Todos los virus, y no solo el coronavirus
Podemos debatir si estos seres son ¡°vida¡± o no mientras ayudamos a nuestro sistema inmunol¨®gico a ganar la batalla y aburrimos a la enfermedad conden¨¢ndola a que no encuentre otros cuerpos en los que perdurar
Entre la mucha informaci¨®n aparecida estos d¨ªas sobre el coronavirus, echo en falta un relato m¨¢s general que explique la existencia de estos seres que la mayor¨ªa de los expertos rechazan aceptar como ¡°seres vivos¡±. En estas l¨ªneas pretendo explicar por qu¨¦ todos ellos son grandes supervivientes y temibles agentes infecciosos desde una perspectiva evolutiva, sin darle especial relevancia al que nos aterra estos d¨ªas.
Un virus puede ser algo tan sencillo como un peque?o fragmento de ADN (o de su hermano mellizo, el ARN, como en el caso del coronavirus) envuelto por unas cuantas prote¨ªnas: una mol¨¦cula, arropada por otras. Esas prote¨ªnas de la envoltura del virus tienen una determinada forma, es decir, una estructura tridimensional. La vida de un virus empieza cuando la forma de esas prote¨ªnas que lo envuelven encaja con la de las prote¨ªnas del exterior de una c¨¦lula como una llave en una cerradura. En ese momento el virus, o al menos el ADN v¨ªrico, ingresa en esa c¨¦lula hospedadora, que puede ser de un animal, de una planta, de un hongo o, incluso, de una bacteria. Imaginemos que es nuestra.
Ese ADN que ingresa en el interior de una de nuestras c¨¦lulas es tratado como propio y le¨ªdo. Todos los ADN son manuales de instrucciones, as¨ª que nuestras c¨¦lulas conocen su c¨®digo. En ¨¦l est¨¢n las instrucciones para generar nuevas copias del ADN v¨ªrico, as¨ª como para fabricar y ensamblar las prote¨ªnas de la envoltura. Tan pronto como ocurra, el virus se habr¨¢ replicado. En este proceso nuestra c¨¦lula es sobreexplotada por el virus y realiza miles o millones de copias del virus desatendiendo las labores habituales de una c¨¦lula, las que ser¨ªan favorables para nuestra vida cotidiana. Por tanto, el virus, adem¨¢s de replicarse desmedidamente, exten¨²a y frecuentemente destruye la c¨¦lula hospedadora.
Nuestro cuerpo no se queda de brazos cruzados. Tenemos un ej¨¦rcito preparado para destruir al enemigo
Una vez las nuevas copias abandonan la c¨¦lula abusada, los virus siguen autom¨¢ticamente su proceso. Destruir¨ªan por completo todas las c¨¦lulas donde puedan ingresar a costa de sacar copias de s¨ª mismos, hasta el punto de que matar¨ªan a su hospedador mientras mantienen su expansi¨®n por el cuerpo. Por culpa de su il¨®gica din¨¢mica de crecimiento, estar¨ªan condenados a extinguirse en el primer cuerpo que infectasen, al explotarlo hasta su muerte. Pero generalmente, antes de que eso ocurra, los virus saltan a otro cuerpo, se contagian. Esta desbocada tendencia v¨ªrica a la multiplicaci¨®n nos puede explicar por qu¨¦ muchos virus muy agresivos tienen una tasa de contagio menor: no dejan tiempo a que sus hospedadores hagan el papel de vectores de transmisi¨®n. Si eliminan a sus portadores destruyendo sus c¨¦lulas antes de dar el salto a otro cuerpo, se autodestruyen. Tambi¨¦n nos explica por qu¨¦ es tan importante el aislamiento de los hospedadores (nosotros) en caso de pandemia, confinamos a los virus a pelear contra un solo cuerpo sin oportunidad de huir a otro m¨¢s d¨¦bil. El coronavirus no es muy agresivo, pero s¨ª muy contagioso, su efectividad se basa en cambiar de cuerpo antes de perder la guerra contra nuestro sistema inmunol¨®gico.
En esta historia faltaba introducir al personaje m¨¢s atractivo desde nuestra interesada perspectiva: el sistema inmunol¨®gico del hospedador. Nuestro cuerpo no se queda de brazos cruzados mientras el virus revienta c¨¦lulas, tenemos todo un ej¨¦rcito preparado para reconocer prote¨ªnas extra?as que no pertenecen a nuestro cuerpo como las que envuelven a los virus. Por tanto, tenemos mecanismos para destruir virus, pero su efectividad requiere tiempo y un buen estado de salud general, y cuando no hay medicamentos o vacunas, el sistema inmunol¨®gico es el ¨²nico encargado de ganar la batalla. Una dificultad a?adida es que nunca haya conocido a un rival parecido, porque eso implica que tardar¨¢ en identificarlo como enemigo y en elaborar las armas espec¨ªficas para atacarlo.
