Biograf¨ªa del cad¨¢ver de una mujer (I): Leticia Peres Mourao
Desde el a?o 2000, al menos 44 mujeres en situaci¨®n de prostituci¨®n han sido brutalmente asesinadas en Espa?a. Esta es la primera de cinco historias sobre cinco de esas mujeres
Desde el a?o 2000, en nuestro pa¨ªs al menos 44 mujeres en situaci¨®n de prostituci¨®n han sido brutalmente asesinadas; descuartizadas, torturadas, apaleadas, quemadas vivas, mutiladas, tiroteadas, troceadas. Mujeres sin biograf¨ªa, cad¨¢veres arrojados al vac¨ªo, al basurero, al descampado, al olvido que vendr¨¢. De ellas, 32 fueron asesinadas por compradores de sexo de pago; ocho por sus amos proxenetas; tres por los propietarios de las c¨¢rceles burdeles. Adem¨¢s de dos mujeres en prostituci¨®n que recientemente se han suicidado, una mujer que sigue en paradero desconocido, y un asesinato todav¨ªa sin resolver. Durante las pr¨®ximas semanas y para conmemorar el 30 de Julio, d¨ªa mundial contra la trata de seres humanos, vamos a contar la historia de cinco de estas mujeres como homenaje a todas ellas.
S¨ª, el cuerpo que yace sin vida es el de una mujer. ?C¨®mo ha llegado esta mujer a ser un cuerpo muerto? ?Qui¨¦n fue este cad¨¢ver de mujer? Porque, si seguimos mirando, solo sabremos que muri¨® de forma violenta, muy violenta, y pensaremos que carece de identidad y de nombre, y a veces, seg¨²n la ferocidad de la violencia, tambi¨¦n de rostro. Y entonces nos preguntaremos qui¨¦n fue mientras viv¨ªa. O deber¨ªamos hacerlo. ?Cu¨¢l es la biograf¨ªa de este cad¨¢ver de mujer? ?Qui¨¦n la mat¨®? ?Por qu¨¦??
La ma?ana del 15 de noviembre de 2005, Leticia Peres Mourao adquiri¨® la condici¨®n de testigo protegido al denunciar ante la polic¨ªa su situaci¨®n de mujer esclavizada y explotada sexualmente en distintos locales de alterne de Tarragona, pertenecientes todos ellos a un proxeneta espa?ol.
La polic¨ªa la anim¨® y convenci¨® finalmente para que lo hiciera, para que interpusiera la denuncia al mafioso y a toda su banda de delincuentes que la explotaban cruelmente, oblig¨¢ndolas, a ella y a sus compa?eras, a hacer incluso 40 servicios al d¨ªa, utilizando como coacci¨®n las amenazas, las multas, las palizas... Leticia lo hizo, se atrevi¨® a denunciar a su proxeneta.
La condici¨®n de testigo protegido
Le ofrecieron acogerse a lo que ellos llaman ley de protecci¨®n de testigos. A Leticia le son¨® muy bien, se acogi¨®. Le prometieron salvaguardar su identidad y ella les crey¨®. Le dijeron que estuviese localizable, que tendr¨ªa que llegar hasta el final del juicio, que no tuviera miedo, por su bien y el de todas las mujeres que quedaban atrapadas en manos del proxeneta. Ella, a pesar del miedo contenido, fingi¨® no tenerlo. Acept¨®.
Ley¨® la denuncia, palabras huecas que relataban unos hechos que a ella le sonaban como suyos, pero lo que hab¨ªa sufrido Leticia no pod¨ªa ser descrito con palabras. Le pidieron que firmara y as¨ª lo hizo.
A pesar de lo que hab¨ªan dicho los polic¨ªas espa?oles, que era muy valiente, Leticia no hab¨ªa denunciado los abusos y la vida infrahumana a la que era sometida por valor; al contrario, lo hab¨ªa hecho por miedo. El mismo miedo que se col¨® en su peque?a maleta cuando, sentada en el avi¨®n que la tra¨ªa a Espa?a desde su Brasil natal, pensaba que quiz¨¢ nunca volver¨ªa a ver al hijo que dejaba. El peque?o era la raz¨®n por la que Leticia se embarcaba en esa aventura incierta al otro lado del mundo. Ese mismo temor que nunca la hab¨ªa abandonado. Desde que lleg¨® conviv¨ªa cada d¨ªa con otras mujeres que tambi¨¦n lo ten¨ªan, miedo que mutaba incluso en terror.
Una banda desarticulada, pero con los proxenetas libres
A la denuncia de Leticia se sum¨® la de otra mujer v¨ªctima de trata, captada como ella en Brasil y explotada por la misma organizaci¨®n asentada en Tarragona y Barcelona. Con ambas denuncias interpuestas frente a la polic¨ªa, esta llev¨® a cabo una ardua investigaci¨®n que dur¨® m¨¢s de cinco meses, dando como resultado la entrada y registro de burdeles y pisos de citas, as¨ª como la detenci¨®n de 15 personas pertenecientes a este clan mafioso, adem¨¢s de la liberaci¨®n de 35 mujeres explotadas en los locales.
Toda una gesta para las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado que esa misma tarde de primavera echaba las campanas al viento, proclamando a bombo y platillo su ¨¦xito frente a las mafias, y as¨ª se lo contaban a los medios de comunicaci¨®n: ¡°Desarticulada una red mafiosa en Tarragona que captaba a mujeres sudamericanas y de pa¨ªses del Este para obligarles a ejercer la prostituci¨®n, por las provincias de Tarragona y Barcelona. El cabecilla, su esposa y m¨¢s de diez detenidos. La investigaci¨®n sigue abierta y no se descartan m¨¢s detenciones. 35 mujeres han sido liberadas¡¡±.
