Y 15 d¨ªas m¨¢s
Todas las tardes elijo un podcast de una hora, me pongo unos auriculares y recorro una y otra vez los dos pasillos de mi casa escalera interior
Lo primero que quiero contarles es que quepo en mis pantalones. Cada dos o tres d¨ªas me pongo unos vaqueros y compruebo que todav¨ªa no tengo que decretar mi estado de alarma particular. Esa no es la ¨²nica novedad entre las que se han ido convirtiendo en rutina a lo largo de las dos ¨²ltimas semanas.
?Hay que ver, Almu, con lo mala que eras t¨² en manualidades! Eso escribi¨® mi hermano Manuel cuando colgu¨¦ la foto de mi mascarilla casera en el chat familiar. A pesar de lo gratificante que me result¨® su admiraci¨®n, y de que representa el mayor ¨¦xito de mi existencia en materia manufacturera, no he tenido que fabricar ninguna m¨¢s. Dos d¨ªas despu¨¦s de aquella haza?a, mi marido me regal¨® una buena, con v¨¢lvula y todo, que le hab¨ªan entregado en el trabajo. Debe de ser una mascarilla de pintor, o de exterminador, porque cuando me la pongo parezco una actriz secundaria en una versi¨®n cutre de Cazafantasmas. Es incomod¨ªsima, pero no me quejo. He llegado a percibir, incluso, que algunos transe¨²ntes con los que me cruzo a m¨¢s de un metro y medio la miran con envidia. Tampoco importa mucho, porque salgo muy poco a la calle.
Como profeta, he resultado regular. Quince d¨ªas despu¨¦s estamos en la misma situaci¨®n, pero ese era un pron¨®stico tan f¨¢cil que no cuenta. Les confieso a cambio que estoy mucho m¨¢s acostumbrada a no pisar la calle que cansada de estar en casa. Esa es la verdad, aunque a m¨ª misma me parece asombrosa. Quince d¨ªas despu¨¦s de mi ¨²ltimo art¨ªculo, las cosas han cambiado bastante en mi vida. Sigo echando much¨ªsimo de menos a mis hijos, pero tambi¨¦n me he acostumbrado a mantener el contacto por todas las v¨ªas posibles que permite un tel¨¦fono m¨®vil. Estoy segura de que ellos piensan que soy una pesada, pero no me importa. Pienso seguir siendo una pesada hasta el final.
Por lo dem¨¢s, contin¨²o haciendo ejercicio todos los d¨ªas, aunque he cambiado de t¨¦cnica. No he abandonado la comba, pero ahora me dedico sobre todo a andar, igual que antes. ?C¨®mo ha sido posible? Gracias a un invento maravilloso, que existe desde hace un porr¨®n de tiempo pero en el que yo no repar¨¦ hasta hace m¨¢s o menos 10 d¨ªas. Supongo que les costar¨¢ trabajo creerlo, pero en el comienzo de mi reclusi¨®n ni siquiera me acord¨¦ de que exist¨ªan los podcasts. ?Oh, qu¨¦ maravilla! Todas las tardes, entre mi primera sesi¨®n de lectura diaria y el aplauso, me pongo unos auriculares, los conecto al m¨®vil y selecciono un programa que dure una hora. Le doy al play y, hasta que termina, recorro una y otra vez los dos pasillos de mi casa. Como vivo en un d¨²plex, mi modesto circuito incluye subir y bajar escaleras en cada vuelta. No les voy a enga?ar. No es tan bueno como andar por la calle. El podcast no me deja pensar en nada, pero me mantiene alejada del aburrimiento mientras recorro una y otra vez un paisaje mon¨®tono como ninguno. Lo mejor, con todo y sin embargo, siguen siendo los libros.
Estoy batiendo el r¨¦cord que establec¨ª en un remoto verano de mi adolescencia, cuando decid¨ª que mis amigos eran aburridos y que no me apetec¨ªa salir. Despu¨¦s de tantos a?os, he recuperado aquel frenes¨ª de liquidarme una novela en dos d¨ªas, en uno si es corta. ?Qu¨¦ gusto! Aunque podr¨ªa hacerlo incluso mejor si el estado de confinamiento no me hubiera privado de mi bien m¨¢s precioso, el m¨¢s valioso de mis patrimonios: mi asistenta.
Me gusta cocinar, pero odio limpiar, y ni siquiera porque esa tarea me desagrade en s¨ª, sino por la cantidad de tiempo que consume. No existe un trabajo m¨¢s ingrato que el de las amas de casa, S¨ªsifos dom¨¦sticas encadenadas a una tarea ef¨ªmera, que se destruye inmediatamente despu¨¦s de ser construida. Cuando voy al mercado pierdo tanto tiempo del que necesitar¨ªa para mejorar mi tasa de consumo de p¨¢ginas impresas, que compro para toda la semana. S¨®lo un instante de cada d¨ªa me reconcilia con mi destino. Despu¨¦s de desayunar, abro balcones y ventanas para hacer corriente. Cuando los cierro, el aire de mi casa ha adquirido una calidad casi crujiente, limpia, deliciosa. Con eso me conformo.
Dentro de 15 d¨ªas volver¨¦ a contarles c¨®mo estoy, c¨®mo estamos. Seguiremos igual pero con suerte, ojal¨¢, quiz¨¢s podamos distinguir ya un punto de luz al otro lado del t¨²nel.
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