"Ten¨¦is 15 d¨ªas para volver al club. Si no, voy a matar a vuestra familia"
Semanas despu¨¦s de desarticularse una violenta red de proxenetismo en Portugal y Espa?a los locales siguen abiertos y el principal imputado est¨¢ libre.- Habla una de las v¨ªctimas
"Se cree el rey de Espa?a. Dice que puede hacer lo que quiera y d¨®nde quiera". Mar¨ªa es brasile?a. Fue, como tantas otras, tra¨ªda a Espa?a con falsas promesas de un futuro prometedor. Al llegar se encontr¨® encerrada y sometida, como si fuera la propiedad privada de un club de alterne. Escap¨® con una amiga del local de Salamanca en el que viv¨ªan y empez¨® a recibir correos electr¨®nicos y sms de su chulo, ese que se cre¨ªa "el rey de Espa?a". Le dec¨ªa cosas como esta: "Voy a acabar contigo, hija de puta. Ten¨¦is 15 d¨ªas para volver al club. Si no, voy a matar a vuestras familias, a vuestros hijos".
La polic¨ªa y la Guardia Civil detectaron el a?o pasado m¨¢s de 1.300 v¨ªctimas de trata de mujeres y explotaci¨®n sexual en Espa?a. Es la primera vez que las autoridades dan una cifra de estas caracter¨ªsticas, basada en las denuncias presentadas y en las entrevistas que hacen los agentes a las chicas que encuentran en los clubes. No est¨¢n todas las que son, pero si son todas las que est¨¢n. En todo caso, aunque haya una mayor implicaci¨®n policial, el problema es qu¨¦ ocurre despu¨¦s con los traficantes y explotadores sexuales. ?Son encarcelados, juzgados, condenados? Lo cierto es que, aunque se dan pasos adelante, sigue habiendo una cierta impunidad. Son procesos complicados que, adem¨¢s, despiertan un escaso inter¨¦s social.
Para denunciar, las v¨ªctimas tienen miedo: a los chulos, a que las expulsen, a todo. Si lo superan, no est¨¢ claro que vayan a quedar fuera de peligro. En el caso de Mar¨ªa, ha habido varias declaraciones de otras mujeres contra la red, escuchas de la polic¨ªa, registros... Los agentes que se encargaron de la investigaci¨®n consideran que la operaci¨®n estaba bastante bien atada, seg¨²n fuentes policiales. Pero, aunque la instrucci¨®n est¨¢ abierta en un juzgado de Salamanca, el principal imputado, un portugu¨¦s llamado Simao Miguel Costa, est¨¢ en libertad bajo fianza. Sus dos locales espa?oles, el club Paradise y el Tropical (en el diminuto pueblo de Fuentes de O?oro, Salamanca), est¨¢n abiertos y funcionan como si nada. Mar¨ªa, que lleva meses cambiado de casa y ciudad para que no la encuentren, no lo entiende. "No s¨¦ c¨®mo est¨¢ libre. Eso s¨ª, si me pasa algo", dice Mar¨ªa, "todos sabr¨¢n que ha sido ¨¦l".
No era la primera operaci¨®n policial contra el club Paradise. En 2004, ya se anunci¨® la desarticulaci¨®n de una red organizada en torno a este local. Una chica huy¨® del burdel y viaj¨® a Portugal con la ayuda de un cliente que le dio dinero. Pero los miembros de la organizaci¨®n consiguieron encontrarla, la llevaron por la fuerza a Badajoz y se apoderaron de su dinero. Este caso acab¨® sobrese¨ªdo por la justicia. Simao Costa tiene una condena por lesiones y tenencia il¨ªcita de armas; por haberle pegado dos tiros al portero de otro club. Pero a¨²n no ha ingresado en prisi¨®n por este procedimiento.
Mar¨ªa no va a volver a Brasil. Sabe que all¨ª no estar¨ªa segura. El a?o pasado una mujer muri¨® en Brasilia a manos de un sicario que confes¨® que quien lo hab¨ªa contratado era un espa?ol due?o de varios burdeles para quien la chica hab¨ªa trabajado y que lo hab¨ªa denunciado ante la polic¨ªa. En este mundo, no se juega. Las chicas son tratadas como mercanc¨ªa, y, si quieren liberarse, arriesgan su vida y la de sus familias.
"A Simao lo denunci¨® una chica cuando yo acababa de llegar al club", relata Mar¨ªa. "Se escap¨® con un cliente despu¨¦s de pelearse con el jefe. ?l le clav¨® un tac¨®n de aguja por todo el cuerpo y le perfor¨® un pulm¨®n. Cuando lleg¨® la denuncia, Simao empez¨® a romperlo todo. Dijo 'ten¨ªa que haberla matado, a la pr¨®xima la mato, ninguna puta va a estropear mi vida'. Estaba loco".
Mar¨ªa, que es un nombre ficticio, viaja por todas partes. No se queda en ning¨²n sitio mucho tiempo para que no la encuentren. No quiere fotos ni que se hable de ning¨²n rasgo f¨ªsico. Pide que la entrevista se haga en una habitaci¨®n de hotel, donde no puedan escucharla. "?l sabe que yo le he denunciado, pero no quiero que me pueda reconocer nadie que trabaje para ¨¦l", dice. "S¨®lo voy a estar tranquila cuando est¨¦ muerto o condenado a 30 a?os de c¨¢rcel".