Lo que no dec¨ªa la nota de prensa era que el juzgado de instrucci¨®n n¨²mero 5 de Tarragona no orden¨® prisi¨®n preventiva para ninguno de los miembros de la red, como tampoco dictamin¨® el cierre de ninguno de los locales. Los imputados siguieron en libertad y todos los burdeles abiertos, donde esa misma noche las mujeres ¡°liberadas¡± regresaban mansamente al redil para ser de nuevo prostituidas en condiciones abusivas.
El proxeneta y todos los componentes de la red mafiosa cenaban y dorm¨ªan tranquilamente en sus casas esa noche. Leticia, por el contrario, aterrada al ver que todos estaban en libertad, puso pies en polvorosa para esconderse en Barcelona, en el piso de un chico con el que manten¨ªa una relaci¨®n sentimental. La voracidad de su miedo no la dejar¨ªan cenar ni dormir.
En cuesti¨®n de d¨ªas, a Leticia la localizaron en Barcelona varios de los esbirros del proxeneta. No les conven¨ªa que los vieran hablando con la causante del ¡°problemilla¡± de su jefe con la justicia, as¨ª que, una vez que supieron la relaci¨®n sentimental de la mujer con el chico del piso barcelon¨¦s, decidieron hacerle a ¨¦l una ¡°troncha¡± [como llaman en el argot de la delincuencia a una espera o vigilancia].
Una noche, cuando el hombre regresaba a casa, le dieron un recadito para su compa?era: "Esto no era sino una visita de cortes¨ªa entre viejos amigos que la quer¨ªan, y por su bien ped¨ªan que retirara la denuncia. De no ser as¨ª, no habr¨ªa agujero en la tierra donde pudiera esconderse, la encontrar¨ªan, tanto a ella como al cochinillo que ten¨ªa engordando en Brasil donde ten¨ªan buenos amigos¡±.
Regreso a casa
Leticia regres¨® a su pa¨ªs, tan pobre como cuando sali¨®, con la ¨²nica compa?¨ªa de su maleta que conten¨ªa todas sus pertenencias, m¨¢s los problemas, el miedo y la decepci¨®n de que el sue?o europeo no se hubiera cumplido. Pero, al menos, Leticia estaba de nuevo al lado de su hijo, con su gente, en su favela¡ Quer¨ªa olvidar, pasar p¨¢gina, comenzar a recuperar un tiempo perdido al lado de su ni?o, sanar sus m¨²ltiples heridas y que la vida empezara a ser menos cruel con ella.
Conoci¨® a Flavio Barbosa, un joven al que no le importaba nada su pasado, tan solo el futuro que compartir¨ªan. Le propuso abrir un negocio juntos para que no tuviera que prostituirse nunca m¨¢s ni tener que migrar abandonando a su hijo.
Flavio era rom¨¢ntico, amable, educado, divertido y se mostraba atento a los deseos de Leticia. A ella se le ve¨ªa feliz y esperanzada, porque la vida la ofrec¨ªa una nueva oportunidad. Solo enturbiaba ese momento el recuerdo de su compromiso con la justicia espa?ola, pero empezaba a dudar sobre seguir con la denuncia porque ten¨ªa much¨ªsimo miedo. Todos segu¨ªan en libertad y ella recordaba las amenazas¡ Su compromiso, los valores humanos, estaban en conflicto con el momento de felicidad y tranquilidad que empezaba a vivir.
Una ma?ana de marzo de 2009
La ma?ana del 8 de marzo de 2009, Flavio cit¨® a su enamorada para almorzar, quer¨ªa hablarle de su futuro negocio juntos. Leticia lleg¨® al bar muy nerviosa e intranquila, ya que la noche anterior hab¨ªa recibido la llamada de la Polic¨ªa espa?ola para organizar su regreso de cara al inminente juicio contra su explotador. Su testimonio era crucial para meter en la c¨¢rcel al proxeneta acusado de prostituci¨®n forzada, blanqueo de capitales y asociaci¨®n il¨ªcita. La polic¨ªa se har¨ªa cargo de su billete y de los vi¨¢ticos, adem¨¢s de su protecci¨®n. No deb¨ªa temer nada, le hab¨ªan insistido, porque la amparaba la ley de protecci¨®n de testigos, adem¨¢s de que todo ese tiempo los espa?oles hab¨ªan tenido a su proxeneta vigilado y controlado.
Ella era la principal testigo de cargo y todo, por desgracia, se basaba en su declaraci¨®n, le contaba apesadumbrada a su novio. Tambi¨¦n comparti¨® su conversaci¨®n con la mujer de su exmarido, a quien le hab¨ªa pedido que, si a ella le ocurriese algo, cuidara de su hijo como si fuera suyo.
El joven la miraba y escuchaba en silencio. La vio tan tensa que se levant¨® de su silla, recorri¨® los pocos pasos hasta situarse de pie detr¨¢s de ella, puso sus manos sobre los hombros de la mujer que hab¨ªa enamorado y comenz¨® a darle con una mano un suave masaje en el cuello, mientras que con la mano libre sacaba un revolver calibre 38 y le descerrajaba un tiro en la nuca.
Flavio tranquilamente abandon¨® el restaurante y el cad¨¢ver de Leticia, para subirse a la moto que le esperaba fuera. El trabajo estaba hecho.
La polic¨ªa de Brasil tard¨® en detenerlo m¨¢s de cuatro meses. El sicario confesar¨ªa m¨¢s tarde que el crimen por el que le pagaron 4.000 reales (unos 1.500 euros) fue un encargo en nombre de un espa?ol que ten¨ªa problemas con la justicia por culpa de Leticia Peres Mourao.
#Aqu¨ªEstamosLeticia
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