Serenidad
Callarse es alejarse de la estulticia de los pol¨ªticos que aprovechan el remolino para abonar la confusi¨®n, justificar sus muros y desvelar como nunca antes su profundo racismo
Lo sabe bien el enfermo de alcoholismo ¨Cya en el sendero de la sobriedad o bien, en alg¨²n espejismo de borrachera o cruda: el Mal viene acompa?ado de Mentira, Desidia, Soberbia y Demencia. S¨®lo sirve bajarse del tren, apearse en la estaci¨®n que dice ¡°Fondo¡± y quitarse del alma la renegada obstinaci¨®n de pensar que uno puede volver a subirse al vag¨®n o conducir la locomotora del delirio y ecualizar el et¨ªlico desmadre descontrolado como si fueras un dios. El alcoh¨®lico se aferra a una luz entre verbal y epid¨¦rmica que se vuelve mantra de por vida: merecer una creciente serenidad para aceptar que hay cosas, circunstancias y hechos que simple y sencillamente Uno no puede cambiar; por ende, nos ayuda avanzar en sobriedad buscar el valor de veras, el empe?o incansable y el callado af¨¢n para merecer el coraje para cambiar hechos, circunstancias y cosas que s¨ª son mutables, pero sobre todo para que esas dos formas del karma cuajen en el alma se precisa de sabidur¨ªa para reconocer la diferencia.
Hay quien no se entera que no se entera de que no se puede cambiar la hora para llegar a la cita a la que se falt¨®, que Escocia existe y que no fue penal el clavado de Robben vestido de Holanda. Luego, hay quienes creen que no se puede corregir una falta de respeto o asumir pedir perd¨®n o alterar los malos h¨¢bitos que van mancillando hasta el rostro¡ y s¨ª, no todo mundo cultiva la b¨²squeda de un sabio discernimiento que nos permita diferenciar lo inasible de lo imposible y lo f¨²til de lo permanente.
Hay una especie de ebriedad en la inocente demencia de quienes comparten noticias falsas, obnubilados en las filfas del Feis compartiendo nociones inverificables y hay una suerte de borrachera delirante entre quienes se toman a la ligera advertencias globales de nubarrones palpables y hay una juerga que parece divertida en alargar la comicidad de las tragedias hasta que empiezan a desfilar los f¨¦retros y desaparecen pr¨®jimos o pr¨®ximos o personajes pendientes. Hay unas ganas de empedarse en la reclusi¨®n de la cuarentena y vociferar imprudencias, desahogar complejos por medio de la ira irrefrenable y s¨ª, hay un casi incontrolable antojo por adormecer el hipot¨¢lamo aunque sea con una dosis de rompope¡ pero apelamos a la serenidad, exhortemos a la cordura del silencio, el respeto por los muertos, el homenaje que merecen las ambulancias y los m¨¦dicos, las enfermeras y los camilleros, los que custodian el orden entre tanto desorden, la callada resignaci¨®n de quien apenas puede volver a respirar y el dolor indescriptible de miles de familias que ya han perdido a alguien amado por obra y gracia de una gripe, de un virus que va de boca en boca.
Callarse es alejarse de la estulticia de los pol¨ªticos que aprovechan el remolino para abonar la confusi¨®n, justificar sus muros y desvelar como nunca antes su profundo racismo. Callarse es pretexto para leer no s¨®lo libros sino todas las p¨¢ginas imaginarias de lo que d¨¢bamos por hecho: andar por las calles de siglos y abrazar al amigo que hace apenas dos d¨ªas llevamos una eternidad sin verlo. Callar es besarse ahora que no se puede y callar es dormir al lado de Ella, ahora que est¨¢ lejos y callar es pensar que todo esto ¨Cpendiente de explicaciones¡ªes una burbuja imprevista que bien puede sacudir la pesada pereza de quienes han postergado todo y siempre, para callarse y enfrentar con tapabocas a tanto engre¨ªdo que cree siempre tener la raz¨®n en todo y siempre. Callarse es tambi¨¦n cambiar para quien no ha hecho m¨¢s que ecolalia y tarabilla toda la vida; Callar es veh¨ªculo aleda?o al observar y no s¨®lo mirar pantallas a lo hueco y callar es caminar por una habitaci¨®n como quien recrea el paseo que queda pendiente.
El alcoh¨®lico calla durante semanas en un humilde proped¨¦utico que antecede al habla como catarsis. Ha de hablar por la boca toda la trayectoria de su carrera alcoh¨®lica; ha de soltar por la boca (por donde tragamos tanto veneno) el soliloquio en tribuna y entre pares an¨®nimos de toda la bebetoria que confirma no s¨®lo su enfermedad sino el lent¨ªsimo proceso de recuperaci¨®n, todo eso que lo distingue del sano, de las personas que no tienen esa enfermedad, que viven una feliz cuarentena continua de cordura y moderaci¨®n. Conciencia que puede ser contagiosa¡ pero sobre todo, consigna que sugiero compartir ocho d¨ªas o en cada amanecer: Serenidad para aceptar lo irremediable o inalterable; Valor para intentar cambiar todo lo mutable y superable¡ y Sabidur¨ªa para distinguir la diferencia entre ambos empe?os. Como dijo un ni?o sabio, esto es dif¨¢cil: parece f¨¢cil pero es dif¨ªcil y es tan dif¨ªcil que puede uno llegar a sentirlo f¨¢cil. Dir¨ªa si no, que van casi veinte a?os que evito ahogarme y libro constantes naufragios con ese trinomio como tim¨®n. Como si fuera ayer.
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