Ciencia, cientificidad y Gobierno
Creer que la representaci¨®n gr¨¢fica de los fen¨®menos son los fen¨®menos mismos o que la marca de etapas determina lo que en realidad acontecer¨¢, es cientificismo, no ciencia
Desde hace semanas asistimos a un ritual. Su significante es doble. Una parte lo constituye el m¨¦dico presentando datos y gr¨¢ficas en t¨¦rminos de registros, tasas y c¨®digos. La otra, el presidente mirando las presentaciones y los saberes acumulados que ah¨ª se muestran. El significado del ritual es poderoso. Parece decirnos que la ciencia se expresa en libertad y el poder la acata para actuar como ella marca. El poder, nos dice la imagen, es solo instrumento del saber. Finalmente, los sabios deciden y los poderosos ejecutan. ?Qui¨¦n, en su sano juicio, puede estar en contra de esta manera de actuar? ?Qui¨¦n puede dudar de las virtudes de la relaci¨®n cuando la ignorancia y el temor cunden? Si la imagen es tan buena, ?por qu¨¦ no acaba de convencer? ?Por qu¨¦ aparece como montaje, como la escenificaci¨®n de algo que no es aut¨¦ntico?
La primera cuesti¨®n que genera el ritual cotidiano es determinar si lo que ah¨ª se dice califica como ciencia. Los cuadros, los t¨¦rminos y las explicaciones que d¨ªa a d¨ªa se dan est¨¢n expresados en modo cient¨ªfico. Est¨¢n hechos conforme a usos ordinarios al hablarse de virus, tasas de contagio y de mortalidad, por ejemplo. Este primer test est¨¢ salvado. Sin embargo, ?c¨®mo sabemos si lo que se dice y muestra es, m¨¢s all¨¢ de formas y representaciones, sustantivamente cient¨ªfico? Por obvio que parezca, ello depende de la satisfacci¨®n de un procedimiento espec¨ªfico. Como las conferencias tratan de pandemias y estas forman parte del campo de la epidemiolog¨ªa, ser¨¢n cient¨ªficamente aceptables los resultados obtenidos mediante t¨¦cnicas espec¨ªficamente epidemiol¨®gicas. Actualmente, tales criterios tienen un fuerte componente matem¨¢tico y descansan en supuestos de verificabilidad. En la posibilidad de que, bajo las condiciones planteadas por el propio modelo, puedan realizarse las operaciones necesarias para objetar lo postulado, sea como hip¨®tesis, procedimiento o resultado.
Dada la condici¨®n b¨¢sica del quehacer acreditado, las conferencias covid-19 no est¨¢n basadas en estudios cient¨ªficos. Su estructura y objetivo no tienen como prop¨®sito ning¨²n sustento de refutaci¨®n. Las bases de datos no est¨¢n compartidas, los pares no est¨¢n convocados, la discusi¨®n del modelo mismo no est¨¢ permitida. Lo que hay, m¨¢s all¨¢ de su valor, es una exposici¨®n de datos obtenidos con m¨¦todos propios, presentados con escalas y magnitudes propias e interpretados con criterios subjetivos. Lo que se presenta como el resultado de procedimientos cient¨ªficos, en realidad resulta del actuar de una funci¨®n del gobierno. En ello, en s¨ª mismo considerado, no hay nada de reprochable. Es el Gobierno el que, mediante sus agentes, presenta datos y entendimientos, desde luego sustentado en conocimientos cient¨ªficos. La carencia de condiciones cient¨ªficas no est¨¢ dada por esa manera de operar, sino por la imposibilidad de cuestionar y contradecir dentro del mismo proceder y como parte de ¨¦l, la informaci¨®n, los m¨¦todos y los resultados. Cient¨ªficamente hablando, ?c¨®mo pueden objetarse las decisiones de los funcionarios p¨²bicos?
