?Por qu¨¦ es el momento de hacerte fan del f¨²tbol australiano?
Sin liga y sin Champions ?Echas de menos animar a tu equipo? Tenemos la soluci¨®n. La liga de f¨²tbol australiano acaba de empezar. Un experto nos cuenta c¨®mo es y cu¨¢l es tu equipo, seg¨²n de quien seas hincha en Espa?a
Un deporte de equipo en el que se corre, se salta, se chuta y se choca. Que se disputa en estadios abarrotados, ante un p¨²blico entusiasta, a un ritmo muy vivo, sin apenas interrupciones. Con rivalidades hist¨®ricas, marcadores muy altos, velocidad a raudales y mucho contacto f¨ªsico. Australia y su peculiar f¨²tbol con reglas locales (aussie rules) son el rayo de esperanza que llega de las ant¨ªpodas. El coronavirus nos est¨¢ haciendo sufrir el eclipse de deporte de ¨¦lite m¨¢s largo desde el final de la Segunda Guerra Mundial. La NBA fue pionera en echar el cierre por alarma v¨ªrica y el resto de competiciones fueron cayendo a continuaci¨®n, como un castillo de naipes. Incluso la liga de f¨²tbol rusa ha dejado de disputarse tras una semana negando tercamente la adversidad y la evidencia.
A los aficionados al deporte solo nos queda Australia. Un pa¨ªs que se asoma al oto?o del hemisferio sur alejado de los principales focos de infecci¨®n y que resiste, como los irreductibles galos, ahora (?y siempre?) al apag¨®n deportivo causado por la pandemia. Es m¨¢s, la liga de f¨²tbol australiano (AFL) ha arrancado precisamente hoy, con el partido de apertura en Melbourne entre los actuales campeones, Richmond Tigers, y Carlton Blues. Eso nos ofrece la oportunidad de subirnos al carro y seguir el torneo desde el principio, paliando as¨ª con una fruta ex¨®tica nuestra hambre de competiciones de ¨¦lite.
Eso s¨ª, olviden esta vez lo de los estadios abarrotados y el p¨²blico entusiasta. Tendr¨¢ que esperar a mejor ocasi¨®n. La temporada 2020 de la AFL se va a disputar, hasta nueva orden, a puerta cerrada, dado que el pa¨ªs, a pesar de registrar hasta la fecha apenas 300 casos de Covid-19, est¨¢ empezando a imponer restricciones y ya est¨¢ poniendo en cuarentena a todos los extranjeros que aterrizan en sus aeropuertos. Un integrante del cuerpo t¨¦cnico de los Tigers, mientras sus chicos sal¨ªan a calentar en un silencio g¨¦lido, ante las gradas vac¨ªas, ha declarado: ¡°Esta es la mierda m¨¢s extra?a que he visto nunca en un estadio¡±. Pero el caso es que los partidos han empezado ya a disputarse y pueden verse online en p¨¢ginas como la de la propia federaci¨®n, afl.streamonline.live. La llama del deporte sigue encendida en Australia.
