Seamos ¡®unorthodox¡¯
El confinamiento necesario no puede llevarnos a aceptar todos los confinamientos: ?cu¨¢ntas capas de encierros podemos soportar?
En ocasiones nos aislamos para huir de una agresi¨®n externa y protegernos, pero lo hacemos hasta tal extremo que luego necesitamos romper ese aislamiento para huir de una agresi¨®n interna. Es la lecci¨®n clamorosa de Unorthodox, una miniserie espl¨¦ndida que narra la escapada de una joven de la comunidad jas¨ªdica de Nueva York atrapada en un matrimonio concertado, en la imposici¨®n de la ignorancia y de una pr¨¢ctica reproductiva de dominaci¨®n, por no decir sexo.
Es tal el arca¨ªsmo y el alejamiento del mundo real que el marido abandonado, ante la primera ocasi¨®n de asomarse a un m¨®vil con datos y tras haber o¨ªdo por ah¨ª que le puedes preguntar de todo, le espeta: ¡°?D¨®nde est¨¢ Esty?¡±
Pero no hay Alexias ni Siris que puedan responder tama?a cuesti¨®n y empieza as¨ª una persecuci¨®n cargada de violencia soterrada y juego sucio que van a trasladar a Berl¨ªn. No contaremos m¨¢s, tendr¨¢n tiempo de sobra para disfrutarla en Netflix.
Y por qu¨¦ ahora nos sirve esta serie no es solo por matar el tiempo de confinamiento, sino para repensar las capas de encierros que afrontamos cada uno sin estado de alarma, los territorios en que cada uno somos ortodoxos al calor de una comunidad que espera tal comportamiento de nosotros a cambio de una idea de pertenencia. La idea entonces de ser ¡°unorthodox¡±, una ¡°desortodoxia¡± inexistente en espa?ol pero m¨¢s interesante que ¡°heterodoxo, nada o poco ortodoxo" (las traducciones que ofrece el diccionario Collins) es suculenta. Acaso no es preciso romper con el dogma, la secta, la idea fija, la religi¨®n. Sino no permitir que te aplaste.
Aunque la serie parte de la autobiograf¨ªa de Deborah Feldman, no traducida en Espa?a, tiene enorme similitud con Las hijas de Zalman, de Anouk Markovits, que Salamandra public¨® en 2014, un gran testimonio de c¨®mo esa misma comunidad jud¨ªa se repleg¨® y se envolvi¨® en sus tradiciones m¨¢s agarrotadas para protegerse. En su huida de los pogromos y el nazismo se encerraron tanto que se volvieron su nuevo y propio opresor.
?Cu¨¢ntos dogmas abrazamos sin flexibilidad? ?Cu¨¢ntas capas de encierros estamos dispuestos a soportar? ?Cu¨¢ntos refugios frente al miedo se vuelven temibles cuando nos pretend¨ªan proteger? Son preguntas que nos pueden acompa?ar en estos d¨ªas en que no por aceptar el confinamiento necesario debemos aceptar otros confinamientos. Las mujeres malayas a las que el Gobierno conmin¨® a maquillarse, ser serviles y amables y no provocar discusiones con sus maridos lograron liberarse de esa orden, por ejemplo, aunque seguramente no de sus maridos. En Europa, la pandemia no nos ha liberado de la insolidaridad, convertida en el dogma de la no mutualizaci¨®n de la deuda. En Espa?a, la dureza del confinamiento tampoco nos ha liberado del sectarismo y la trinchera, por ejemplo, el refugio com¨²n de la ignorancia. Es buen planteamiento para estos d¨ªas sin escapatoria: ?qu¨¦ ortodoxias deber¨ªamos mandar a mirar? Interesante noci¨®n: seamos todos unorthodox.
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