Otro desfile

En ninguna ciudad del planeta habr¨¢ este a?o desfiles de las Fuerzas Armadas. En la Plaza Roja de Mosc¨², en el Ca?¨®n de los H¨¦roes de Nueva York, en los Campos El¨ªseos de Par¨ªs, en la plaza de Tiananm¨¦n de Pek¨ªn, en el paseo de la Castellana de Madrid no se realizar¨¢ esta vez la ritual parada militar en la que el Ej¨¦rcito de cada pa¨ªs despliega la propia cola de pavo real exhibiendo un armamento ¨²ltimo modelo, listo para matar de mil maneras. Entre el orgullo de un pasado supuestamente glorioso y el miedo de un futuro seguramente catastr¨®fico, al son de tambores y cornetas desfilan formaciones de soldados marcando el paso; discurren carros de combate y misiles inhiestos sobre los armones como colas de alacr¨¢n; rayan el cielo aviones de combate dejando un rastro de humo con los colores de cada bandera nacional. Y el p¨²blico aplaude. Pero este a?o no habr¨¢ desfiles de las Fuerzas Armadas, sencillamente porque esas armas tan sofisticadas, enormemente caras, han sido derrotadas y puestas en rid¨ªculo por un enemigo diminuto, que ha demostrado ser m¨¢s fuerte que toda la industria del armamento entera. Este ente invisible ha hecho que el director de la OTAN huya despavorido ante un simple estornudo, que los generales del Pent¨¢gono se queden encerrados en casa alarmados por una tos seca. Pero esta batalla contra la Covid-19, sin duda, se ganar¨¢, y ese ser¨¢ el momento de montar un nuevo desfile de la victoria. En ese caso deber¨¢n desfilar los cient¨ªficos, los m¨¦dicos, las enfermeras, los celadores, los farmac¨¦uticos, los transportistas de v¨ªveres, las cajeras de supermercado, los empleados de la limpieza y tambi¨¦n una parte del Ej¨¦rcito, que ha salido desarmado en ayuda civil en una guerra tan dram¨¢tica. A la sombra de las acacias el p¨²blico llenar¨¢ de v¨ªtores a esta tropa heroica, que ha cumplido con su deber sencillamente porque era su deber.