Coronavirus en tiempos del ego
Vivir en esta in¨¦dita situaci¨®n nos tendr¨ªa que cambiar a los que nos encontramos en mejor situaci¨®n
Se dir¨ªa que la maldici¨®n del coronavirus ha desatado, a¨²n no s¨¦ dilucidar si como efecto adverso, otra epidemia, la de la creatividad, y el espacio virtual se ha plagado de figuras p¨²blicas asom¨¢ndose a diario a nuestras pantallas para ense?arnos su vidilla casera: lo que cocinan, el sill¨®n de lectura, la mantita con la que se arropan para ver las noticias. Al v¨¢ter, a pesar de la creciente popularidad del papel higi¨¦nico, a¨²n no hemos llegado. Como ni?os en una descontrolada funci¨®n escolar nos asomamos a las redes cantando Aleluya, aunque no seamos Rufus Wainwright, o leyendo poemas con soniquete porque, a ver, no somos Laurence Olivier ni Nuria Espert; bailamos animando a nuestros seguidores a que bailen con nosotros, creyendo, ay, inocentes, que alguien tras la pantalla nos sigue; leemos parte de nuestra obra como si alguien nos lo hubiera pedido, leemos, s¨ª, destrozando a menudo los textos porque nadie nos ense?¨® a leer bien; damos consejos de autoayuda, o sea, de esos que solo ayudan al que los da; sacamos la esterilla de debajo de la cama, y hemos de limpiarle las bolas de polvo acumulado, nos da la tos seca entonces, y nos ponemos el term¨®metro para comprobar que por esta vez no; luego hacemos delante de la pantalla un saludo al sol, uno y basta, ?al sof¨¢!, y como ya no podemos fardar de cada restaurante al que vamos, hacemos un set en la cocina como si nos hubi¨¦ramos tragado un Mikeliturriaga y estuvi¨¦ramos pose¨ªdos por su mismo gracejo, aunque nuestra receta de tostada con aguacate no tenga mucho desarrollo. Hay m¨²sicos, buenos, regulares y peores, que salen a las terrazas a consolar al mundo, no se sabe por qu¨¦. Hay t¨ªos que salen levantando mancuernas y modelos esquel¨¦ticas comiendo como cerdas. Hay madres jugando con unos ni?os tan guapos que parecen de atrezzo. Hay t¨ªos que dan m¨ªtines y se quedan tan panchos. Hay individuos haciendo el pino ahora mismo que se van a partir el cuello en su propio domicilio e individuas que se retuercen como contorsionistas. La vida se nos ha llenado de actividades extraescolares, aunque solo duran lo que dura la puesta en pantalla. Luego hay que pensar en el siguiente v¨ªdeo.
Menos mal que solo tienen la obligaci¨®n de secundar esta pesadilla de hiperactividad cultural, deportiva y recreativa aquellos que tienen el suficiente nivel econ¨®mico como para mostrar un sal¨®n luminoso y acogedor, con una tele inteligente que contiene todas las plataformas posibles para consumir las series que luego recomiendan; menos mal que solo les toca a ellos, a los que pueden ense?ar una cocina con un ventanal que da a un patio y una encimera con un instrumental que hasta la presente jam¨¢s hab¨ªan utilizado; menos mal que pueden enviarnos mensajes desde su jard¨ªn, desde ese ¨¢tico en el que se contempla, ?lo veis?, una ciudad desierta por la que ahora pasea un jabal¨ª.
Podr¨ªamos pensar en la cara B de esta historia, esa realidad menos favorecedora y menos privilegiada: la de los pisos diminutos con luz escasa en los que es casi imposible sobrellevar el encierro, con seres humanos api?ados en unos casos y habitantes solitarios en otros, ciudadanos ahora mismo desasistidos, necesitados de ayuda para comprar, para asearse o para cocinarse algo decente, esos pisos donde pasan el d¨ªa ni?os abocados a comer pizza en vez de una de esas comidas sanas de las que tanto alardeamos cuando colgamos un v¨ªdeo en Instagram.
Vivir en esta in¨¦dita situaci¨®n nos tendr¨ªa que cambiar a los que nos encontramos en mejor situaci¨®n. Aquellos que gozamos de un encierro m¨¢s privilegiado podr¨ªamos dedicar, por qu¨¦ no, algo de nuestro pensamiento a los que poco tienen y est¨¢n callados por enfermedad o pobreza. La creatividad que hay que activar deber¨ªa ir destinada a paliar el desastre. Y si de verdad quieres ofrecer algo bueno de tu arte: qu¨¦date un tiempo encerrado en tu cuarto. Y a la vuelta de este tortuoso camino, ens¨¦?anos algo hermoso.
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