Andrew Mueller, periodista australiano radicado en Rino Unido, se ha propuesto convencer al mundo de que el mejor f¨²tbol es el de las ant¨ªpodas. Expone sus razones en Carn, un libro ilustrado que pretende ser un homenaje ¡°al deporte y al pa¨ªs en que se practica¡± a trav¨¦s de ¡°50 de los mejores partidos de la historia de la ya extinta Victorian Football League y su sucesora, la AFL, desde 1897 a nuestros d¨ªas¡±. Es la obra de un erudito, pero tambi¨¦n un apasionado y un ap¨®stol. Mueller sabe que los deportes de equipo solo se disfrutan de verdad cuando tomas partido. El aficionado imparcial, el simple degustador de la excelencia deportiva, es una entelequia. O no existe o nunca ser¨¢ un verdadero aficionado. Nunca pasar¨¢ de simple turista. Por eso, ¨¦l lleva un par de d¨ªas ofreciendo en su perfil de Twitter un servicio impagable en periodos de reclusi¨®n forzosa: si te est¨¢s planteando convertirte a la religi¨®n del ¡°verdadero f¨²tbol¡±, t¨² le dices de qu¨¦ equipo de cualquier otro deporte eres seguidor y ¨¦l te asigna a la escuadra de la AFL a la que deber¨ªas de apoyar a partir de ahora. Recogemos el guante, y Mueller nos responde al instante: ¡°?Eres del Espanyol? ?Del rival resentido de un vecino fanfarr¨®n que acapara todos los focos en una ciudad portuaria en la que conviven dos equipos de ¨¦lite? Hazte de los Fremantle Dockers¡±. Tiene sentido. El equipo de los suburbios de Perth padece desde hace d¨¦cadas la tiran¨ªa deportiva de sus vecinos, los West Coast Eagles, cuatro veces campeones de la AFL. El a?o pasado, los sufridos Dockers, con 9 derrotas y 13 victorias, quedaron decimoterceros en una liga de 18 integrantes, muy lejos de los Eagles, que fueron quintos y se clasificaron para las eliminatorias finales. Cualquier aficionado del Espanyol empatizar¨ªa con esta trayectoria de modestia, sufrimiento y comparaciones odiosas.
Mueller tiene un argumento de peso para convencer a los aficionados espa?oles de que vale la pena apostar por el f¨²tbol australiano: ¡°?Para empezar, qu¨¦ alternativas ten¨¦is? ?Es que acaso hay alg¨²n otro deporte que pueda verse estos d¨ªas?¡±. Adem¨¢s, en su opini¨®n, ¡°este f¨²tbol es mejor que el otro. M¨¢s r¨¢pido, m¨¢s intenso, m¨¢s t¨¦cnico. En serio, en cuanto lo pruebas no hay vuelta atr¨¢s¡±. En su af¨¢n proselitista, Muller ha intentado buscar incluso un jugador de origen espa?ol con el que los aficionados de aqu¨ª pudi¨¦semos identificarnos: ¡°Ahora mismo no hay ninguno. Paul Licuria, jugador de Collingwood, ten¨ªa una madre espa?ola, pero ya est¨¢ retirado. Hay un chico muy joven llamado Flynn P¨¦rez que forma parte de la plantilla de North Melbourne, pero a¨²n no ha debutado en la liga y ni siquiera estoy seguro de que sea de origen espa?ol¡±.
El periodista australiano nos pide que nos fijemos en un jugador en concreto, Jeremy Howe, de Collingwood, y en su facilidad para recoger pases largos en el aire saltando por encima de sus rivales, lo que en el argot del juego se llama hacer una ¡®marca¡¯ (mark): ¡°Echadle un vistazo en Youtube, es un aut¨¦ntico espect¨¢culo¡±. Aunque la principal raz¨®n para devorar los partidos de este deporte tan lejano y ex¨®tico es, seg¨²n Mueller, ¡°la extraordinaria velocidad a la que se desarrolla todo: no hay tiempos muertos ni minutos de la basura, siempre est¨¢ pasando algo interesante¡±.
?l es seguidor ac¨¦rrimo de los Cats de Geelong, un equipo de las afueras de Melbourne: ¡°Mi familia vivi¨® cerca de su estadio durante un a?o y mi padre me llevaba a verlos todos los domingos. La verdad es que tard¨¦ muchos a?os en celebrar un gran ¨¦xito de mi equipo, pero mi mejor recuerdo como aficionado es estar presente en el Melbourne Cricket Ground cuando los Cats ganaron la gran final de 2011¡±. La gran final se disputa a partido ¨²nico en septiembre, tras una larga temporada regular y una fase de eliminatorias para las que se clasifican los ocho primeros: ¡°Es uno de los grandes acontecimientos deportivos del a?o en Australia y por lo general asisten m¨¢s de 100.000 espectadores¡±.