Cuando el Gobierno habla en modo cient¨ªfico, lo hace como Gobierno, no como cient¨ªfico. Lo suyo es imponer un sentido social, pero no hacer ciencia. Las impugnaciones que se hagan a las bases cient¨ªficas de las resoluciones no son ya, en este plano, meros rebatimientos cient¨ªficos, sino refutaciones a las decisiones del Gobierno, lo cual tiene que hacerse de manera tal que la determinaci¨®n, y no su base cient¨ªfica, sea invalidada. Si una resoluci¨®n p¨²blica se toma con base en un error de contabilidad sobre el n¨²mero de personas o enfermedades involucradas, m¨¢s all¨¢ de lo que la ciencia haya logrado demostrar a plenitud del error, es preciso iniciar el proceso jur¨ªdico necesario para anular la norma en la que se haya planteado. De otra manera, la norma subsistir¨¢ y la decisi¨®n, por equivocada que est¨¦, generar¨¢ los correspondientes efectos jur¨ªdicos. Esta parte de los rituales expositivos genera la primera inquietud. Lo que se hace ah¨ª, insisto, no es ciencia en sentido estricto. Es un actuar p¨²blico fundado en conocimientos que, desde el punto de vista de sus creadores son cient¨ªficos, pero que por sus condiciones de difusi¨®n no pueden ser verificados ni rebatidos desde la ciencia, sino ¨²nicamente desde el derecho siempre que hayan adquirido forma jur¨ªdica.
La segunda incomodidad del ritual proviene de la primera, o tal vez la primera dependa de la segunda. Me explico. Si los servidores que comparecen a la funci¨®n no est¨¢n realizando pr¨¢cticas cient¨ªficas sino produciendo informes basados en elementos cient¨ªficos, el presidente de la Rep¨²blica recibe informes de Gobierno. Con base en ellos toma sus decisiones. El presidente, dicho de otra manera, ni hace por s¨ª mismo ciencia, que no tendr¨ªa por qu¨¦ hacerlo, ni consulta con la comunidad cient¨ªfica, ni somete al escrutinio de esta los informes que le rinden sus funcionarios. Lo que hace es asumir, en el mejor de los casos, lo que sus funcionarios le dicen. En lo que vemos y ¨¦l mismo nos informa, no hay un solo elemento que rompa la circularidad de las relaciones gubernamentales, tanto en la forma de producir conocimiento como de implementarlo.
Lo que finalmente no hay, es un ejercicio cient¨ªfico, m¨¢s all¨¢ de que se opere bajo el supuesto de que todo lo que se ha hecho, se est¨¢ haciendo y se har¨¢, es producto de la ciencia. Creer que la representaci¨®n gr¨¢fica de los fen¨®menos son los fen¨®menos mismos o que la marca de etapas determina lo que en realidad acontecer¨¢, es cientificismo, no ciencia. En tiempos ordinarios mucho de esto pasa a diario. Decisiones sobre puentes, carreteras, energ¨ªa o compras, se hacen suponiendo que est¨¢n sustentadas en ciencia, cuando en realidad provienen de lo que los operadores gubernamentales asumen o interpretan como tal. Ah¨ª los da?os suelen ser patrimoniales a¨²n cuando, en ocasiones produzcan tragedias y p¨¦rdidas de vida. En tiempos extraordinarios como los que vivimos, las cosas deber¨ªan abordarse de otra manera.
Confundir ciencia con cientificidad es ya la causa de males. Contar mal a las personas, no saber el n¨²mero ni localizaci¨®n de los contagiados, suponer que los recursos est¨¢n disponibles o no prever lo que acontecer¨¢ como mera consecuencia de las cosas, es una cuesti¨®n que va m¨¢s all¨¢ de los de por s¨ª inconvenientes descalabros patrimoniales. Es importante comprender que para que el Gobierno haga ciencia, tiene que ajustar su quehacer a los requerimientos de ella. Supone dejar de lado, as¨ª sea solo durante los procesos de reflexi¨®n y deliberaci¨®n, la condici¨®n de autoridad y asumirse en la de participante. De no estar dispuesto a ello, dif¨ªcilmente podr¨¢ decirse que opera con bases cient¨ªficas. Se estar¨¢ ante un actuar que utiliza a la ciencia y a su enorme poder legitimador como un medio m¨¢s para lograr sus fines; ante cientificismo m¨¢s que ante ciencia.
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