Pas¨® dos meses en uno de los clubes de Simao, el Paradise. Entr¨® en contacto con la red en Brasil. "Alguien me present¨® a Esther Cardoso, una mujer que trabajaba para Simao. Ella me llam¨® por tel¨¦fono y me ofreci¨® un contrato en Espa?a y un billete de avi¨®n a cambio de 2.000 euros. Me dijo que podr¨ªa trabajar de camarera en una cafeter¨ªa que ten¨ªa en la planta de abajo un club de alterne, y que, si quer¨ªa un sobresueldo, podr¨ªa bajar a veces. Captaban chicas por todo el pa¨ªs".
Mar¨ªa acept¨® y se march¨® con una amiga a Sao Paulo, donde la tal Esther ten¨ªa alquilado un piso grande. "All¨ª hab¨ªa muchas chicas que iban a Espa?a. Durante esos d¨ªas nos preparaban la documentaci¨®n. Si alguien no ten¨ªa pasaporte, se lo consegu¨ªan en tres d¨ªas". De all¨ª viajaban a alguna ciudad europea: Par¨ªs, Amsterdam, Roma... entraban en el espacio Schengen y despu¨¦s cog¨ªan un avi¨®n a alguna ciudad espa?ola. En el aeropuerto les esperaba Paulo, el encargado de la seguridad privada de Simao Costa, y las llevaba al club correspondiente.
A Mar¨ªa y a su amiga las llevaron al Paradise. "Fue todo muy normal y ellos parec¨ªan muy amables. Llegamos sobre las dos de la ma?ana, nos ofrecieron comida, nos dijeron que descans¨¢ramos, todo maravilloso". Hasta el d¨ªa siguiente, cuando les fueron comunicadas las normas: all¨ª se com¨ªa una vez al d¨ªa, a las siete de la tarde; bajar al club no era una opci¨®n sino una obligaci¨®n -la cafeter¨ªa no exist¨ªa-; y el horario de trabajo era de siete de la tarde (despu¨¦s de comer) hasta las ocho de la ma?ana ininterrumpidamente. Y s¨ª o s¨ª ten¨ªan que conseguir que los clientes tuvieran relaciones sexuales con ellas.
"Mi amiga lo pas¨® peor que yo", se?ala. "Ella no sol¨ªa llevar ni faldas, s¨®lo pantalones. Dijo que no quer¨ªa vestirse con esa ropa, que no quer¨ªa ense?ar el culo. Llor¨® y llor¨®. Pero nada. Ese primer d¨ªa yo hice un mont¨®n de dinero, m¨¢s de 1.000 euros. Era verano y hab¨ªa muchos franceses y portugueses. Me puse contenta. Pens¨¦ que en pocos d¨ªas podr¨ªa liquidar mi deuda y largarme de all¨ª. Pero me dijeron que, en lugar de 2.000, deb¨ªa ya 8.000 euros".
Ten¨ªa que pagar por todo. Como s¨®lo le daban una comida al d¨ªa, si quer¨ªa agua, un vaso de leche o un pan con queso, lo que le cobraban por eso hac¨ªa que la deuda no disminuyera. "Para comprar champ¨² ten¨ªamos que pedir propina a los clientes; o robarles", relata. Trabajaban a diario, enfermas o con la regla, no importaba. Para evitar que la menstruaci¨®n les hiciera perder dinero cinco d¨ªas, los jefes les daban esponjas que se ten¨ªan que meterse hasta casi llegar al ¨²tero.
"Era todo una locura, como una secta. Simao ten¨ªa hijos con dos brasile?as y tres portuguesas. Todos los d¨ªas duerme con la persona que elige. Despu¨¦s de los primeros d¨ªas preguntaba a las chicas nuevas '?quieres ser mi mujer?' y las obligaba a acostarse con ¨¦l. Despu¨¦s ten¨ªan que lavarle la ropa que llevaba puesta en ese momento a mano y planch¨¢rsela. Era como un rito raro". Muchas de esas mujeres se encargan despu¨¦s de controlar a las reci¨¦n llegadas. "Y tambi¨¦n pegaban y maltrataban", dice.
Mar¨ªa y su amiga se escaparon y fueron despu¨¦s a la polic¨ªa. Contaron el ultim¨¢tum de los 15 d¨ªas para volver al club. "Las dos tenemos hijos en Brasil y ten¨ªamos miedo", explica. La polic¨ªa se puso a trabajar en el caso. Hab¨ªa una tercera denuncia. Encontraron burdeles en Portugal y en Espa?a. El padre de Simao Costa tambi¨¦n ten¨ªa negocios de este tipo en su pa¨ªs. El pasado mes de febrero realizaron una operaci¨®n conjunta con las autoridades lusas que concluy¨® con 10 detenidos, nueve en Espa?a y uno en Portugal.
Los agentes encontraron en los registros seis cartuchos del calibre 22, una defensa el¨¦ctrica, un pu?o americano, cuatro sprays antiagresi¨®n, billetes de avi¨®n, reservas de hotel, la contabilidad que se llevaba sobre las mujeres y sus deudas, cuadrantes de control de pases y consumiciones a los clientes... Simao pas¨® a disposici¨®n judicial, pero est¨¢ libre bajo fianza y los locales, que hab¨ªan sido precintados, se abrieron de nuevo al d¨ªa siguiente de las detenciones. Parece que cuatro chicas m¨¢s han denunciado a la red en Portugal, lo que quiz¨¢ se pueda aportar como prueba en la causa espa?ola.
El caso se parece, por desgracia, al de Leticia Peres Mourao, la mujer asesinada por un mat¨®n a sueldo en Brasilia cinco a?os despu¨¦s de haber denunciado a su proxeneta sin que las autoridades hubieran tomado medidas de ning¨²n tipo, ni cerrado sus locales. No estar¨ªa mal que con las v¨ªctimas presentes y futuras la justicia se decida a actuar m¨¢s r¨¢pido y con contundencia.
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