Sobre pol¨ªtica, ciencia y certeza
Nuestros gobernantes se ven obligados a decidir en condiciones tr¨¢gicas e inmersas en la incertidumbre
?C¨®mo estar seguros de que las decisiones de los pol¨ªticos son las apropiadas? Creo que este es uno de los debates m¨¢s relevantes que nos plantea la gesti¨®n de la pandemia. Una respuesta es la que propuso Plat¨®n. Quien sabe, necesariamente act¨²a bien: dej¨¦monos guiar por los que saben. Desde el fil¨®sofo rey, hasta la fe ciega en el avance inexorable de la ciencia y la t¨¦cnica, que fue proclamada por el positivismo del XIX y que se prolonga hasta hoy mismo, eso conduce a lo que los profesores Moreno, De Pinedo y Villanueva, en un art¨ªculo reciente de t¨ªtulo muy sugestivo ¡ªExpertos: solo los m¨ªos son buenos¡ªdenominan epistocracia, y que supone, cito, ¡°la tesis del gobierno de los expertos y la cr¨ªtica de la democracia. En este caso, se considera que la democracia, de existir, debe guarecerse en el consejo de los verdaderos especialistas¡±. Pero los supuestos en los que se asienta la epistocracia resultan m¨¢s que discutibles, tambi¨¦n en esta pandemia, pues, como explican, ni nos ponemos de acuerdo sobre qu¨¦ expertos, ni tampoco sobre la relaci¨®n y l¨ªmites entre lo que es ciencia y lo que compete a la decisi¨®n pol¨ªtica: ¡°Es dif¨ªcil saber cu¨¢l es la naturaleza de los hechos sobre los que las instituciones deben actuar y m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa determinar c¨®mo ha de ser el proceso de decisi¨®n a partir de esos hechos. La reflexi¨®n de las instituciones debe siempre partir de la informaci¨®n cient¨ªfica, pero involucra necesariamente cuestiones que pertenecen al ¨¢mbito de lo normativo¡±.
Parece dif¨ªcil de discutir que, comenzando por la propia OMS y continuando por los diferentes comit¨¦s cient¨ªficos y equipos de investigaci¨®n creados ad hoc en cada pa¨ªs, est¨¢n muy lejos de ser el or¨¢culo de Delfos que nos gustar¨ªa (que necesitamos) creer. Por m¨¢s que sea preciso destacar y agradecer la enorme contribuci¨®n de esos equipos cient¨ªficos, es ineludible la cr¨ªtica. Basta leer, por ejemplo, lo que el premio Jaume I de Nuevas Tecnolog¨ªas de 2015, Pablo Artal, ha llamado en un art¨ªculo reciente el ¡°gran fracaso de la ciencia espa?ola¡±.
La ciencia no es el demiurgo que nos gustar¨ªa creer. Por supuesto que es suicida adoptar decisiones pol¨ªticas contra lo que nos indica la ciencia, pero es que la ciencia, la comunidad cient¨ªfica, avanza tambi¨¦n en este terreno sobre el sistema de prueba y error, en una discusi¨®n abierta y en permanente correcci¨®n, que est¨¢ muy lejos de esa versi¨®n popular de la ciencia como sistema de dogmas irrefutables y asentados de una vez para siempre. Entre otras razones, porque quienes investigan y quienes deciden en la pandemia de la covid-19 no se mueven con datos indiscutibles y completos, tal y como ha se?alado reiteradamente Javier Sampedro, por ejemplo.
La comunicaci¨®n de las decisiones pol¨ªticas debiera tener el coraje de venir presidida por este principio: decir la verdad a los ciudadanos
Me parece que J¨¹rgen Habermas, en una reciente entrevista de Nicolas Truong en Le Monde, nos ofrece la clave. Lo hace al se?alar algo que los estudiosos de lo que se conviene en denominar ¨¢mbito de la raz¨®n pr¨¢ctica tienen muy en cuenta: la defectibilidad constitutiva de ese uso de la raz¨®n (si se quiere, del conocimiento). Permitan que traduzca la cita: ¡°La pandemia pone al alcance de la opini¨®n p¨²blica internacional, de golpe y de forma simult¨¢nea, un principio que hasta ahora solo era cuesti¨®n de los expertos: la necesidad de actuar desde el conocimiento expl¨ªcito de nuestro desconocimiento. Con la pandemia, todos los ciudadanos aprenden que sus Gobiernos deben tomar decisiones desde la plena conciencia de los l¨ªmites del saber de los vir¨®logos que les aconsejan. Y es as¨ª como se nos revela a plena luz, c¨®mo la acci¨®n pol¨ªtica se lleva a cabo, por as¨ª decirlo, sumergida en la incertidumbre. Y es posible que esta inhabitual experiencia deje huella en la conciencia p¨²blica¡±.
No solo es que los dirigentes pol¨ªticos no deban escudar sus decisiones como consecuencia necesaria de dict¨¢menes cient¨ªficos. Es que no pueden hacerlo. Parto, claro, de la presunci¨®n fuerte de buena fe y predominio del criterio del bien com¨²n en la mayor¨ªa de aquellos a quienes el azar ha puesto en centros de decisi¨®n durante esta pandemia. Lo que trato de subrayar son las condiciones tr¨¢gicas en las que nuestros gobernantes deben decidir ahora, y por eso me parecen mezquinos y falaces juicios tan comunes en redes, del tipo ¡°les va en el sueldo¡±. Pero no intento convertirles en inimputables, ni eximirles de la cr¨ªtica ni del control. La comunicaci¨®n de las decisiones pol¨ªticas debiera tener el coraje de venir presidida por este principio: decir la verdad a los ciudadanos. Eso incluye reconocer las limitaciones, el grado de incertidumbre en el que nos movemos. No nos proporciona la seguridad que nos gustar¨ªa, claro. Pero la pandemia ha venido a recordarnos tambi¨¦n eso, que adem¨¢s de vulnerables y fr¨¢giles, ni sabemos todo, ni debemos actuar como si lo supi¨¦ramos.
Javier de Lucas es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa del Derecho y Filosof¨ªa Pol¨ªtica en el Instituto de Derechos Humanos en la Universitat de Valencia y senador del PSOE.
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