?De qui¨¦n ser¨¢n los siguientes muertos?
Si las v¨ªctimas son culpa del Gobierno, ?las que se produzcan con el paseo infantil ser¨¢n de Torra y el PP?
Si los muertos que llevamos a la espalda son de Pedro S¨¢nchez, ?de qui¨¦n ser¨¢n los siguientes, los que puedan provocarse al permitir el paseo de los ni?os? ?De Quim Torra, que presion¨® para ello? ?De Casado? ?De Abascal? ?De los expertos pediatras que as¨ª lo han recomendado? ?De televisiones que entrevistan en tono bonach¨®n a ni?os que piden salir como si cupiera otra respuesta? Claro que quieren salir. Y claro que ellos no deciden. Decide el Gobierno. Y responde el Gobierno. Pero si cada muerto lleva una etiqueta de ¡°culpable¡± como si fuera la talla, nos vamos a entretener demasiado en buscarlo mientras evitamos lo importante.
Borges tiene un cuento de arrabales, La intrusa, que est¨¢ parpadeando con luz roja para que alguien con bombilla en la cabeza la encienda e intente parar lo que vemos venir. Es la historia de dos hermanos tan unidos tan unidos que el peque?o se enamor¨® de la mujer que trajo a casa el mayor. Al verle cada vez m¨¢s hosco y siempre borracho, el mayor resolvi¨® un d¨ªa: ¡°Me voy a una farra. Ah¨ª la ten¨¦s a la Juliana; si la quer¨¦s, usala¡±. Desde entonces la compartieron, nos cuenta Borges, con tan mal encaje, celo y rivalidad que poco despu¨¦s la llevaron a vender al prost¨ªbulo. De su voluntad no hay menci¨®n.
Pero no acaba ah¨ª la historia. Sin decirse nada el uno al otro, los dos hermanos empezaron a desaparecer de casa hasta encontrarse por casualidad esperando turno en el prost¨ªbulo. El remedio no hab¨ªa funcionado y, perd¨®n por el spoiler, ambos la recompraron, reiniciaron el diab¨®lico tr¨ªo de duelo y posesi¨®n hasta que el mayor la mat¨®: ¡°Ya no har¨¢ m¨¢s perjuicios¡±. Ni siquiera la enterraron.
Las bravatas que estamos oyendo en boca de algunos l¨ªderes son de las de lavarse (ellos) la boca y (nosotros) los o¨ªdos; la lucha despiadada por apropiarse de la presa (el poder) que estamos contemplando pasa por pisotearla, por venderla, por recomprarla para volverla a poseer y, en ¨²ltima instancia, por matarla si no puede ser exclusivamente suya. Acaso sobrevivan como l¨ªderes, pero est¨¢n maltratando la democracia.
Con un pa¨ªs en la UCI, con una sociedad asustada, con una econom¨ªa amenazada y un futuro tan incierto, la culpabilizaci¨®n de las muertes, las acusaciones de mentiras o de ocultamiento de datos, son barro en la sangre, sal en la herida. El muerto es tuyo, el duelo es m¨ªo, viene a decir Casado. Los errores son tuyos, los aciertos son m¨ªos, dice D¨ªaz Ayuso. Espa?a es la muerte, Catalu?a es la vida, dice el independentismo catal¨¢n.
Manchar al otro, asfixiar el debate y librar el combate en el lodo es la opci¨®n de la oposici¨®n y de cierto independentismo catal¨¢n. Pero la v¨ªctima no va a ser Pedro S¨¢nchez, ni el PSOE ni UP. La v¨ªctima ser¨¢ otra vez la convivencia democr¨¢tica y la imposibilidad de despertar de la pesadilla cainita que arrastramos desde la Guerra Civil. Porque, como concluye Borges: ¡°Se abrazaron, casi llorando. Ahora los ataba otro v¨ªnculo: la mujer tristemente sacrificada y la obligaci¨®n de olvidarla¡±. Pero todo esto, como lo anterior y lo anterior y vuelta a empezar, ser¨¢ demasiado dif¨ªcil de olvidar.
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