Cabe se?alar que los virus no pueden ingresar en todas las c¨¦lulas. En primer lugar, los virus solo saben infectar a una especie (son especie-espec¨ªficos). Esta exclusividad perdura hasta que su ADN muta produciendo modificaciones en sus prote¨ªnas externas que pasan a encajar con distintas cerraduras. Este proceso es improbable, pero si recibimos muchos virus de otros animales al final acabamos top¨¢ndonos con uno que se sabe nuestra clave de acceso. As¨ª ocurri¨® en diciembre, momento en el que un nuevo virus inauguraba un nuevo nicho que infectar. Dentro de una misma especie, esas prote¨ªnas que envuelven al virus solamente reconocen las prote¨ªnas de algunos tipos celulares del hospedador. Esto es as¨ª porque no tenemos las mismas prote¨ªnas en el exterior de todas nuestras c¨¦lulas. Aunque todav¨ªa queda mucho por descubrir, seguramente la cerradura que emplea el coronavirus sea una prote¨ªna que no se encuentra en la membrana que rodea nuestras c¨¦lulas del p¨¢ncreas, por ejemplo, pero abunda en las c¨¦lulas que forman el tracto respiratorio.
No son seres arcaicos menos evolucionados, sino trozos de ADN gamberro con ambici¨®n desmedida para replicarse
Me olvido de los virus por un momento para enmarcarlos entre el resto de los elementos de la biolog¨ªa. Los seres vivos somos un conjunto de reacciones moleculares, somos pura qu¨ªmica. Pero esas mol¨¦culas y reacciones que nos constituyen se caracterizan por tener la habilidad de dejar copias de s¨ª mismas antes de desaparecer; por eso la qu¨ªmica pasa a llamarse biolog¨ªa. El ¨¢cido desoxirribonucleico, el ADN, es una mol¨¦cula fascinante porque tiene capacidad replicativa, sabe gestionar la forma de sacar copias de s¨ª mismo. El ¨¢cido n¨ªtrico, por ejemplo, tambi¨¦n es un ¨¢cido, pero no sabe autocopiarse. Lo fascinante de la vida que reside en bacterias, hongos, plantas y animales, es decir en seres vivos, es que en su interior el ADN sabe orquestar a todos los elementos de su entorno para realizar acciones coordinadas que llevan a la supervivencia de estas c¨¦lulas. Y m¨¢s a¨²n, a su reproducci¨®n, a sacar copias de la c¨¦lula o de los individuos, est¨¦n constituidos por una sola, como las bacterias, o miles de millones de c¨¦lulas, como nosotros. El ADN sabe c¨®mo gestionar que las c¨¦lulas y los individuos que las portan sean capaces de sobrevivir y de reproducirse, de sacar copias m¨¢s o menos precisas de ellos mismos (y, por supuesto, de ¨¦l mismo). Pero para coordinar la supervivencia y la reproducci¨®n de los seres vivos, el ADN necesita estar en el interior de una c¨¦lula, una esfera sofisticada repleta de maquinaria compleja. Los virus participan de la vida porque tambi¨¦n funcionan orquestados por una mol¨¦cula de ADN, pero que no est¨¢ dentro de una c¨¦lula sino apenas recubierta de una armadura de prote¨ªna. Los virus no son nuestros parientes evolutivos, como s¨ª lo son todos los seres celulares: animales, las plantas, los hongos e incluso las bacterias. Los virus no son seres arcaicos menos evolucionados, son trozos de ADN gamberro que surgen peri¨®dicamente por culpa de esa ambici¨®n desmedida que tiene ese curioso ¨¢cido (el ADN) por usar su entorno para replicarse. Los virus son la m¨ªnima expresi¨®n de la capacidad de reproducirse, eso s¨ª por cuenta ajena y requiriendo un conjunto enorme de casualidades. Por ser solamente un fragmento de ADN se consideran un trozo de qu¨ªmica suelto, pero como saben copiarse quiz¨¢ son tambi¨¦n biolog¨ªa. Sugiero que nos distraigamos pensando si nuestros actuales peores enemigos son ¡°vida¡± o no, mientras ayudamos a nuestro sistema inmunol¨®gico a ganar la batalla y aburrimos al virus conden¨¢ndolo a que no encuentre otro cuerpo en el que perdurar.
Miguel Pita es genetista, profesor e investigador en la Universidad Aut¨®noma de Madrid, es autor de El ADN dictador (Ariel).
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