La protecci¨®n del que no puede defenderse
Nunca fuimos tan conscientes de la felicidad, ahora anhelada, de sentarnos en un parque y saborear las p¨¢ginas de un libro recibiendo la energ¨ªa del sol que ahora tanto nos falta. En medio de un clima de crispaci¨®n donde todos sabemos m¨¢s que nuestros l¨ªderes y probablemente ser¨ªamos capaces de maniobrar con m¨¢s tino que todos ellos; cuando todos vamos contra todos, pero en realidad nadie lucha contra nadie, percibo ese aroma. La sensaci¨®n, tal vez reflejo, de que la sociedad resiste, a pesar de su clase pol¨ªtica y no gracias a ella. La sociedad siempre ha sabido, y sabe, estar a la altura de las circunstancias, por m¨¢s enfado e impotencia que podamos experimentar. Porque lo primero de todo, como en cualquier civilizaci¨®n avanzada, es eso, la protecci¨®n del que no puede defenderse, llam¨¦moslo anciano, llam¨¦moslo ni?o.
Juan S¨¢nchez Cano. ?vila
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