El confinamiento seg¨²n un farero: ¡°Puedes vivir acompa?ado en un faro o solo en una ciudad. La soledad se lleva dentro¡±
Desde su torre de Punta Candieira, en Galicia, Miguel Garc¨ªa Cernuda nos cuenta c¨®mo es el aislamiento en uno de los ¨²ltimos faros habitados que quedan en Espa?a. Aviso, spoiler (aunque esto ya deber¨ªamos saberlo): la soledad no es una cuesti¨®n de confines
A su faro, su casa desde hace m¨¢s de 30 a?os, le dicen en Galicia que es uno de los faros del fin del mundo, parafraseando la novela de Julio Verne. Una de esas esquinas del mapa con las que la Pen¨ªnsula mete un pie en el mar y donde, literalmente, termina la tierra. Despu¨¦s todo es agua. A su faro, su ¨²nico hogar desde que lleg¨® a ¨¦l en los a?os ochenta tras salir de Madrid buscando salir de Madrid, se llega por una carretera m¨¢s retorcida que el presente, de curvas sin memoria que aunque hayas girado ya treinta mil veces debes tomar con el respeto de la primera. Y a su faro, que tiene como ¨²nico vecino un viento insolente que la v¨ªspera llam¨® a la puerta con sus nudillos de aire a 80 kil¨®metros por hora, tambi¨¦n ha llegado el confinamiento, por supuesto.
Miguel Garc¨ªa Cernuda, de 62 a?os, el farero o torrero, o t¨¦cnico de se?ales mar¨ªtimas, como se denominaba oficialmente la oposici¨®n ya desaparecida para el puesto, de Punta Candieira, en la costa de A Coru?a, conoce, claro, la imagen m¨¢s evocadora de su oficio en extinci¨®n. ¡°La t¨®pica¡±, la llama ¨¦l. La fotograf¨ªa, como la describe, del farero viejo con su pipa mirando al mar. La real, la que ¨¦l vive desde que lleg¨® a este faro en funcionamiento durante 80 a?os y elevado 100 metros sobre el nivel del mar, es otra. Miguel es de Madrid pero tanto tiempo en Galicia le ha hecho ya gallego. Al menos eso parece cuando afirma ¡°el faro es como es¡± y ya no dice nada m¨¢s. Hay que preguntarle de nuevo para que cuente c¨®mo. ¡°Yo lo he hecho. Y es fuerte. Esa es la palabra que m¨¢s me viene siempre a la cabeza. Porque es as¨ª. Por eso es mejor vivir acompa?ado¡±, dice.
Esta ma?ana Miguel acaba de volver al faro, donde vive con su familia, desde el pueblo m¨¢s cercano, el de Cedeira, a una decena de kil¨®metros. All¨ª va (o iba, antes de todo esto) como otro vecino cualquiera a comprar, a tomar una ca?a o a ver el f¨²tbol, porque vivir en un faro, ¡°es vivir en un faro, pero no aislado¡±. Hoy Miguel ha regresado del pueblo con esa sensaci¨®n rara con la que volvemos todos de la compra, de percibir el nerviosismo, la tensi¨®n y cierta psicosis desatada tambi¨¦n. Una se?ora, me cuenta, se ha desmayado en la puerta de la tienda, le ha dado una lipotimia, pero durante unos segundos ha cundido el p¨¢nico. En diez d¨ªas ya no bajar¨¢ a comprar m¨¢s. Pasar¨¢ el tiempo recluido en su casa, como todos.
La diferencia es que la suya no es un piso de 60 metros en la ciudad sino un vivienda grande, con 90 a?os ya de historia y un descomunal jard¨ªn de mar al que asomarse. ¡°Estamos confinados, pero no agobiados¡±, lo resume ¨¦l. Los d¨ªas normales deb¨ªa mantener t¨¦cnicamente este y otros faros de la zona. Bajo el estado de alarma solo saldr¨¢ si alguno sufre una aver¨ªa. ¡°Ahora lo que m¨¢s echas de menos es lo mismo que todo el mundo, el poder socializar con los dem¨¢s. Pero aburrirme no. Me falta tiempo, como siempre me ha pasado. Aqu¨ª no tenemos se?al de televisi¨®n, pero s¨ª Internet. As¨ª que, entre otras cosas, podemos leer y ver nuestras pel¨ªculas¡±.
