matizar por escrito todas sus respuestas. Le dar¨¦ una copia¡±. Nos lo permite el Libro de estilo de EL PA?S. Acept¨®.
Aquel Pl¨¢cido andaba tocado. Lejos del que hace tan solo cuatro a?os protagonizara an¨¦cdotas propias de un desacomplejado divismo. Aqu¨ª una que lo ilustra bien: cuando Pedro S¨¢nchez se enroc¨® en el famoso ¡°no es no¡± que lo hundi¨® a corto plazo y lo catapult¨® despu¨¦s, le dijo a ¨¦l y a su mujer, Bego?a G¨®mez, en presencia de unos comensales cercanos al cantante: ¡°Mira que sois guapos, verdaderamente guapos¡, pero en Espa?a ?tiene que gobernar Rajoy!¡±. Ese era el Domingo acostumbrado a tratar con mandatarios y decidir cuestiones de pol¨ªticas culturales tanto en Madrid como en Washington y Los ?ngeles. El que depart¨ªa con la reina de Inglaterra o con varios presidentes de Estados Unidos. El que hab¨ªa recibido la bendici¨®n de cinco pont¨ªfices ¡ªdesde Juan XXIII al actual¡ª o contaba entre sus l¨ªderes favoritos con trato personal a Gorbachov, a Isaac Rabin, a Nelson Mandela, a V¨¢clav Havel¡
La guinda de todos los espect¨¢culos, las recepciones o los shows televisivos. El ¨²nico espa?ol que dio el salto de los escenarios elitistas de la ¨®pera a ser tambi¨¦n rey de la cultura pop: la figura que hab¨ªa pasado de ser Pl¨¢cido Flamingo en Barrio S¨¦samo y cantar a la cerdita Peggy a formar parte del universo de Los Simpson junto a Homer en el cap¨ªtulo dos la 19? temporada. El urdidor junto a Pavarotti, Carreras y Zubin Mehta de los Tres ?Tenores sin dejar de lado sus plusmarcas en la historia de la ¨®pera. Haza?as tales que le catapultaron hasta llegar a ser considerado en una encuesta de la BBC de 2008 el mejor tenor de todos los tiempos, por encima de Enrico Caruso y Pavarotti.
Junto a una b¨²squeda obsesiva ¡ªy leg¨ªtima¡ª de la popularidad, Domingo sumaba hitos en la exigencia de su estricta profesi¨®n. Llegaba a alcanzar el mayor n¨²mero de papeles cantados nunca por un int¨¦rprete de ¨®pera ¡ª?alrededor de 150¡ª, se coronaba como el que m¨¢s veces se ha metido en la piel de Otelo, sumaba d¨¦cadas de continuidad sin atisbo de abandono en los teatros de mayor exigencia: La Scala milanesa, Salzburgo, el Metropolitan de Nueva York, el Covent Garden de Londres¡
Lugares en los que debe primar ahora una reflexi¨®n que no se ha dado, seg¨²n el cr¨ªtico y escritor brit¨¢nico Norman Lebrecht: ¡°Los teatros y las orquestas, en estos tiempos de crisis, dependen en parte de ciertos taquillazos. Se pueden contar con la mano los que actualmente lo consiguen: Anna Netrebko, Jonas Kaufmann o Joyce DiDonato en Estados Unidos, y de eso se trata. De una cierta dependencia en el mundo de la cultura que concede licencia sin l¨ªmites a los que demuestran m¨¢s brillo para hacer lo que les plazca al tiempo que se arrodillan ante ellos para que no cancelen sus compromisos. Y eso es insano y humillante econ¨®mica y psicol¨®gicamente. El mundo de la m¨²sica debe superar esa dependencia y crear un frente de int¨¦rpretes carism¨¢ticos de los que el p¨²blico se pueda fiar¡±.
En el caso de Domingo, el divismo, entendido a su manera, vivi¨® su ¨¦poca de adaptaci¨®n al medio. Hoy, como en el mercado de divisas, los teatros se miran unos a otros a ver c¨®mo fluct¨²a la marca: ¡°Los m¨¢nagers europeos sospechaban lo que ocurr¨ªa antes de que saltara el caso de las denuncias, pero les preocupaba m¨¢s la venta de entradas. Esto va a cambiar despu¨¦s de la decisi¨®n de los teatros espa?oles de cancelarle los compromisos¡±, asegura Lebrecht.
La realidad es que en Europa se le van cerrando tambi¨¦n puertas. Apenas le quedan cartas que jugar. Quiz¨¢ haya llegado el momento en que se vea obligado a forzar un mutis por el foro. Aun as¨ª, algunos de los responsables de teatros con los que ha tratado su entorno aseguran que Pl¨¢cido conf¨ªa todav¨ªa en una salida m¨¢s digna. Incluso regresos apote¨®sicos en teatros de Estados Unidos. ¡°Eso denota estar fuera de la realidad¡±, admiten gestores consultados en Espa?a. ¡°En Estados Unidos ya no tiene apoyo alguno, en Europa veremos d¨®nde aguanta. De seguir, tendr¨¢ que centrar su carrera en Rusia y Asia¡±. ?Para qu¨¦ obcecarse con esta din¨¢mica in¨²til desafiando las leyes de su trayectoria menguante? ?l, m¨¢s que nunca, intu¨ªa la salida en el encuentro que mantuvimos en Valencia: ¡°Solo deseo que los d¨ªas buenos sean quiz¨¢ m¨¢s largos, y los malos, m¨¢s cortos¡±.
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