Autoritarismo viral
La covid-19 es una amenaza no s¨®lo para la salud p¨²blica, sino tambi¨¦n para los derechos humanos
"Dios y el pueblo son la fuente de todo poder (¡) Yo lo he tomado, y qu¨¦ diablos, lo conservar¨¦ para siempre". Lo dijo Fran?ois Papa Doc Duvalier en 1963. Y es lo que hizo: sigui¨® siendo presidente de Hait¨ª hasta su muerte en 1971, momento en que le sucedi¨® su hijo, Jean-Claude (Baby Doc), que extendi¨® la dictadura otros quince a?os.
Puede parecer historia antigua, pero no lo es para m¨ª. Mi familia es haitiana, y aunque inmigramos a Estados Unidos durante mi infancia, siempre pareci¨® que segu¨ªamos al alcance del cruel r¨¦gimen de los Duvalier. Nunca olvid¨¦ las ense?anzas brutales que aprendieron los haitianos bajo los Duvalier, incluido el hecho de que habitualmente usaban desastres naturales y crisis nacionales para reforzar su dominio.
Hoy es necesario prestar atenci¨®n a esas ense?anzas. La covid-19 es una amenaza no s¨®lo para la salud p¨²blica, sino tambi¨¦n para los derechos humanos. En el transcurso de la historia, crisis como esta han dado a reg¨ªmenes autoritarios un pretexto conveniente para normalizar sus impulsos tir¨¢nicos. Mis padres lo experimentaron en carne propia en Hait¨ª, y lo estamos viendo otra vez en todo el mundo.
Nunca olvid¨¦ las ense?anzas brutales que aprendieron los haitianos bajo los Duvalier
La nueva amenaza comenz¨® en China, donde el intento inicial de un Gobierno que ya era autoritario de ocultar la epidemia hizo posible su propagaci¨®n mundial. Pero no es el ¨²nico ejemplo. En la India, el Gobierno del primer ministro Narendra Modi dict¨® una cuarentena de 21 d¨ªas con s¨®lo cuatro horas de preaviso, lo que dej¨® a millones de las personas m¨¢s pobres del mundo sin tiempo para acumular alimentos y agua. Peor a¨²n, la polic¨ªa india ha usado desde entonces las medidas de confinamiento para intensificar la discriminaci¨®n de los musulmanes del pa¨ªs.
En Kenia y Nigeria, polic¨ªas y militares han apaleado a personas s¨®lo por parecer lentas en cumplir los protocolos de distanciamiento social. En Israel, las autoridades han comenzado a usar datos de los tel¨¦fonos celulares para rastrear los movimientos de los ciudadanos, sum¨¢ndose as¨ª a una veintena de Gobiernos que est¨¢n tensando al l¨ªmite el derecho a la privacidad. Y en Hungr¨ªa, el primer ministro Viktor Orb¨¢n, que lleva a?os consolidando su poder, logr¨® la aprobaci¨®n de una ley que en la pr¨¢ctica sanciona su condici¨®n de dictador absoluto.
Las democracias del mundo casi no han protestado frente a estos abusos. Pero que los estadounidenses no se crean a salvo de estos asaltos al poder: hay que recordar que a fines de marzo, el Departamento de Justicia de los Estados Unidos pidi¨® al Congreso la atribuci¨®n de detener a ciudadanos estadounidenses (ya no s¨®lo inmigrantes indocumentados) por tiempo indefinido sin el debido proceso judicial.
Los gobiernos aducen que la adopci¨®n de estas medidas es necesaria para combatir la pandemia. Pero la historia muestra que los poderes de emergencia de los l¨ªderes iliberales casi siempre se vuelven permanentes. Es verdad que todos los Gobiernos tienen el deber de dar una respuesta vigorosa al desastre sanitario en desarrollo, lo que tal vez demande restricciones transitorias pero significativas de la libertad de acci¨®n de los ciudadanos. Pero muchas de las pol¨ªticas adoptadas por l¨ªderes autoritarios en las ¨²ltimas semanas no s¨®lo son antidemocr¨¢ticas, sino que tambi¨¦n son contraproducentes en la lucha contra la pandemia.
