Historia y decadencia de la Universidad de Venezuela, el monumento que ha sobrevivido a todo menos al r¨¦gimen de Maduro
La Ciudad Universitaria de Caracas, del arquitecto Carlos Ra¨²l Villanueva, fue declarada Patrimonio de Humanidad en el a?o 2000. A pesar de ello, la falta de mantenimiento de los ¨²ltimos a?os ya le pasa factura
"No sirvi¨® de nada declararlo patrimonio". Paulina Villanueva, hija del arquitecto Carlos Ra¨²l Villanueva (1900-1975), autor del campus de la Universidad Central de Venezuela, en Caracas, no pod¨ªa creerlo cuando al abrir un nuevo mensaje en su m¨®vil se encontr¨® con las im¨¢genes del hundimiento de una de las piezas m¨¢s singulares de la obra de su padre, un corredor cubierto de hormig¨®n armado, dentro de un conjunto que la Unesco considera "una obra maestra del urbanismo, la arquitectura y el arte" y un "ejemplo sobresaliente" de los ideales del movimiento moderno.
Paulina atiende la videollamada de ICON Design desde Nueva York, donde se qued¨® bloqueada cuando se declar¨® la pandemia de covid-19. Varios factores fatales han confluido para que esta pasarela haya acabado venciendo: "El cerco econ¨®mico del gobierno de Maduro a las universidades, que se han quedado pr¨¢cticamente sin recursos, ha coincidido con las lluvias torrenciales que han ca¨ªdo en los ¨²ltimos d¨ªas en Caracas". Todo ello en plena cuarentena por el coronavirus, "que ha hecho que la universidad se haya quedado vac¨ªa varios meses".
La obra del diablo
La Ciudad Universitaria de Caracas (1940-1960) es la obra de una vida. Cerca de 40 edificios se distribuyen en 200 hect¨¢reas y cuatro zonas: el hospital universitario (que el artista moderno Mateo Manaure revisti¨® con un mural policromado), el conjunto central (en el que se ubican el aula magna y el rectorado), la ciudad deportiva y las facultades, entre las que destaca la de Arquitectura. "A principios de los a?os cincuenta comenz¨® a trabajar en el conjunto central, que ya no es como los edificios estucados de blanco de la primera etapa, sino un despliegue de formas de hormig¨®n armado a la vista, muy audaces, que ejecut¨® con ingenieros e integrando las artes", explica Mar¨ªa Fernanda Jaua, arquitecta venezolana licenciada por la facultad de Arquitectura en esta universidad y ahora residente en Madrid.
Todos quedan unidos en un entramado de pasillos cubiertos, un ejemplo extraordinario de la adaptaci¨®n de la arquitectura al entorno. "Villanueva tuvo la posibilidad de llevar a la realidad los ideales de la arquitectura moderna de principios del s. XX, pero a la vez tuvo en consideraci¨®n el lugar, de clima tropical", se?ala Jaua.
"Para la protecci¨®n del sol y del calor [con sombras y ventilaci¨®n]", contin¨²a, "se inspir¨® en la arquitectura colonial espa?ola, sin copiarla, con elementos como celos¨ªas, corredores, espacios abiertos e intermedios entre exterior e interior. Estos pasillos son casi un kil¨®metro y medio de distintas estructuras que unen los edificios para caminar entre ellos protegido del sol". En ellos, Villanueva tuvo la ocasi¨®n de experimentar con el hormig¨®n armado y el acero, junto a los ingenieros Juan Otaola Pav¨¢n y ?scar Benedetti.
"El corredor que se ha ca¨ªdo", explica Jaua, "tiene las columnas a un lado para dejar abiertas las vistas al jard¨ªn central al que da el aula magna. Es un pasillo ondulado que se llena de agua y de hojas y, si no lo limpias, el peso termina afectando a la estructura".
Adem¨¢s, decenas de obras de arte se distribuyen por toda la ciudad, integradas en la vida cotidiana; una "s¨ªntesis de las artes" ¨Cuna idea que le Le Corbusier trabaj¨® durante toda su vida¨C ,en la que particip¨® un importante grupo de creadores de vanguardia, como el estadounidense Alexander Calder o el franc¨¦s Fernand L¨¦ger. El dise?o incluye desde el paisajismo, con especies aut¨®ctonas de hoja verde, hasta las manillas de las puertas y por supuesto los muebles.
