Un dibujante en el campo de concentraci¨®n
Josep Bartoli perdi¨® la Guerra Civil. Huy¨® a Francia, pero all¨ª, como a miles de republicanos, le esperaba el horror. Cambi¨® el fusil por el l¨¢piz y lo cont¨® todo. El resultado: 'La retirada'.
En los campos de concentraci¨®n de la Catalu?a francesa ¡ªBram,?Argel¨¨s-sur-Mer, Barcar¨¨s, Saint-Cyprien, Agde, Rivesaltes¡¡ª, en el feroz 1939, se cumpli¨® a la perfecci¨®n el triple lema de la R¨¦publique: libertad, igualdad, fraternidad. La te¨®rica libertad, para los refugiados republicanos espa?oles que as¨ª lo desearan, de volver a su pa¨ªs (donde les esperar¨ªa, eso s¨ª, un dif¨ªcil contexto de persecuci¨®n y desprecio, y qui¨¦n sabe qu¨¦ m¨¢s). La igualdad de condiciones entre todos aquellos prisioneros en aquellas playas rodeadas de alambre de espino: hambre, miseria, enfermedad y muerte. Y la fraternidad obligada entre quienes compart¨ªan semejante horizonte. As¨ª que en la Francia de 1939, que el 25 de febrero ya hab¨ªa reconocido el Gobierno de Franco y el 2 de marzo hab¨ªa nombrado a P¨¦tain embajador en Espa?a, todo era de una coherencia absoluta y no hab¨ªa nada que objetar.
Pero un joven dibujante catal¨¢n que se hab¨ªa pasado la Guerra Civil batallando en el bando republicano desde las filas comunistas iba a tomar una decisi¨®n. Abandonado el fusil por causa de fuerza mayor, coger¨ªa el l¨¢piz y reanudar¨ªa la lucha. De pegar tiros en la batalla del Ebro, Josep Bartoli (Barcelona, 1910) pasaba a plasmar en un cuaderno lo que ten¨ªa delante de sus ojos: la forma en que la Rep¨²blica francesa del presidente Lebrun y el primer ministro Daladier, absolutamente desbordada por los acontecimientos, hab¨ªa acogido a los m¨¢s de 400.000 espa?oles, entre ellos ¨¦l mismo: encerrando a muchos de ellos entre alambradas. Gran parte de esos dibujos integran La retirada. ?xodo y exilio de los republicanos espa?oles (editorial El Mono Libre), el libro en el que su sobrino el fot¨®grafo Georges Bartoli y la periodista Laurence Garcia relatan aquel v¨ªa crucis de los exiliados republicanos en la Francia de las libertades, una Francia que ya estaba m¨¢s cerca de la colaboraci¨®n con los nazis que del Frente Popular. Esta edici¨®n en espa?ol, con 85 ilustraciones y 30 fotograf¨ªas del propio Georges Bartoli reconstruyendo el periplo de su t¨ªo, llega a las librer¨ªas con un retraso de 11 a?os con respecto a la edici¨®n francesa (La retirada; editorial Actes Sud, 2009).
Tras la ca¨ªda de Barcelona a manos de las tropas franquistas, Josep Bartoli, un catalanista de izquierdas, simpat¨ªas libertarias y vocaci¨®n anticlerical que nunca lleg¨® a militar en nada, cruz¨® a pie la frontera el 14 de febrero de 1939. Fue enviado directamente al campo de concentraci¨®n de Barcar¨¨s, cerca de Perpi?¨¢n. All¨ª, como tantos otros dadas las condiciones sanitarias, contrajo el tifus. Fue enviado a otro campo, el de Bram, donde empezar¨ªa a plasmar el horror: los ni?os muertos, las madres desesperadas, los combatientes derrotados y enfermos, la miseria y la crueldad de los gendarmes franceses y los tiradores senegaleses que vigilaban el recinto (los gendarmes son retratados con cara y rabo de cerdo o como perros de presa).
