Una peste diplom¨¢tica
Como cualquier pol¨ªtico, los presidentes de Am¨¦rica Latina controlan su propia curva de popularidad con el mismo celo que la del coronavirus
La pandemia del coronavirus est¨¢ sembrando la semilla de un conflicto internacional en el sur de Am¨¦rica Latina. Desde hace una semana se libra una esgrima alrededor del modo en que uno u otro gobierno gestiona la crisis. En los ¨²ltimos d¨ªas, esa querella motiv¨® varios pronunciamientos diplom¨¢ticos. El entredicho sanitario se sostiene en otro m¨¢s antiguo, ideol¨®gico. Es lo que suele suceder.
Las primeras tensiones comenzaron con el manejo de las fronteras. Los presidentes de la Argentina, Bolivia y Paraguay cerraron las puertas de sus pa¨ªses para los propios ciudadanos, para evitar contagios. Desataron as¨ª la irritaci¨®n del gobierno de Brasil y, en menos medida, del de Chile, que quedaron con cientos de viajeros varados en los aeropuertos o en simples autopistas, sobre los pasos lim¨ªtrofes.
El malestar subi¨® unos grados cuando el argentino Alberto Fern¨¢ndez critic¨® el modo en que Jair Bolsonaro estaba administrando la epidemia. Fue en una entrevista en la que present¨® a Brasil como un foco de contaminaci¨®n regional. El encargado de responderle fue el embajador brasile?o en Buenos Aires, Sergio Danese, con un art¨ªculo en el diario La Naci¨®n el que, entre otros argumentos, observ¨® que la vecindad no agrava la peste. Cit¨® como ejemplos las situaciones muy diversas de Espa?a y Portugal y de Francia y Alemania.
La nota del embajador tuvo poco efecto. O, tal vez, el contrario al esperado. Durante una reuni¨®n virtual, el Grupo de Puebla, que re¨²ne dirigentes de izquierda populista, critic¨® el modo en que Bolsonaro, el chileno Sebasti¨¢n Pi?era y el ecuatoriano Len¨ªn Moreno, conducen la lucha contra el virus. Esa fraternidad fue fundada por el chileno Marco Enriquez-Ominami, quien a la vez se opone al derechista Pi?era y a la socialista Michelle Bachelet. Entre sus miembros est¨¢n figuras estelares del PT brasile?o, como Lula Da Silva, Dilma Rousseff o Aloizio Mercadante. Y tambi¨¦n el ex presidente de Ecuador Rafael Correa. Desde el punto de vista diplom¨¢tico, las cr¨ªticas del club s¨®lo comprometen a la Argentina, ya que Fern¨¢ndez es el ¨²nico presidente en ejercicio que lo integra. El viernes por la noche, ¨¦l complet¨® su diagn¨®stico durante una rueda de prensa en la cual mostr¨® gr¨¢ficos para demostrar que la Argentina superaba a varios pa¨ªses con su estrategia sanitaria. De Latinoam¨¦rica mencion¨® s¨®lo a Brasil y Chile.
La respuesta de Chile lleg¨® por una filtraci¨®n. La canciller¨ªa de ese pa¨ªs dej¨® trascender un documento en el que se refutan con estad¨ªsticas propias e internacionales los n¨²meros triunfales de Fern¨¢ndez. Sobre todo por la cantidad de test a los que son sometidos los chilenos. Uno de los reproches m¨¢s frecuentes que recibe la administraci¨®n argentina es haber comprado muy tarde los reactivos qu¨ªmicos para esos controles. Cuando Chile ten¨ªa ya 200.000, la Argentina s¨®lo hab¨ªa adquirido 20.000. La realizaci¨®n de esos chequeos est¨¢ en el centro del debate que, a medida que se prolonga el distanciamiento social, va ganando espacio en todo el mundo: c¨®mo relajar la cuarentena de manera inteligente.
En este punto, Bolsonaro lleva las de perder. Desde la prensa se le reprocha que Brasil sea incapaz de publicar el n¨²mero de ex¨¢menes que se realizan. Seg¨²n el sitio Our Wold in Data, Chile efect¨²a 3,9 cada mil personas, mientras Argentina no m¨¢s de 0,4. Es probable que las diferencias se deban al modo en que cada administraci¨®n recibi¨® la noticia del coronavirus. Los chilenos salieron a comprar reactivos. El gobierno argentino aventur¨® que la epidemia jam¨¢s llegar¨ªa, ya que, entre otras cosas, no prospera con el calor. Pronto pas¨® a la tesis contraria: todos deben aislarse para evitar un tsunami de contagios. El presidente acaba de afirmar que no fue ¨¦l quien mut¨®. Al parecer, fue el virus. Bolsonaro, para incomodidad de quienes lo representan en el exterior, insisti¨® con que la enfermedad era una ¡°gripecita¡±. Su campa?a fue tan temeraria que las redes sociales bloquearon sus mensajes. Recordaba a aqu¨¦l presidente sudafricano Thabo Mbeki, que negaba que el VIH fuera da?ino y aconsejaba neutralizarlo comiendo remolacha. El fervor de Bolsonaro termin¨® cuando el ministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta, le pregunt¨® en una reuni¨®n de gabinete si estaba preparado para ver los camiones del ej¨¦rcito trasladar cantidades de f¨¦retros hacia los cementerios.
Con la ventaja de que la pol¨ªtica sanitaria est¨¢ en manos de los gobernadores, Bolsonaro contin¨²a levantando la bandera de la necesidad de reactivar la econom¨ªa normalizando las actividades. Pi?era se precia de jam¨¢s haber paralizado por completo la vida p¨²blica chilena. Fern¨¢ndez mantiene la cuarentena argentina, con m¨ªnimas excepciones. Aun cuando la situaci¨®n de su pa¨ªs est¨¢ afectada por comorbilidades previas: recesi¨®n y alt¨ªsima inflaci¨®n. Filantr¨®pico, Fern¨¢ndez afirma que le preocupa menos que haya 10% m¨¢s de pobres a 100.000 muertos por la peste. Una contradicci¨®n que desbarat¨® el embajador brasile?o en su art¨ªculo cuando explic¨® que un m¨ªnimo dinamismo econ¨®mico no es un alivio frente al aislamiento; es la condici¨®n indispensable para que ese aislamiento sea factible.
Como cualquier pol¨ªtico, los presidentes controlan su propia curva de popularidad con el mismo celo que la del coronavirus. A todos les va bien. Fern¨¢ndez subi¨® 30 puntos y alcanz¨® un pico del 83%. La r¨ªgida base que sostiene a Bolsonaro nunca fue tan amplia: casi llega al 40%. Y Pi?era resucit¨® de su 9% y hoy ya toca el 20. Esta es la raz¨®n por la cual ninguno quiere que un vecino explique a sus propios electores d¨®nde est¨¢ la falla de su receta sanitaria o econ¨®mica. Dicho de otro modo: esta es la raz¨®n por la que las comparaciones de Fern¨¢ndez est¨¢n amenazando con una quiebra diplom¨¢tica.
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