El discurso de la guerra
No hay un sujeto pol¨ªtico o social que nos desaf¨ªe, ni un centro estrat¨¦gico que dirija las operaciones. Son las leyes de la naturaleza, no las de la historia las que nos interpelan
Esto no es una guerra, por m¨¢s que los l¨ªderes pol¨ªticos apelen reiteradamente a ella. Guerra: lucha armada entre dos o m¨¢s naciones o entre bandos de una misma naci¨®n, dice el diccionario. Estamos combatiendo una epidemia, apelar a la guerra es una forma de humanizaci¨®n del virus. No hay un sujeto pol¨ªtico o social que nos desaf¨ªe, ni un centro estrat¨¦gico que dirija las operaciones. Son las leyes de la naturaleza, no las de la historia, las que nos interpelan. El conocimiento lo aporta la ciencia, a la pol¨ªtica corresponde tomar las decisiones. Evidentemente, estas tienen que atender m¨²ltiples razones ¡ªsanitarias, econ¨®micas, sociales¡ª. Pero hablar de guerra es transferir el problema al ¨¢mbito de la confrontaci¨®n pol¨ªtica. Es lo que hace Donald Trump cuando identifica la Covid-19 como virus chino. Ya ha se?alado al enemigo.
Pero hay m¨¢s, el discurso de la guerra es contradictorio con el principio moral en el que se apoyan nuestros dirigentes: la prioridad absoluta, dicen, es salvar vidas y proteger a los m¨¢s vulnerables. Esta no es la ley de la guerra. En la guerra el c¨¢lculo de muertos es en funci¨®n de los objetivos. Hay que sacrificar las vidas necesarias para conseguir la victoria. Hablar de guerra contra la Covid-19 es dar la raz¨®n a Donald Trump, cuando coloca el nivel de riesgo ¡ªes decir, el n¨²mero asumible de muertos¡ª en funci¨®n de no debilitar la potencia econ¨®mica y geopol¨ªtica del pa¨ªs. Esto s¨ª que es una guerra, pero no contra el virus. Y no creo que sea a la que nos convocan los l¨ªderes europeos, que nos imponen dur¨ªsimas restricciones, a riesgo de una larga crisis econ¨®mica y social, apelando a un principio de solidaridad entre los ciudadanos que, por cierto, olvidaron en sus oraciones al afrontar la crisis de 2008.
El discurso de la guerra tiene todav¨ªa otra deriva alarmante: alimenta la fantas¨ªa autoritaria. Cada vez que veo a un ministro del Gobierno informando flanqueado por galones y medallas militares y policiales me da un cierto escalofr¨ªo. ?Es necesaria esta escenograf¨ªa en un momento en que se pone, con enorme ligereza, a China como modelo y en que la derecha autoritaria espera paciente el d¨ªa despu¨¦s para capitalizar el miedo en Europa? Es obvio que todas las instituciones del Estado deben colaborar en la erradicaci¨®n de la epidemia. Pero ?qu¨¦ aportan las escenificaciones y apelaciones patri¨®ticas en un momento en que la ciudadan¨ªa vive apurada por una situaci¨®n extrema que nos obliga a separarnos de los dem¨¢s, como parad¨®jica forma de estar unidos? Se nos han recortado libertades fundamentales, nadie ha chistado porque somos conscientes del riesgo. Pero el d¨ªa despu¨¦s habr¨¢ que elaborar lo vivido, hacer efectivo el rescate prometido y recuperar la libertad. Los mensajes equ¨ªvocos y los incumplimientos ser¨¢n un valioso capital para el autoritarismo.
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