No me apetece morirme
Estamos rodeados, atrapados entre la irresponsabilidad de la gente que no se cuida ni est¨¢ dispuesta a cuidar a los dem¨¢s
Ya tengo muchos a?os, pero no recuerdo ninguno en el que haya lamentado volver a Madrid despu¨¦s de las vacaciones.
Regresar a mi ciudad, a mi casa, a las rutinas principales de mi vida, siempre me ha gustado tanto como abandonarla en los infernales calores de julio. 2020, tan distinto en todo, no ha sido diferente en eso, con la excepci¨®n de que este a?o nadie se lo cree. ?Y a Madrid te vas a ir, con lo mal que est¨¢ todo por all¨ª? A Madrid he vuelto, y mi ciudad me ha acogido con los brazos abiertos. De hecho, pareci¨® celebrar mi regreso con una bajada de temperaturas que, como un hada madrina, me concedi¨® el don de dormir con el balc¨®n cerrado y algo m¨¢s.
¡ªTe voy a decir una cosa¡ ¡ªuna se?ora muy mayor hablaba con su hija, una mujer de mi edad, mientras esperaban a que se abriera un sem¨¢foro en la calle de Fuencarral¡ª. Esta mascarilla es mucho mejor que la de ayer. Con esta respiro bien, y con la otra no pod¨ªa.
¡ªNo es la mascarilla, mam¨¢. Es que hoy no hace calor. Por eso respiras mejor.
¡ªQue no, que es la mascarilla, te lo digo yo¡
Porque lo primero que hago al volver a Madrid, siempre, es tirarme a la calle de Fuencarral cueste lo que cueste. Este a?o, cuando me preparaba para reencontrarme con ella, alguien envi¨® a mi tel¨¦fono m¨®vil un v¨ªdeo inesperado, sombr¨ªo como la silueta de un buitre que volara en c¨ªrculo sobre mi cabeza. Con la mejor de las intenciones, eso no lo discuto, sus autores clasificaban las actividades cotidianas en tres categor¨ªas, en funci¨®n del riesgo de contagio que implicaban. Todo lo que yo me dispon¨ªa a hacer sin quitarme en ning¨²n momento la mascarilla ¡ªsalir a caminar por la ciudad, entrar en un supermercado y hacer la compra¡ª era bastante arriesgado. Lo que me apetec¨ªa hacer en los d¨ªas sucesivos ¡ªquedar con amigos, tomar algo en una terraza, comer en un restaurante¡ª era mucho peor, arriesgad¨ªsimo. Cuando termin¨¦ de ver el v¨ªdeo llegu¨¦ a la conclusi¨®n de que s¨®lo existe una cosa cien por cien segura para garantizar la imposibilidad cierta de un contagio. Pero, aunque s¨¦ que tendr¨¦ que hacerlo antes o despu¨¦s, la verdad es que de momento no me apetece morirme.
?Qu¨¦ hacer entonces? Vivir, desde luego. ?Y c¨®mo vivir? Esa es otra cuesti¨®n. Tal vez una buena medida sea renunciar a la informaci¨®n, para ahorrarse a los 17 sabios diarios que dicen el mismo d¨ªa 17 cosas distintas ¡ªque pronto tendremos vacuna, que la vacuna tardar¨¢ mucho, que el virus se debilita al mutar, que las mutaciones del virus no lo debilitan, que las mascarillas de tela no sirven para nada, que las mascarillas de tela son ¨²tiles, que es una barbaridad que los ni?os vuelvan al colegio, que los ni?os tienen que volver al colegio como sea¡ª siempre con la mejor intenci¨®n y, supongo, sin dejar de ser sabios. Tal vez la soluci¨®n est¨¢ en la informaci¨®n, siempre que el receptor tenga tiempo, y ganas de cribarla como un equipo unipersonal de rastreo. Porque en abril todo estaba m¨¢s claro que ahora. En abril se distingu¨ªa entre casos y contagios, entre enfermos y asintom¨¢ticos, entre hospitalizados en planta y en UCI, ahora no. Parece que de repente los matices estorban, pero sin ellos es muy dif¨ªcil comprender lo que est¨¢ pasando. Aunque tal vez, simplemente, la soluci¨®n consista en recordar que la vida es peligrosa.
Para comprobarlo, basta con echar un vistazo a nuestro alrededor. Estamos rodeados, atrapados entre la irresponsabilidad de la gente que no se cuida ni est¨¢ dispuesta a cuidar a los dem¨¢s, y los que forran su casa con papel de plata para impedir el paso a la tecnolog¨ªa 5G, esa que va a activar a los nanorrobots que nos invadir¨¢n por medio de la vacuna para que Bill Gates domine nuestra mente. Pero eso tampoco es nuevo. Hace unos a?os, en la Rep¨²blica Centroafricana se extendi¨® el rumor de que los albinos transmit¨ªan el VIH y los mataban por la calle, como antes, en otras partes del mundo, hab¨ªan matado a los jud¨ªos, y hab¨ªan quemado a las brujas, y a los cient¨ªficos, a los fil¨®sofos y a los herejes.
El papel de plata es una variante inocua del mismo p¨¢nico. Ojal¨¢ la vacuna llegue a tiempo de impedir que se transforme en violencia. Mientras tanto, no nos queda m¨¢s remedio que afrontar el riesgo de estar vivos. Y disfrutarlo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.