Qui¨¦n se lleva la bandera

La sociedad italiana, desgarrada por la crisis del coronavirus, ha encontrado en su primer ministro, Giuseppe Conte, un puntal al que agarrarse. Como ¨¦l mismo dijo conmovedoramente: ¡°Estamos distanciados hoy para poder abrazarnos ma?ana¡±. Directo y cercano, la popularidad de Conte se ha disparado desde el inicio de la pandemia. Pese a todos los fallos que se hayan podido cometer y la fr¨¢gil alianza pol¨ªtica que sostiene su Gobierno, hoy todos los italianos miran en la misma direcci¨®n.

Este fen¨®meno de popularidad s¨²bita se conoce en ciencia pol¨ªtica como rally round the flag, algo as¨ª como ¡°agruparse detr¨¢s de la bandera¡±. La idea es que cuando hay una situaci¨®n percibida como de amenaza existencial para la comunidad, todos los ciudadanos apoyan temporalmente a sus gobiernos para superarla. Esto hace que, por ejemplo, ante una guerra (y quiz¨¢ por eso esta ret¨®rica se ha vuelto lugar com¨²n), amplios sectores sociales apoyen a sus dirigentes para encararla.

Aunque la raz¨®n de este fen¨®meno est¨¢ en disputa, una tesis extendida apunta que el cambio de opini¨®n sobre los gobernantes se produce porque los agentes que los fiscalizan cambian su comportamiento. Es decir, que el rally se produce desde arriba hacia abajo. Cuando hay una crisis, la informaci¨®n pasa a ser centralizada por los gobiernos y los l¨ªderes de la oposici¨®n tienden a refrenarse en la cr¨ªtica para no ser vistos como ventajistas. Adem¨¢s, los medios de comunicaci¨®n no siguen sus agendas tradicionales, sino que dan espacio total a la informaci¨®n institucional y muy escaso a los partidos alternativos. El Gobierno pilota totalmente los ritmos comunicativos.

Ante este hecho, la ausencia de cr¨ªtica, la opini¨®n p¨²blica tender¨ªa a pensar que el Gobierno lo est¨¢ haciendo bien y esto generar¨ªa, en ¨²ltima instancia, que la poblaci¨®n se acabara por reagrupar detr¨¢s de ¨¦l. O, incluso, como una profec¨ªa autocumplida, que pensando que la gente ya lo apoya, los propios agentes que lo controlan dejen de criticar al Gobierno y acaben por provocar el rally.

Sea como sea, el debate en el Congreso de los Diputados sobre la pr¨®rroga del estado de alarma ha sido un ensayo general de la gran pelea por apropiarse de la bandera. No sabemos si los espa?oles ven hoy m¨¢s o menos s¨®lido a su Gobierno. Tampoco si ser¨¢ la ¨²ltima vez que se prorrogue del estado de alarma. Ahora bien, lo cierto es que la oposici¨®n tiene ante s¨ª el reto de acertar en el tiempo y en la intensidad de la cr¨ªtica aprovechando el (minorado) altavoz que es un Congreso con aforo reducido.

La oposici¨®n, hoy fragmentada, tiene la obligaci¨®n de fiscalizar la gesti¨®n del Gobierno, pero, al tiempo, no se puede permitir el oportunismo electoralista. El equilibrio es dificil¨ªsimo. Estamos en unos d¨ªas en que las cifras de afectados por la pandemia hielan el coraz¨®n, y tanto dolor e incertidumbre no dejan espacio para frivolidades.