Miguel se hizo farero en un bosque. Puro realismo m¨¢gico espa?ol. Fue un verano que trabajaba con su hermano Luis en una torre de vigilancia forestal contra incendios en Guadalajara. Estaban all¨¢ arriba, rodeados de robles y pinos, cuando empezaron a pensar qu¨¦ ser¨ªa lo siguiente. El paso normal, decidieron entonces, ser¨ªa continuar en otra torre. Ten¨ªan dos opciones: estudiar para controladores a¨¦reos o para fareros. Escogieron la segunda. Y as¨ª fue como Miguel, Luis y tambi¨¦n su hermano Salvador se hicieron fareros. De los tres, hoy solo contin¨²a en activo Miguel, uno de los ¨²ltimos que quedan ya viviendo en los 187 faros que hay en Espa?a.
?l quer¨ªa, sobre todo, salir de Madrid. Vuelve a menudo de visita y le gustan la ciudad donde naci¨® y la familia y amigos que tiene all¨ª. Pero entonces quer¨ªa irse a toda costa. Y nunca fue m¨¢s apropiada la expresi¨®n. Solicit¨® destino en faros en Canarias, Pa¨ªs Vasco y Almer¨ªa. Se los denegaban porque por antig¨¹edad eran asignados a otros compa?eros. Pidi¨® Galicia y le dieron el de Punta Candieira y all¨¢ que se fue.
La primera vez lleg¨® en una vespa, siguiendo el Citro?n Dyane 6 azul cargado con su equipaje que conduc¨ªa su amigo Carlos Recio por las curvas de entrada. Carlitos, que no era un amigo, sino su ¡°mejor amigo¡±, como me confiesa Miguel y me pide que lo escriba, es una de las v¨ªctimas del ¡°puto coronavirus¡± en Madrid. Una de esas ¡°magn¨ªficas personas¡±, como me dice, que deja amigos, como ¨¦l, por todas partes. Carlitos, que estaba de excedencia en aquella ¨¦poca, se qued¨® los primeros seis meses con Miguel en el faro. Desde entonces siempre regres¨®. El faro fue tambi¨¦n su hogar. All¨ª siguen hoy guardados los dibujos que hac¨ªa y que Miguel promete mostrarme en la visita que ahora le debo.
Con Carlitos a su lado, de hecho, enseguida descubri¨® Miguel por qu¨¦ estaba vacante aquel puesto. No hab¨ªa electricidad. El faro funcionaba con gas, con acetileno, y la casa no ten¨ªa ni enchufes. Y sigui¨® sin ella durante el primer a?o que vivi¨® all¨ª, acostumbr¨¢ndose pero conectando el radiocasette a la bater¨ªa del coche para poder escuchar m¨²sica y a?orando, como descubrir¨ªa despu¨¦s, el zumbido de la nevera y el traqueteo de la lavadora. Y m¨¢s que estos sonidos, lo que ambos implicaban.
Tres d¨¦cadas despu¨¦s de aquello ah¨ª sigue. Ya sabe que el entorno, que lo es todo en el faro, ese gusano de curvas que le lleva a casa, esas batidas de viento incesantes, ese paisaje verde gallego que no quiere dejar nunca, te marca porque es imposible que no lo haga. Si alg¨²n d¨ªa se ve encerrado en otro lugar sentir¨¢ la claustrofobia agarr¨¢ndole por las solapas porque le faltar¨¢ el horizonte de mar con el que vive. Adem¨¢s, durante todo este tiempo, Miguel ha convertido su faro en un faro de todos. Como me dice, lo ha ¡°compartido¡±.
Con amigos, como Carlitos, y familiares que han ido en vacaciones o en festivos o de visita haciendo del faro antiguo de la imagen rom¨¢ntica o t¨®pica de la soledad, un ¡°faro social¡±. La soledad, adem¨¢s, no es una cuesti¨®n de faros ni de confines. ¡°O la llevas dentro o no la llevas dentro¡±, dice de nuevo tan escueto como certero. ¡°Puedes estar en el sitio m¨¢s aislado como este faro y vivir acompa?ado o hacerlo en la mitad de una ciudad y vivir solo¡±.
En estos tiempos de confinamiento no es tan sencillo conseguir ICON como siempre. Por eso, el n¨²mero de abril ya est¨¢ disponible en formato PDF, y es descargable de forma gratuita haciendo clic aqu¨ª.
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