Bartoli acab¨® fug¨¢ndose y ah¨ª empez¨® una aut¨¦ntica vida de pel¨ªcula. Primero en Par¨ªs, donde trabaj¨® como escenarista en clubes como el Moulin Rouge y el Folies Berg¨¨re. Despu¨¦s, sucesivamente, en Chartres, Burdeos y Vichy, donde fue apresado por los nazis, que ya hab¨ªan ocupado Francia. A punto de ser trasladado a Dachau rumbo a una muerte segura, logr¨® evadirse de nuevo con la colaboraci¨®n de una red de ayuda a refugiados jud¨ªos y llegar a Marsella, donde embarc¨® en el buque Lyautey rumbo a T¨²nez. Desde all¨ª viaj¨® a Or¨¢n y luego a Casablanca, desde donde zarp¨® en otro barco rumbo a M¨¦xico, reuni¨¦ndose con los cerca de 20.000 exiliados espa?oles que se hab¨ªan instalado all¨ª bajo la protecci¨®n del presidente L¨¢zaro C¨¢rdenas.
En el DF, Bartoli entabl¨® relaci¨®n con los c¨ªrculos art¨ªsticos y se hizo amigo de Diego Rivera y Frida Kahlo, con quien lleg¨® a mantener una intensa relaci¨®n sentimental (las cartas de amor entre ambos fueron subastadas en 2015 por la galer¨ªa Doyle de Nueva York). Fue en M¨¦xico donde, en 1944, public¨® su primera recopilaci¨®n de dibujos bajo el t¨ªtulo Campos de concentraci¨®n 1939-19¡ Dos a?os m¨¢s tarde, el dibujante se instal¨® en Nueva York, donde se relacion¨® con artistas como Rothko, Pollock o De Kooning. Lo cierto es que lleg¨® a ser algo parecido a una estrella en su faceta de escenarista y de colaborador de publicaciones como la revista Holiday o el suplemento ¡®Reporter¡¯ de The Saturday Evening Post. Hasta 1977 no volvi¨® a pisar Espa?a, con motivo de un viaje a Barcelona. Josep Bartoli muri¨® en Nueva York en 1995.
Lo de ¡°una vida de pel¨ªcula¡± no es en sentido figurado. El ilustrador franc¨¦s Aur¨¦lien Froment, Aurel, una de las estrellas de la tira c¨®mica y la s¨¢tira pol¨ªtica en publicaciones como Le Monde, Politis o Le Canard Encha?n¨¦, tiene ya terminado Josep, su largometraje de animaci¨®n sobre el apasionante viaje vital de Bartoli. La pel¨ªcula es una coproducci¨®n francoespa?ola (Les Films d¡¯Ici M¨¦diterran¨¦e / Imagic TV) y cuenta con las voces de Sergi L¨®pez y S¨ªlvia P¨¦rez Cruz (que tambi¨¦n ha compuesto la banda sonora). Su estreno comercial est¨¢ previsto para finales de septiembre, pero Aurel y el productor Jordi Oliva recibieron el pasado d¨ªa 3 una gran noticia: los responsables del Festival de Cannes les informaron de que la acababan de seleccionar para su edici¨®n de este a?o, que se celebrar¨¢ muy probablemente mediante la f¨®rmula de filmes con el sello ¡°Cannes 2020¡±, pero proyectados en otros cert¨¢menes (ya que el propio Festival de Cannes fue suspendido por la covid-19). ¡°En cierto modo es una biograf¨ªa de Josep Bartoli, pero en realidad es una ficci¨®n contada a partir de esa vida, y en el fondo es un homenaje a los dibujantes y al dibujo en general. Es mi forma de relacionarme con ¨¦l, alguien a quien no conoc¨ª y que podr¨ªa ser mi abuelo, pero de quien creo que puedo entender lo que se le pasaba por la cabeza¡±, explica Aurel.
Otra de las presencias en esta pel¨ªcula es la de Berenice Bromberg, la viuda de Josep Bartoli. Se conocieron en 1958, durante una fiesta de cumplea?os. Nac¨ªa una historia de amor que durar¨ªa casi 40 a?os. Desde su casa de Nueva York, Berenice Bromberg evoca as¨ª al dibujante: ¡°Cuando vi la primera vez los dibujos del libro Campos de concentraci¨®n me sent¨ª conmovida. Estaba claro en aquellas p¨¢ginas el grado de sufrimiento que Josep hab¨ªa vivido durante la guerra y el exilio, aunque jam¨¢s habl¨® ni se comport¨® como v¨ªctima. En lugar de eso, canaliz¨® su energ¨ªa en la creaci¨®n de un documento perdurable sobre los horrores y actos inhumanos cometidos por el fascismo¡±. Bromberg enjuicia as¨ª aquellos dibujos de los campos de concentraci¨®n: ¡°Retratan los vicios, las aflicciones, la arrogancia, la corrupci¨®n, la pomposidad y el sufrimiento del ser humano. Son im¨¢genes hermosas, porque tratan de contar la verdad por dolorosa que sea contemplarla¡±.