"Cuando mi padre fue a presentarle el proyecto a Alexander Calder para pedirle que participara, ¨¦l le respondi¨®: 'Villanueva, eso es demasiado ambicioso, esto no lo puede construir un hombre. Si llega a construirlo es porque es usted el diablo". Terminado el conjunto Calder se present¨® en Caracas con una silla negra con alas de mariposa que hab¨ªa hecho para el arquitecto: "Es la silla del diablo", le dijo. Ahora se encuentra en el jard¨ªn de la casa Caoma, la residencia de Villanueva en Caracas.
Un funcionario lo suficientemente loco
Pero tan milagroso como el proyecto es el hecho de que Villanueva lograra llevarlo a cabo sin interferencias, desde un despacho en el Ministerio de Obras P¨²blicas, y pasando por gobiernos de todos los signos, golpes de estado, presidentes asesinados y dictaduras. "Solo en una ocasi¨®n recibi¨® la visita del general Marcos P¨¦rez Jim¨¦nez (1952-1958)", cuenta Paulina Villanueva, tambi¨¦n arquitecta y directora de la Fundaci¨®n Villanueva, que lleva d¨¦cadas velando por preservar la integridad de la obra.
"Le fueron con el chisme de que el arquitecto de la Ciudad Universitaria estaba haciendo una cosa loca en el aula magna con un artista, Calder, que estaba chalado. P¨¦rez Jim¨¦nez se acerc¨® y le pregunt¨® qu¨¦ era aquello que hab¨ªa por el suelo. All¨ª estaban las nubes de Calder por el suelo. Y mi padre le dio la respuesta que hab¨ªa que darle: 'Esto, general, es funcional".
Los m¨®viles de Calder que pueblan el auditorio como platillos flotantes de formas y colores irradian las ondas ac¨²sticas del espacio, pero son a la vez la guinda de una s¨ªntesis de las artes que se compone de un total de 107 obras de 24 artistas pl¨¢sticos, entre murales y esculturas.
No es que el general P¨¦rez Jim¨¦nez compartiera los ideales del movimiento moderno. "La dictadura militar venezolana quer¨ªa celebrar?en la universidad la X Conferencia Iberoamericana en 1954, con mandatarios de todos los pa¨ªses, y quer¨ªa mostrarse al mundo con lo que sab¨ªa que el mundo valoraba en aquel momento", cuenta Paulina Villanueva. "As¨ª que durante al menos el tiempo hasta que se celebr¨® la cumbre, hubo recursos de sobra para ejecutar el proyecto".
Para cuando el dinero se acab¨® la Ciudad Universitaria estaba pr¨¢cticamente completada, al menos a ojos profanos. Para Villanueva, la arquitectura estaba viva y deb¨ªa ir creciendo y adapt¨¢ndose con el paso del tiempo y el cambio de usos. Cost¨® m¨¢s convencer a algunos artistas para que participasen en un proyecto financiado por una dictadura, que a la propia dictadura de las bondades del arte. En el caso de algunos creadores venezolanos, como Jes¨²s Soto, la negativa "era comprensible", dice Jaua, no quer¨ªan vincularse con el gobierno militar.
Otros, como Mir¨®, simplemente estaban en plena fertilidad creativa, con demasiado trabajo para atender ning¨²n nuevo encargo. En general, los europeos de izquierdas comprendieron que era m¨¢s trascendente el proyecto en s¨ª mismo que el origen del dinero. "La dictadura va a pasar, pero la obra va a quedar", dijo Fernand L¨¦ger, criticado por contribuir al conjunto, en 1954, con un vitral ubicado en el edificio de la biblioteca central.
?Por qu¨¦ no podemos cultivar rosas?
La permanencia, en cambio, ha sido un caballo de batalla que ha habido que sacar casi a diario desde que Villanueva falleci¨® a causa del P¨¢rkinson. Su hija puede contar cada una de las veces que ha tenido que frenar los impulsos creativos de rectores, profesor y alumnos, afear la dejadez de las administraciones p¨²blicas y universitarias en el mantenimiento o bajar los brazos ante cambios irreparables.
