Mirones y cobardes

Tanto mirar por la ventana, y resulta que no queremos ver la muerte.

En Postguerra, un libro monumental, rotundo, creciente en el tiempo y equivalente a una Novena sinfon¨ªa de Beethoven si cupiera ese trasvase entre artes, Tony Judt relata c¨®mo los alemanes volv¨ªan la espalda a la pantalla cuando en los cines les obligaban a ver im¨¢genes de las v¨ªctimas del nazismo. Re¨ªan incluso con esa risa nerviosa de quien no sabe c¨®mo reaccionar. Hab¨ªan pasado ya muchos a?os desde el fin de la guerra y buena parte de Alemania a¨²n no quer¨ªa ver los campos de concentraci¨®n, que era como ver su consentimiento, su inacci¨®n.

La digesti¨®n de las tragedias lleva tiempo y lleva distancia, tanta como para mirarlo sin quemarse en el fuego ya apagado, pero no tanta como para vivirlo como algo ajeno. Tambi¨¦n la Guerra Civil espa?ola requiri¨® d¨¦cadas y generaciones para llegar a una aproximaci¨®n colectiva m¨¢s extensa, aunque nunca suficientemente compartida. Soldados de Salamina, de Javier Cercas, ejemplific¨® ese inter¨¦s de los nietos por acercarse a lo que tantos padres hab¨ªan eludido, por dolor, por miedo o por indigesti¨®n. Los girasoles ciegos de Alberto M¨¦ndez acompa?¨® esa etapa, como la recuperaci¨®n y el ¨¦xito de las obras de Chaves Nogales o Arturo Barea tantas d¨¦cadas despu¨¦s de su escritura, como la de tantas obras de v¨ªctimas del Holocausto. La incapacidad de mirar de frente la tragedia.

Salvando todas las distancias que guardan una dictadura o una guerra con una pandemia, empezamos a padecer el mismo s¨ªndrome: no queremos ver la muerte, mirarla a los ojos. Una fotograf¨ªa divulgada estos d¨ªas de los ata¨²des sobre la pista de hielo en la que hemos patinado con nuestros hijos gener¨® estos d¨ªas un diluvio de cr¨ªticas acaso comprensible en un mundo que se ha acostumbrado a los ataques con drones sin que veamos a qui¨¦n le cae la bomba, pero incomprensible en una sociedad adulta. Los l¨ªderes terroristas ahora caen por un misil lanzado desde un lugar a salvo, como los refugiados de hoy pueden desfallecer en un barco a metros de un pa¨ªs cuyos l¨ªderes ganan votos insult¨¢ndolos sin mirarlos.

Pero hay que mirarlo de frente, sin reparo. Hay que saber por qu¨¦ los sanitarios pueden quedar muertos, exhaustos o traumatizados. Por qu¨¦ decenas de miles, acaso cientos de miles de seres queridos de los fallecidos, van a lamentar no haberles abrazado una ¨²ltima vez. Por qu¨¦ nuestro mundo occidental perfecto y seguro no lo era tanto. Hay que mirar a la muerte ocasionada en una boda por un dron fallido, como hay que mirar esos ata¨²des que se alinean sobre hielo antes de optar por violar el estado de alarma para ir a la casita de campo.

Las miradas tan sensibles de hoy nos habr¨ªan impedido ver a la ni?a vietnamita desnuda en la carretera tras el ataque de napalm. Hasta Facebook la habr¨ªa censurado. Pero hay que mirar a la muerte. A ver si tanto asomarnos a la ventana a ver perritos o a la pantalla a ver las aceitunas de los amigos nos impide ver la realidad. A ver si somos mirones, y adem¨¢s cobardes.