Dana Thomas: ¡°Antes los Gobiernos eran colonizadores; hoy son las empresas¡±

Solo uno de la docena de datos m¨¢s recurrentes en las informaciones sobre negocio textil y crisis clim¨¢tica tiene consenso cient¨ªfico. El resto es pura especu?laci¨®n, ¡°intuiciones, enlaces perdidos, marketing y algo que alguien dijo en 2003¡±, denunciaba el pasado enero la periodista y ecoactivista estadounidense Alden Wicker. ¡°Una organizaci¨®n publica una estad¨ªstica, otras cuatro la recogen en sus informes y as¨ª sucesivamente, hasta que llega un punto en que nadie recuerda o tiene en cuenta la fuente original. De esta manera funcionan las cosas para la moda en el espacio de la sostenibilidad¡±, expone la fundadora de la plataforma digital EcoCult. Las implicaciones de semejante revelaci¨®n no son pocas, empezando por el escaso significado de las acciones que puedan emprender marcas y dise?adores en sus intentos por reducir la huella medioambiental de su trabajo y terminando por la imposibilidad de establecer una aut¨¦ntica regulaci¨®n para el sector. Por no hablar de la imagen que proyectan los implicados cacareando datos sin contrastar, que oscilan en un baile de n¨²meros seg¨²n se acuda al Foro Econ¨®mico Mundial, la Organizaci¨®n Internacional del Trabajo, la iniciativa Clean Clothes o las consultoras globales de turno. Resultado: intoxicados de desinformaci¨®n a estas alturas de tama?a pel¨ªcula de cat¨¢strofes.
¡°Como reportera, me apoyo en las investigaciones de los expertos analistas de agencias como McKinsey, Bain y Boston Consulting Group, e instituciones del calibre de Naciones Unidas y el Banco Mundial. Si no podemos confiar en ellos, ?en qui¨¦n entonces?¡±, replica Dana Thomas. La periodista y escritora estadounidense (Washington, 1964) no duda en cuestionar a Wicker, se?alada por The New York Times como la primera voz en poner en tela de juicio ese lugar com¨²n que asegura que la del vestir es la segunda industria m¨¢s contaminante del planeta. ¡°Escribe ese mismo art¨ªculo cada a?o¡±, dice Thomas sobre Wicker. La primera, veterana cronista de los vaivenes de la moda y autora de los celebrados t¨ªtulos Deluxe. How Luxury Lost Its Luster (2007) y Dioses y reyes. Ascenso y ca¨ªda de John Galliano y Alexander McQueen (Superflua, 2015), tiene su versi¨®n de los da?inos acontecimientos. La expone en Fashionopolis. El precio de la moda r¨¢pida y el futuro de la ropa (Superflua, 2020), un manejable pero contundente volumen.
Hay mucha gente revisando sus armarios y se ha dado cuenta de todo lo que hab¨ªa olvidado en el fragor consumista reciente¡±
¡°Nunca ha habido prendas tan baratas y m¨¢s accesibles como hoy, y las megacorporaciones nos han condicionado para creer que eso es normal. Y no lo es. Por eso escrib¨ª este libro. Para abrir los ojos de los consumidores y hacerles pensar sobre lo que acumulan en sus armarios¡±, concede desde su casa en Saint-Tropez, donde ha pasado el confinamiento de rigor, pero en absoluto ajena al vuelco productivo y de consumo que est¨¢ viviendo la industria.
¡°La huella de carbono que dejan las semanas de la moda es abrumadora. Y todo para siete minutos de desfile. Ahora todo el mundo se queja de que hay demasiadas presentaciones y colecciones, aunque hac¨ªa tiempo que era preciso repensar el sistema. Quiz¨¢ todo vuelva a tener alg¨²n sentido tras esta crisis¡±, razona. A seis meses vista de la publicaci¨®n de Fashionopolis, sus postulados cobran a¨²n m¨¢s sentido y relevancia.

La pandemia interrumpi¨® el curso de su edici¨®n ¡ªlas versiones en tapa blanda solo lograron salir en Estados Unidos y el Reino Unido¡ª, pero la autora ha aprovechado para expandir horizontes v¨ªa Instagram (@danathomasparis), donde no ha parado de mantener encuentros en directo con activistas textiles y creadores con conciencia cr¨ªtica como Prabal Gurung, Maria Cornejo o Gabriela Hearst durante el confinamiento. ¡°Hemos pasado unos meses sentados frente al ordenador y la televisi¨®n en pijama o ch¨¢ndal y es normal que cuando tenemos la oportunidad de volver a salir a la calle queramos vestirnos, lucir bien, pero no es necesario comprar nuevas prendas para ello. Las actuales condiciones de teletrabajo tambi¨¦n van a jugar a favor a la hora de echar el freno¡±, apunta antes de meter el dedo en la llaga.
¡°Hay r¨¦cords de despidos y gente sin empleo ahora mismo en todas partes, as¨ª que tambi¨¦n hay menos dinero para gastar en aquello que se percibe innecesario, como la moda. Cuando tienes que pagar la hipoteca, la educaci¨®n de tus hijos y no te queda para comer, comprar ropa nueva no resulta prioritario. Lo bueno es que hay mucha gente que est¨¢ volviendo a revisar sus armarios y se ha dado cuenta de todo lo que hab¨ªan olvidado dentro en el fragor consumista de los ¨²ltimos a?os¡±.