De cara a la temporada que acaba de empezar, Muller cree que los ¡®tigres¡¯ de Richmond vuelven a ser claros favoritos, ¡°pero los Greater Western Sydney Giants pueden tener opciones si se recuperan psicol¨®gicamente de la tremenda paliza que encajaron en la final¡±. Collingwood y West Coast tambi¨¦n podr¨ªan tener opciones ¡°y a los Cats de Geelong les sobra talento, as¨ª que tampoco hay que descartarlos¡±. El equipo sorpresa podr¨ªa ser Western Bulldogs, perdedores cr¨®nicos (¡°menos en 2016¡±) que este a?o parecen en condiciones de ¡°darle un buen susto a m¨¢s de un favorito¡±. En cuanto a jugadores, Mueller nos anima a que nos fijemos en Dustin Martin, de Richmond, ¡°uno de los centrocampistas m¨¢s completos que ha dado este deporte¡±, Lance Franklin, de Sydney, un veterano que puede haber perdido algo de velocidad, pero sigue siendo un delantero formidable¡± y Patrick Dangerfield, de sus adorados Cats, ¡°aunque puede que esta ¨²ltima recomendaci¨®n no sea del todo objetiva¡±.
Armados hasta los dientes con la informaci¨®n que nos ha dado Mueller, nos registramos en la web de la AFL y nos disponemos a ver el partido. A un observador profano, el f¨²tbol australiano puede parecerle un deporte m¨¢s visceral que t¨¢ctico. Lo juegan dos equipos de 18 jugadores en un campo ovalado de grandes dimensiones, hasta 185 metros de largo por 155 de ancho. En cada extremo del campo hay dos postes centrales, los que delimitan la porter¨ªa, y dos laterales. Los goles valen seis puntos y se producen cada vez que el bal¨®n (tambi¨¦n ovalado, casi id¨¦ntico al de rugby) entra en la porter¨ªa. Si golpea en uno de los postes principales o pasa entre el poste principal y el lateral se produce un ¡®behind¡¯ o gol trasero, un magro premio de consolaci¨®n que vale solo un punto.
Los jugadores se agrupan en tres posiciones b¨¢sicas: los defensas, que intentan placar a los delanteros contrarios, los centrocampistas, que distribuyen juego buscando a compa?eros desmarcados, como los quarterbacks del f¨²tbol americano, pero generalmente con el pie, y los delanteros, que reciben esos pases largos y tiran a puerta. Se puede avanzar con el bal¨®n en la mano, pero hay que botarlo cada cinco metros, en una rutina que recuerda al baloncesto, un deporte con el que comparte tambi¨¦n el salto neutral. Los partidos son una vertiginosa sucesi¨®n de carreras y pases con pies y manos hasta que el equipo que lleva el bal¨®n alcanza la zona de tres cuartos y busca el hueco para chutar a palos. Los goles son casi continuos, hasta cerca de 50 por partido. A veces se consiguen desde distancias inveros¨ªmiles o posiciones muy escoradas, sin apenas ¨¢ngulo. Los placajes est¨¢n permitidos por debajo de los hombros y por encima de la rodilla. Aunque las dimensiones del campo y lo relativamente sencillo que resulta marcar goles hacen que los ataques predominen sobre las defensas, los expertos insisten en que los grandes equipos son aquellos que dominan territorialmente a sus rivales jugando en cancha contraria y defendiendo con contundencia lejos de su porter¨ªa.
Como en su primo hermano el rugby, en el f¨²tbol australiano hay jugadores de muy distintos tipos: muy altos y muy bajos, con buen pie y con buena mano, robustos y ¨¢giles, velocistas y corredores de fondo. Sus cuatro tiempos de 20 minutos se hacen extenuantes para el que los juega y, sobre todo si el intercambio de golpes es continuo y los marcadores estrechos, trepidantes para el que los ve. Resulta entretenido incluso con las gradas vac¨ªas, en un partido de apertura sin mucha tensi¨®n competitiva y visto desde Espa?a en pijama, en una ma?ana de finales de invierno, en plena cuarentena, a 15.000 kil¨®metros de distancia. Por cierto, en el partido de hoy, los Tigers han acabado derrotando a sus rivales por un contundente 105 a 81, un claro s¨ªntoma de que conservan la inercia ganadora de la temporada pasada. Puede que Mueller est¨¦ en lo cierto: siempre nos quedar¨¢ Australia.
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