Otro comentario sobre los dibujos que salpican las p¨¢ginas de La retirada: ¡°En ellos no hay lugar para la ternura, sencillamente porque no lo hab¨ªa en aquella ¨¦poca, aunque s¨ª hay espacio para el humor, un humor muy ¨¢cido, incluso en las cosas m¨¢s terribles, porque mi t¨ªo se re¨ªa de todo y de todos¡, hasta de ¨¦l mismo¡±. Son palabras de Georges Bartoli, el sobrino del dibujante y coautor del libro. Curtido en mil batallas period¨ªsticas en lugares como Bosnia, Yemen, Am¨¦rica Latina, Palestina o Kurdist¨¢n, este fotorreportero nacido en Francia (B¨¦ziers, 1957) es hijo de exiliados en el seno de una familia con componentes comunistas, socialistas y anarquistas. Tiene especial inter¨¦s en defender el compromiso moral y art¨ªstico del t¨ªo Josep, pero tambi¨¦n su absoluta independencia: ¡°Combati¨® toda la Guerra Civil en las filas del Partido Comunista, pero era un electr¨®n libre, un libertario, un catalanista nada antiespa?olista y a la vez un universalista al que no le gustaban ni las naciones ni las fronteras. Y sobre todo, un hombre de izquierdas. Pero siempre libre¡±.
Georges Bartoli explica las razones por las que quiso evocar en un libro la figura de su t¨ªo: ¡°Lo que quise reflejar fue, a partir de la personalidad novelesca de mi t¨ªo, hablar de nosotros, de los hijos y nietos del exilio¡±. Nunca quiso adquirir la doble nacionalidad. No lo hizo por razones pol¨ªticas y sobre todo, dice, morales: ¡°Yo antes que franc¨¦s, espa?ol o catal¨¢n soy republicano, y para m¨ª la idea de ser sujeto de una monarqu¨ªa heredada del franquismo es insoportable. Y tambi¨¦n porque Espa?a ha borrado de su historia a toda una generaci¨®n, que era la de mis padres, no ha saldado las cuentas con sus antepasados¡±.
Sus textos en el libro rezuman un sentimiento ambivalente hacia su pa¨ªs de nacimiento: ¡°Por una parte, Francia protegi¨® a mis padres y me ha protegido a m¨ª. Pero, por otro lado, en Francia hubo una larga conspiraci¨®n de silencio sobre este tema de los refugiados espa?oles, que no se rompi¨® hasta los a?os noventa. C¨®mo se comport¨® Francia con los republicanos espa?oles refugiados que cruzaron la frontera es una mancha terrible para la historia de mi pa¨ªs. Fue una amnesia colectiva y consciente, un revisionismo por omisi¨®n¡±. ?l lo llama ¡°la gran tragedia de Francia con Espa?a¡± y consiste en tres traiciones: ¡°La primera, los acuerdos de no intervenci¨®n en la Guerra Civil; la segunda, c¨®mo se acogi¨® a los refugiados meti¨¦ndolos en campos de concentraci¨®n, como pas¨® con mi t¨ªo; y tercero, Francia se olvid¨® de los espa?oles que formaron los primeros maquis de la Resistencia contra los nazis¡±.
En Espa?a eran rojos de mierda, y en Francia, espa?oles de mierda. ¡°Si no hubieran sido rojos, la cosa habr¨ªa sido m¨¢s f¨¢cil¡ Pero no. Muchos franceses pensaban que los republicanos espa?oles se com¨ªan a los ni?os crudos. Ahora bien, tambi¨¦n hubo muchos franceses que fueron a los campos de concentraci¨®n donde estaban los refugiados espa?oles para llevar mantas y comida, incluso se inventaban historias para poder sacar a algunos de all¨ª¡ S¨ª, tambi¨¦n existi¨® esa Francia¡±.?