Pr¨®diga y prolija en cifras, detalles y nombres (solo el listado de fuentes ocupa 26 p¨¢ginas del libro), Thomas se muestra implacable en sus conclusiones. Para saber, contarlo y exponernos ¡ªa la industria, pero tambi¨¦n a los consumidores¡ª, Thomas ha visitado f¨¢bricas de confecci¨®n y proveedores del explotado sureste asi¨¢tico, de Banglad¨¦s a Camboya; ha buscado nuevas iniciativas de negocio locales, como Stony Creek Colors, Alabama Chanin o la Nashville Fashion Alliance, que iluminan un futuro real en t¨¦rminos sostenibles, y ha hablado con los genuinos agentes del cambio, ya sean empresarios, dise?adores del alcance de Stella McCartney o desarrolladores de tecnolog¨ªa (curiosamente o no, la mayor¨ªa mujeres). ¡°No creo posible hacer solo unos retoques para transformar el nefasto modelo existente en uno bueno. Se necesita crear uno totalmente nuevo. S¨ª, puedes aplicar la econom¨ªa circular a tu negocio, pero si tu estrategia est¨¢ basada en el volumen ¡ªes decir, m¨¢xima producci¨®n¡ª, la cantidad de recursos y energ¨ªa a utilizar sigue siendo significativamente destructiva¡±, reflexiona. ¡°El magno modelo de negocio de la moda en su totalidad es err¨®neo, injusto y avaricioso. De principio a fin. Del propietario de la marca al comprador. Desde la concepci¨®n del producto hasta el final de su vida¡±.
Las marcas deber¨ªan renunciar a sus grotescos beneficios y tratar a los empleados y al planeta con propiedad¡±
?Hablamos de capitalismo/neoliberalismo? Por supuesto. Una de las lecturas m¨¢s pertinentes de Fashio?nopolis es la que se desprende de su propio t¨ªtulo y de la met¨¢fora que hace la autora recurriendo a la pel¨ªcu?la Metr¨®polis (1927), el cl¨¢sico de la ciencia-ficci¨®n dist¨®pica y expresionista de Fritz Lang: la industria de la moda como sistema malvado en el que los pobres trabajan explotados para el beneficio de unos pocos ricos. Que la sostenibilidad tambi¨¦n implica lucha de clases es algo que quiz¨¢ no hab¨ªamos visto venir. ¡°Sucede desde hace 250 a?os. Dickens y Engels ya escribieron sobre ello. Ahora es igual, solo que lo ignoramos porque no pasa ante nuestros ojos, sino en lugares remotos y ex¨®ticos, pero contribuimos a que siga ocurriendo al comprar toda esa ropa tirada de precio¡±, confirma Thomas. ¡°Hemos perdido la conexi¨®n. Si no lo sabemos, no nos concierne. No cuestionamos por qu¨¦ compramos tan barato, hasta que vemos en las noticias tragedias como la del Rana Plaza de Banglad¨¦s [1.127 muertos en el desplome del edificio, ocupado por empresas de confecci¨®n, en 2013]. Llevamos tres d¨¦cadas de globalizaci¨®n y capitalismo desenfrenados que nos han conducido a una desigualdad hist¨®rica en el reparto de la riqueza. Ha llegado el momento de corregirlo¡±, a?ade, poniendo el foco en la ¨¦tica laboral como parte inseparable de la revoluci¨®n sostenible.

La covid-19 ha vuelto a destapar las miserias de los trabajadores (trabajadoras en realidad, pues el 90% de los operarios son mujeres) que la industria textil emplea a precio de saldo en pa¨ªses subdesarrollados o en v¨ªas de desarrollo, y que durante esta pandemia han pasado de confeccionar ropa a producir mascarillas y equipos de protecci¨®n sanitarios a mayor gloria de las grandes corporaciones. ¡°Antes los Gobiernos eran los colonizadores. Hoy son las empresas¡±, sentencia Thomas. El problema es c¨®mo dar respuesta a esos trabajadores de la confecci¨®n que piden que no dejemos de comprar ropa para poder mantener as¨ª sus puestos de trabajo mientras las privilegiadas voces del activismo nos incitan a lo contrario. ¡°No, no deber¨ªamos comprar m¨¢s ropa. Son los due?os de las f¨¢bricas quienes deben pagar a sus empleados un salario digno. Las marcas deber¨ªan renunciar a tan astron¨®micos como grotescos beneficios y tratar a sus empleados y al planeta con propiedad¡±, dice la periodista, para la que resulta inadmisible cargar las tintas de las consecuencias ¨¦ticas y medioambientales del actual consumo desaforado sobre quienes sufren exclusi¨®n econ¨®mica o bien se creyeron la perversa promesa de que ¡°la moda es para todos¡±.
El modelo de negocio de la moda es err¨®neo, injusto y avaricioso. De principio a fin. Del propietario de la marca al comprador¡±
Queda, para el caso, una ¨²ltima cuesti¨®n. Ante esta situaci¨®n, tan compleja, ?cu¨¢l es la responsabilidad de los Gobiernos?, ?tendr¨ªan que financiar a las empresas del sector para ayudarles en el cambio de sus catastr¨®ficos sistemas de producci¨®n? ¡°No¡±, responde categ¨®rica Thomas. ¡°Pero s¨ª deber¨ªan establecer una f¨¦rrea legislaci¨®n para regular ese cambio¡±, tercia a continuaci¨®n.
¡°Se necesitan leyes serias para controlar la industria textil. Ya hemos comprobado c¨®mo en estos ¨²ltimos 30 a?os la falta de regulaci¨®n genera horrores para el planeta y sus habitantes. Y solo para que se beneficien unos pocos. Cinco de los 55 tipos m¨¢s ricos del mundo son due?os de corporaciones de moda. Ah¨ª lo dejo¡±.?¡ªeps
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