Las democracias del mundo casi no han protestado frente a estos abusos
Por ejemplo, la supresi¨®n de las libertades de prensa, en vez de prevenir la propagaci¨®n de la enfermedad, hace mucho m¨¢s dif¨ªcil concientizar a la poblaci¨®n acerca de c¨®mo debe actuar. Detener a civiles sin juicio debilita la confianza en el Gobierno, justamente cuando m¨¢s se la necesita. Y cancelar las elecciones deja a los dirigentes pol¨ªticos sin incentivos para anteponer los intereses de la poblaci¨®n.
A la par de la lucha contra la covid-19, tambi¨¦n debemos hacer todo lo posible por proteger la salud de nuestras democracias. Sobre todo, debemos entender que en muchos sentidos, defender la salud p¨²blica y defender la democracia son dos frentes de una misma batalla.
Felizmente, las organizaciones civiles y los individuos tienen modos de oponer resistencia al uso de la pandemia como pretexto para la represi¨®n. En las Open Society Foundations llevamos m¨¢s de tres d¨¦cadas en la primera l¨ªnea de la defensa de la democracia y hemos aprendido algunas ense?anzas pertinentes.
En primer lugar, debemos usar todas las herramientas disponibles para proteger las libertades civiles. Aunque la pandemia demanda distanciamiento social, eso no justifica la brutalidad policial y el abuso de los poderes de gobierno. En cuanto la dirigencia pol¨ªtica empieza a restringir la libertad de expresi¨®n y el derecho a la protesta o a burlar los controles a su poder, el riesgo de un descenso hacia el autoritarismo se vuelve real. Hay que denunciar de inmediato a los Gobiernos que traten de poner a prueba esos l¨ªmites.
La segunda ense?anza es que debemos oponernos a la b¨²squeda de chivos expiatorios. Frente a la pandemia hubo demasiados Gobiernos que hablaron de la covid-19 como un virus "chino", lo cual crea condiciones para convertir a las personas de esa ascendencia en blanco de vigilancia y estigmatizaci¨®n.
Debemos usar todas las herramientas disponibles para proteger las libertades civiles
Como haitiano-estadounidense, tuve una experiencia directa de esa clase de persecuci¨®n durante la crisis del VIH en los ochenta, cuando los Centros para el Control y la Prevenci¨®n de Enfermedades de Estados Unidos anunciaron que el sida lo transmit¨ªan "homosexuales, usuarios de hero¨ªna, hemof¨ªlicos y haitianos". Como resultado de ese mensaje sin bases cient¨ªficas y sesgado, Estados Unidos comenz¨® a detener a solicitantes de asilo haitianos en un horrendo campo de prisioneros en la bah¨ªa de Guant¨¢namo, lo que en la pr¨¢ctica hizo m¨¢s dif¨ªcil prevenir la propagaci¨®n del VIH.
Finalmente, debemos enfrentar las disparidades econ¨®micas y sociales subyacentes que las pandemias tienden a agravar. Para ver hasta qu¨¦ punto el coronavirus puso de manifiesto las profundas inequidades en Estados Unidos, basta observar que la isla Rikers (principal complejo carcelario de Nueva York) tiene en este momento la tasa de contagio m¨¢s alta del planeta. M¨¢s en general, la crisis est¨¢ mostrando una vez m¨¢s que demasiadas familias estadounidenses carecen de acceso a atenci¨®n m¨¦dica, licencia por enfermedad con goce de sueldo, protecciones laborales, ahorros personales y otras necesidades b¨¢sicas.
En conjunto con la defensa de la democracia y de los derechos civiles, este es un momento para darnos cuenta de todas las formas en que nuestras sociedades despojaban de derechos a ciudadanos, refugiados, migrantes y solicitantes de asilo antes de que estallara la pandemia. Es verdad que ahora mismo el estado de la democracia no es lo que m¨¢s preocupa a la mayor¨ªa de la gente. Pero si la protecci¨®n de la democracia no es una de mis prioridades, es casi seguro que no lo ser¨¢ de nadie.
Lamentablemente, a muchos poderosos la protecci¨®n de nuestros derechos no les interesa. Es algo que tenemos que hacer nosotros. La democracia no es s¨®lo un sistema de gobierno; es una lente a trav¨¦s de la cual vemos el mundo y nuestro lugar en ¨¦l. Si durante una emergencia rompemos esa lente, puede que nunca volvamos a ver del mismo modo.
Patrick Gaspard fue embajador de Estados Unidos ante Sud¨¢frica y es presidente de las Open Society Foundations.
Traducci¨®n: Esteban Flamini
Copyright: Project Syndicate, 2020. www.project-syndicate.org
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.