Palacio helado
Cuando veo la caravana de coches f¨²nebres con las v¨ªctimas del virus entrar al mismo 'parking' donde hace 10 d¨ªas blasfemaba si me tocaba aparcar a 50 metros de la puerta, creo haber sido otra persona en otro tiempo y otro planeta
El Palacio de Hielo de Madrid es, por su cercan¨ªa al trabajo, mi otra casa desde que abrieron. No, no patino, ya quisiera. El complejo, aparte de la g¨¦lida pista que lo nombra, contiene uno de esos centros comerciales que cobijan a 22 grados exactos la vida del barrio. Este, mestizo entre los pijos de Conde Orgaz y los trabajadores de Hortaleza, ofrece adem¨¢s al curioso un gran observatorio del paisanaje aut¨®ctono. Pero una no iba all¨ª a trabajar, sino a huir del trabajo y de s¨ª misma, a ratos. All¨ª he comido cientos de ensaladas C¨¦sar para rematar las horas muertas del horario partido. All¨ª me he dormido docenas de tostones en los cines. All¨ª he comprado miles de pingos sin los que cre¨ªa no poder seguir viviendo para dejarlos luego olvidados en el maletero. All¨ª he o¨ªdo tremendos aquelarres de fin¨ªsimas se?oras repasando exmaridos y novios de Tinder ante el caf¨¦ de media tarde o el copazo de despu¨¦s del curro. All¨ª he visto a pap¨¢s y mam¨¢s solos comiendo con sus ni?os entre familias numerosas un festivo entre semana. A abuelos matando el tiempo en sillones de relax a monedas viendo pasar gente tan fresquitos en verano y calentitos en invierno. All¨ª, en fin, he visto llegar la primavera en el acn¨¦ de los bell¨ªsimos adolescentes del Liceo Franc¨¦s de recreo y tratado de augurar el oto?o de mi vida en los posos de miles de t¨¦s verdes.
Eso es, eso era, el Palacio de Hielo. Un mundo supuestamente perfecto donde no cab¨ªa m¨¢s drama que quedarse sin saldo en la tarjeta. Por eso, cuando veo la caravana de coches f¨²nebres con las v¨ªctimas del virus entrar a destajo al mismo parking donde hace 10 d¨ªas blasfemaba si me tocaba aparcar a 50 metros de la puerta, creo haber sido otra persona en otro tiempo y otro planeta. Lo peor es que es este.
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