"Un d¨ªa, en una reuni¨®n de alguna de las comisiones de conservaci¨®n que ha habido en la universidad, lleg¨® la solicitud de un decano que quer¨ªa plantar rosales. Le dijimos que no y el decano se indign¨® con nosotros, y de paso el rector se indign¨® tambi¨¦n con nosotros. Tuvimos que explicarle que el dise?o no se reduc¨ªa a los edificios, sino que era un proyecto integral, del que formaban parte tambi¨¦n los espacios, los pasillos y los jardines: chaguaramos, palmas, vegetaci¨®n verde, as¨ª eran los jardines de mi padre", cuenta. "Todo el mobiliario del aula magna era una preciosidad y lo cambiaron por unos muebles nuevos de un mal gusto horrible. Un rector decidi¨® que a mi pap¨¢ le faltaron pasillos y acord¨® construir unos nuevos que no tienen nada que ver con el proyecto".
Con todo, se consiguieron mantener la integridad y autenticidad del dise?o de Villanueva, condiciones indispensables para que la Unesco llegase a declararlo Patrimonio de la Humanidad en el a?o 2000, coincidiendo con el centenario del nacimiento de Villanueva. En vista de las dificultades cotidianas para que a¨²n hoy se comprenda la importancia de preservar la Ciudad Universitaria, cuesta imaginar c¨®mo el arquitecto consigui¨® salirse con la suya durante dos d¨¦cadas.
Quiz¨¢ fue por esa habilidad para dar la respuesta id¨®nea o quiz¨¢ por su manejo precario del espa?ol. De padre venezolano, Villanueva naci¨® y se educ¨® en Francia, primero en el Liceo Condorcet y luego en la Escuela de Bellas Artes de Par¨ªs. Fuera de la academia se vincul¨® con las vanguardias de aquel Par¨ªs efervescente. Y conquist¨® a la que luego fue su mujer, una venezolana que, seg¨²n bromeaba, se hab¨ªa casado con ¨¦l "porque hablaba perfectamente franc¨¦s", cuenta Paulina.
Ya en Venezuela, regres¨® a Par¨ªs en 1937 porque hab¨ªa hecho el pabell¨®n de Venezuela para la exposici¨®n universal, en la que Espa?a present¨® el pabell¨®n de la Rep¨²blica. "Mi mam¨¢ dec¨ªa que se pasaba el tiempo all¨ª con Sert, que en el venezolano estaba menos interesante. All¨ª conoci¨® tambi¨¦n a Mir¨®". Los recuerdos que Paulina Villanueva tiene de su padre trabajando comienzan cuando ¨¦l estaba enfrascado con la ejecuci¨®n del conjunto central de la Universidad. "Era como un sacerdote de la arquitectura: trabajaba de ocho de la ma?ana a 12 del mediod¨ªa y de dos a seis de la tarde, y cuando llegaba la hora cerraba".
Sorprende que consiguiera as¨ª, sin nocturnidad ni arrebatos de genio exc¨¦ntrico, no solo levantar la Ciudad Universitaria, sino combinar el proyecto con sus clases de Proyectos y de Historia de la Arquitectura y con su trabajo en el Banco Obrero, a trav¨¦s del que hizo un buen n¨²mero de edificios de viviendas sociales, como El Silencio o 23 de enero.
"Arreglarse se va a arreglar"
Mientras esos edificios no tienen problemas de mantenimiento, el estado actual de la universidad es, en palabras de Paulina Villanueva, triste. "Sobrevive gracias a la dedicaci¨®n de muchas personas [afines al proyecto] que quedan trabajando all¨ª. Cada vez que pasa el tiempo y no se hacen los trabajos de mantenimiento la ciudad universitaria se deteriora. Y ahora con la pandemia la universidad ha estado sola varios meses", lamenta. "El concreto no es como la piedra, no es eterno. El estado de ese pasillo ya era delicado desde hace bastante tiempo. Se hizo un diagn¨®stico y luego no se realiz¨® el mantenimiento que se deb¨ªa: los drenajes estaban tapados y hab¨ªa que arreglar la impermeabilizaci¨®n. Ahora, los soportes de acero est¨¢n da?ados".
Aunque reconoce que hace falta un informe de peritaje para saber si se va a poder salvar o si habr¨¢ que demoler la estructura para volverla a construir, Paulina no pierde la fe en el diablo: "Arreglarse se va a arreglar; hay que tratar de hacerlo de la mejor forma posible y con las personas adecuadas, buenos ingenieros".
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