Orden y desorden

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunci¨® la congelaci¨®n de los fondos que su pa¨ªs aporta a la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS), equivalentes al 15% de su presupuesto. El motivo de la decisi¨®n ser¨ªa la deficiente labor de esta agencia de Naciones Unidas en la gesti¨®n de la crisis del coronavirus, relacionada, siempre seg¨²n Washington, con las presiones que habr¨ªa ejercido el Gobierno chino para que no se informara de la aparici¨®n de la nueva enfermedad. Por el momento, ning¨²n otro miembro ha secundado la suspensi¨®n presupuestaria del presidente Trump ni sus especulaciones conspirativas. Y aunque el vac¨ªo financiero que dejar¨¢ Estados Unidos podr¨ªa ser colmado por otros donantes privados o estatales, evitando que los principales programas se vean afectados, lo cierto es que el alcance pol¨ªtico del gesto norteamericano sobrepasa la mera cuesti¨®n presupuestaria.

En esta ocasi¨®n, Washington se ha valido de la pandemia para abrir un nuevo frente de tensi¨®n con China, y, de paso, avanzar en el objetivo declarado de desmantelar el sistema multilateral construido al t¨¦rmino de la Segunda Guerra Mundial. Otros organismos de Naciones Unidas, como la Unesco o la agencia encargada de aliviar la situaci¨®n de los refugiados palestinos, la UNRWA, han estado en el punto de mira de la diplomacia norteamericana, y no es posible descartar que la n¨®mina se ampl¨ªe a medida que se vayan sucediendo las crisis de alcance mundial. Los papeles internacionales de las dos mayores potencias del momento parecen estar invirti¨¦ndose: mientras que Estados Unidos apuesta bajo la direcci¨®n de Trump por un nuevo proteccionismo, China se inclina por la apertura de los mercados. De ah¨ª que no sea posible descartar nuevas tensiones en las agencias consagradas al comercio y la econom¨ªa.

La posibilidad de que la realidad internacional est¨¦ asistiendo a un cambio en la hegemon¨ªa no puede ocultar un proceso m¨¢s profundo que, de progresar y consumarse, tendr¨¢ unos efectos m¨¢s desestabilizadores que el simple hecho de que China ocupe la posici¨®n de Estados Unidos. Se trata de que las reglas que conformaron el orden mundial se encuentran en unos casos amenazadas y en otros en abierto retroceso, inclinando las relaciones entre las grandes potencias, y, en general, entre los Estados, hacia una descarnada competici¨®n de poder. Este deber¨ªa ser el mundo seg¨²n Trump, convencido no solo de que su poder internacional es el mayor en estos momentos, sino tambi¨¦n de que seguir¨¢ si¨¦ndolo indefinidamente. Un error m¨¢s modesto que este, como el de que Estados Unidos estaba capacitado para librar guerras con ¨¦xito en dos frentes distintos, concebido por la Administraci¨®n de Bush, marc¨® el inicio de un desorden mundial del que Washington no parece el mayor beneficiario.

El confinamiento individual y el cierre de fronteras e intercambios que ha propiciado la pandemia de coronavirus est¨¢ rehabilitando, simult¨¢neamente, las actitudes insolidarias y los reflejos proteccionistas. Esta circunstancia juega a favor de los objetivos inmediatos de la diplomacia de Trump, por m¨¢s que puede poner en peligro el papel internacional que ha venido desempe?ando Estados Unidos durante m¨¢s de medio siglo. El verdadero peligro no es que China llegue a ser hegem¨®nica, sino que tarde o temprano llegara a serlo en un mundo sin reglas.