Se burlaron de Esther. No sab¨ªan que era una pionera del vino ecol¨®gico
Le dijeron: ¡°Vas a matar de hambre a tu familia¡±. Sin embargo, Esther Teijeiro decidi¨® dejar de ¡°envenenar¡± sus vides con herbicidas y se convirti¨® en una adelantada de la viticultura verde en Galicia.
A finales del siglo pasado brot¨® en la Ribeira Sacra, entre los vi?edos que abrazan al r¨ªo Mi?o, una peculiar revoluci¨®n. Su l¨ªder y ¨²nica insurrecta fue Esther Teijeiro Lemos, una labriega de Chantada (Lugo) que con m¨¢s de 60 a?os decidi¨® dejar de ¡°envenenar¡± las vides con herbicidas. Sus colegas viticultores se rieron de ella. Le auguraron: ¡°Vas a matar de hambre a tu familia¡±. Y advirtieron a su marido de que su esposa ¡°se estaba poniendo sus pantalones¡±. Pero ella no cej¨® en su empe?o. En 2003 recibi¨® el primer sello de vino ecol¨®gico que se emiti¨® en Galicia.
Esther, hu¨¦rfana de madre y padre a los 15 a?os, alumbr¨® su mentalidad ecologista por instinto, observando la tierra en la que su familia cultivaba uva desde sus bisabuelos. Recuerda aquel momento de inspiraci¨®n sentada en la peque?a bodega de vino ecol¨®gico que cre¨® en 2000, Adegas Diego de Lemos, con 84 a?os de vitalidad y varios premios en el cesto: ¡°Me par¨¦ y pens¨¦: ¡®Esta tierra est¨¢ enferma. No echa hierba¡¯. Y me acord¨¦ de mis padres, de que ellos no usaban ni herbicidas, ni insecticidas. Ah¨ª empez¨® todo, pero fue muy duro porque nadie cre¨ªa en m¨ª¡±.
Ni ella se explica c¨®mo pudo aguantar el chorreo de burlas, papeleos y dificultades t¨¦cnicas que afront¨®. No ten¨ªa ni tel¨¦fono y lleg¨® a recorrer a pie a diario el kil¨®metro que separaba su casa de una cabina para llamar a la Administraci¨®n y completar tr¨¢mites. Los funcionarios levantaban la ceja con escepticismo cuando ve¨ªan a esta mujer menuda al otro lado de la ventanilla. Fueron tres a?os de reconversi¨®n de cepas y burocracia. La agricultura ecol¨®gica no estaba entonces en su vocabulario. Ella lo llamaba producir ¡°sano¡±. ¡°Lo hice sin permiso de mi marido y eso ya fue una revoluci¨®n, pero estaba convencida de que era el futuro¡±, reflexiona. Empez¨® a proteger los cultivos de la contaminaci¨®n qu¨ªmica separ¨¢ndolos del resto con mamparas. Bajo sus vides brot¨® un manto verde. ¡°Mira c¨®mo florecen tus vi?as, Esther¡±, bromeaban sus vecinos. El primer a?o baj¨® la producci¨®n porque ¡°la tierra no estaba acostumbrada¡±, pero luego se recuper¨®, y resulta que nadie muri¨® de hambre en casa de Esther.
La bodega Diego de Lemos, que toma su nombre del abuelo de la matriarca ¡ªy coincide con el de un l¨ªder de las Revoltas Irmandi?as que se produjeron en Galicia en el siglo XV¡ª, da trabajo a sus dos hijos y a su nieto en¨®logo. Produce entre 10.000 y 13.000 botellas de tinto menc¨ªa y blancos godello y treixadura en unas vi?as libres de qu¨ªmica y maquinaria, y su fundadora sigue escalando sus escarpados vi?edos. A la viticultura en esta ribera la llaman heroica por el esfuerzo que requiere acceder a las cepas. Antes los cestos de uva se bajaban al r¨ªo para cargarlos en barcas; ahora se suben a la carretera y se meten en un cami¨®n. Ella le quita importancia al poder¨ªo de su cuerpo octogenario: ¡°Ya solo trabajo 8 o 10 horas al d¨ªa¡±.
Se enorgullece de ¡°hacer algo que no perjudica la salud¡± y critica a quienes solo quieren producir mucho para enriquecerse. En mayor medida que los no ecol¨®gicos, su vino no sabe igual todos los a?os, depende de una impredecible combinaci¨®n de horas de sol y humedad. ¡°Es el azar, la naturaleza. As¨ª ten¨ªa que ser todo¡±, suspira.
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