Dos formas de responder ante el coronavirus (y una de ellas te har¨¢ da?o)
Hay personas que sacan lo mejor de s¨ª mismas. Otras despiertan el instinto de supervivencia: se desvanece cualquier atisbo de colaboraci¨®n y aparecen el miedo y la rabia
La Covid-19 es un term¨®metro de lo que somos. Vivimos una situaci¨®n extrema y las personas reaccionan de formas muy distintas. Est¨¢n quienes sacan lo mejor de s¨ª mismas: se solidarizan con sus vecinos, aplauden a quienes se est¨¢n dejando la piel por salvarnos, donan dinero o trabajan a destajo para fabricar mascarillas, o lo que est¨¦ en sus manos. Pero tambi¨¦n existe la otra cara de la moneda. En situaciones extremas se despierta el instinto de supervivencia f¨ªsica o econ¨®mica, se desvanece cualquier atisbo de colaboraci¨®n y aparece el miedo o la rabia.
Lo hemos visto estos d¨ªas con las ayudas entre pa¨ªses. Algunos bloquean env¨ªos de material sanitario. Sucede tambi¨¦n a t¨ªtulo individual, lo que ha avivado la indignaci¨®n en las redes sociales, donde corren como la p¨®lvora mensajes cargados de un profundo enfado, junto a otros bell¨ªsimos y esperanzadores. La impresi¨®n general es que los haters (odiadores en ingl¨¦s) est¨¢n haciendo su agosto: tienen tiempo y el coronavirus ha dado muchos motivos para quejarse. El rencor digital campa a sus anchas (en especial, en aquellas redes como Twitter que favorecen el anonimato). Podemos estar enfadados o indignados, pero, por el bien de uno mismo, no debemos caer en cr¨ªticas ¨¢cidas o gen¨¦ricas y, mucho menos, en el odio. Es una de las emociones m¨¢s devastadoras que existen, afirma la investigadora Agneta Fischer, decana en la Facultad de Psicolog¨ªa de la Universidad de ?msterdam.
El odio es miope y no tiene buena memoria. Cuando Fischer analiz¨® a qui¨¦nes odiaban las personas en zonas de conflicto, el 80% alud¨ªa a grupos, que no a individuos concretos (evidentemente, cuando no se ha vivido una situaci¨®n abusiva o no se haya generado un trauma). Cuando el odio se focaliza en alguien, como sucede en redes sociales, no es tanto por algo que les haya podido hacer a t¨ªtulo personal, sino porque responde a determinados estereotipos o prejuicios. En otras palabras, el odio se dirige hacia grupos espec¨ªficos.
No obstante, ira y odio son diferentes. Mientras que la primera alude a algo puntual y responde a un motivo concreto (me enfado porque me molesta lo que me has dicho), el odio es m¨¢s ambiguo y de alt¨ªsimo contagio. De hecho, puede aprenderse dentro de las familias o de las comunidades. Es lo que sucede con ciertos enfrentamientos en el f¨²tbol, entre ciudades o entre etnias. Y lo m¨¢s terrible, el odio aporta bien poco a la salud emocional y permanece en el tiempo. Odiar desgasta, sobre todo en tiempos del coronavirus, donde uno debe cuidar su energ¨ªa personal al m¨¢ximo. Si el tiempo que queda de confinamiento es largo todav¨ªa, m¨¢s vale reducir aquellas emociones que desgastan. Pero, ?c¨®mo conseguirlo?
Lo primero es conocer los mecanismos del odio, para desmontarlos. Hemos explicado ya que este sentimiento se mueve por estereotipos (por supuesto, hay excepciones que responden a una experiencia traum¨¢tica vivida). Pregunt¨¦monos, ?qu¨¦ me ha hecho a m¨ª esa persona en concreto? ?Hay algo positivo que pueda detectar en ¨¦l o en el grupo al que representa? La segunda parte, en la medida en que podamos, es conocer a quien odiamos m¨¢s all¨¢ de lo que nos molesta de esa persona. Por ejemplo, las mejores estrategias para acercar posiciones en conflictos terroristas consisten en sentar a los representantes de cada bando y hacerles convivir un tiempo. Es lo que sucedi¨® en Israel o en Irlanda del Norte durante las negociaciones de paz. Cuando uno convive con alguien al que odia por algo que representa, se comienza a ver con otros ojos. Nosotros podemos hacer lo mismo. ?Qu¨¦ otra cosa podemos saber de quien odiamos? ?Tiene familia? ?Cu¨¢les son sus or¨ªgenes? ?Qu¨¦ le mueve realmente? ?Qu¨¦ suceder¨ªa si aprendi¨¦ramos a colaborar?
Podemos molestarnos, estar indignados por la situaci¨®n, pero evitemos caer en el odio. Es una emoci¨®n que permanece en el tiempo y que, hoy por hoy, no sirve de mucho. Si aparcamos emociones negativas, conseguiremos sacar lo mejor de nosotros mismos.
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