Morir por el libre mercado
Algunos republicanos preparan el infame camino que convierta a los m¨¢s ancianos en culpables de la ruina que se prepara
Este virus que va a transformar el mundo tiene ra¨ªces medievales. No hay epidemia sin terrores apocal¨ªpticos, signos extra?os en el cielo y oscuras conspiraciones. Siendo un castigo de los dioses, tambi¨¦n necesita culpables, o al menos chivos expiatorios sobre los que volcar la culpa, unos mecanismos ancestrales que Donald Trump sabe muy bien c¨®mo funcionan. La epidemia era una invenci¨®n dem¨®crata para echarle de la Casa Blanca. Ahora es un virus chino.
Pek¨ªn le ha devuelto la obsesi¨®n conspirativa con la insidia del ministro de Exteriores sobre su origen en el Ej¨¦rcito estadounidense. China es una potencia en ascenso pero con los vicios de las potencias declinantes. Sobresale ahora en su explotaci¨®n propagand¨ªstica del ¨¦xito de Wuhan para exaltar a Xi Jinping, el generoso aspirante a nuevo jefe del mundo que manda m¨¦dicos a Italia y suministros sanitarios a todos los pa¨ªses que se lo piden ¡ªprevio pago por adelantado¡ª, mientras quien fue l¨ªder del mundo libre est¨¢ en otras cosas.
Por ejemplo, rabiando por las recetas contra el coronavirus que le imponen los epidemi¨®logos, esa distancia social insoportable que amenaza con destruir la econom¨ªa y el individualismo. Estados Unidos tiene la suerte de poder contar con el doctor Anthony Fauci, el sabio que ya combati¨® el sida y que ahora es quien manda de verdad en la Casa Blanca en la guerra contra la epidemia. Trump es el comandante el jefe solo a efectos decorativos y de explotar la ret¨®rica b¨¦lica para obtener, como siempre, la m¨¢xima concentraci¨®n de poder en sus manos. Sus arengas no sirven para evitar el contagio, al contrario. Cuando urge convocar a los ciudadanos para que se queden en casa, se apresura a demandar el levantamiento de la medida.
Boris Johnson, que ha seguido la misma pauta, ha desistido ya del darwinismo con el que se dispon¨ªa a sacrificar a los m¨¢s d¨¦biles para salvar la sociedad de mercado. Solo queda Bolsonaro, que supera a cualquiera, tambi¨¦n a Trump, en escepticismo: nada de confinarse, solo es una gripesinha.
El desmoronamiento de los liderazgos occidentales tiene su mejor ejemplo en las ciudades y las entidades regionales, que son las que se han enfrentado a Trump, Johnson y Bolsonaro en la defensa del confinamiento y de la medicina p¨²blica. En vez de dirigir el mundo en su momento m¨¢s grave desde 1945, Trump piensa en los cheques que llegar¨¢n al bolsillo de los electores gracias al soberbio paquete de est¨ªmulo aprobado por el Senado. No parecen importarle mucho las cifras de v¨ªctimas, que crecer¨¢n cuanto m¨¢s relajados sean los confinamientos.
Todav¨ªa va m¨¢s lejos el trumpismo recalcitrante. Sabiendo que los mayores son poblaci¨®n de riesgo, algunos republicanos ya han dado un paso al frente: si hace falta, moriremos por el libre mercado. Preparan as¨ª el infame camino que convierta a los m¨¢s ancianos en culpables de la ruina que se prepara y, por confusi¨®n dolosa entre la enfermedad y la medicina, de la propia epidemia.
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