La Despensa Antirracista, una red de solidaridad en el coraz¨®n de Madrid
Desde manteros o modistas hasta la ONG del cocinero Jos¨¦ Andr¨¦s, muchos son los que colaboran en este proyecto de la Asociaci¨®n Besha Wear, Uni¨®n de Africanos en Espa?a, para ayudar a los m¨¢s necesitados durante la pandemia. Y estos son tanto espa?oles como migrantes, del color y origen que sea
Todav¨ªa queda m¨¢s de una hora y ya empiezan a arremolinarse algunas personas delante de la puerta. Se forma una cola que r¨¢pidamente dobla la esquina. As¨ª todos los d¨ªas hasta que empieza la distribuci¨®n de comida por parte de la Asociaci¨®n Besha Wear - Uni¨®n de africanos de Espa?a.
La Tienda de Besha, en la calle de la Esgrima del madrile?o barrio de Lavapi¨¦s, se ha convertido en el refugio de personas a las que la pandemia de covid-19 ha dejado sin medios de subsistencia y sin posibilidad de acceder a las ayudas puestas en marcha por el Gobierno espa?ol, por carecer de documentaci¨®n. Son los ¨²ltimos de los ¨²ltimos.
Tal es el caso de muchos de los africanos que se ganan la vida vendiendo en las calles de Madrid, los llamados manteros, que en marzo se vieron obligados a confinarse en sus casas como el resto de la poblaci¨®n. Sin poder trabajar, no tienen dinero para pagar la habitaci¨®n en la que viven, la luz, el agua o enviar algo de ayuda a la familia en el pa¨ªs de origen. Es el caso de Moussa Diop, que confiesa que la situaci¨®n est¨¢ muy mal. "Incluso ahora, las ventas son muy bajas y no le dan para vivir". Lleva desde marzo sin poder hacer frente al alquiler y su casero ya empieza a impacientarse. Pero ¨¦l, en vez de quedarse de brazos cruzados, ha decidido dedicar su energ¨ªa y su tiempo a los otros y se ha unido a la Despensa Antirracista, que es como han bautizado al proyecto, y contribuye a distribuir la comida, preparar bocadillos o lo que haga falta.
Contrariamente a lo que pudiera pensarse, la mayor¨ªa de las personas que se benefician de este proyecto son espa?oles golpeados duramente por la pandemia
A las 13:30 en punto, cuando se abre la puerta, Diop entrega las bolsas de comida, mientras que Becha Sita Kumbu, el alma detr¨¢s de la iniciativa, se preocupa de registrar a las personas que acuden por primera vez. En el interior, Manuel Bombaerts Keya y Guillermo Doz Cosimano, dos voluntarios de 14 a?os, preparan los paquetes hasta que los lotes donados por World Central Kitchen, la ONG del cocinero Jos¨¦ Andr¨¦s, se terminan. Entonces, comienza la distribuci¨®n de platos de arroz con pollo que ha sido cocinado en un gran caldero y trasladado hasta la tienda. El coche de Birama B? est¨¢ al servicio de la asociaci¨®n. Este senegal¨¦s, que antes tambi¨¦n viv¨ªa de la venta ambulante, recoge todos los d¨ªas con su veh¨ªculo los lotes de comida y los productos de alimentaci¨®n que les donan.
El local donde tiene lugar toda esta actividad es (o era), en realidad, una tienda de moda africana en la que Becha dise?aba y vend¨ªa sus creaciones. Un rinc¨®n que, poco a poco, se hab¨ªa convertido en la casa de todos los que pasaban por all¨ª. Un lugar donde siempre hab¨ªa una silla para reposar, contar las alegr¨ªas y los pesares, so?ar juntos, planear iniciativas y compartir un bocadillo o un caf¨¦. Fue por eso, que cuando el local tuvo que cerrar en marzo debido al confinamiento, muchas de aquellas personas se encontraron perdidas, sin apoyo, y comenzaron a enviar mensajes de WhatsApp compartiendo su situaci¨®n. ¡°Me dec¨ªan: ¡®Becha, no s¨¦ c¨®mo voy a pagar la casa¡¯, ¡®Becha, no s¨¦ c¨®mo voy a comer¡¯, ¡®Becha, no s¨¦ qu¨¦ voy a hacer¡±. Eran momentos dif¨ªciles, las cifras de contagiados y muertos se incrementaban diariamente en Madrid y los lugares donde las personas sin documentaci¨®n pod¨ªan acudir en busca de auxilio cerraban.
Por eso, el 28 de marzo, la dise?adora habl¨® con su familia y le dijo que iba a comenzar un proyecto para ayudar a toda su gente. ¡°Hab¨ªa personas muri¨¦ndose de covid-19, pero tambi¨¦n hab¨ªa mucha gente que pod¨ªa morir de hambre¡±, explica mientras no deja de supervisar las distintas actividades que se desarrollan en el local. ¡°Yo ten¨ªa mi tienda y quer¨ªa que la gente pudiera comer¡±. Por eso, el 29, con su propio dinero hizo una primera compra en un supermercado de la zona y puso un anuncio informando de que las personas necesitadas pod¨ªan acudir all¨ª. ¡°El 30 de marzo vino la polic¨ªa a preguntarme qu¨¦ hac¨ªa aqu¨ª, le dije que mi comunidad necesitaba comer, que el Estado no les reconoce porque no tienen papeles y, por tanto, no tienen ayuda. Los polic¨ªas me dijeron que si no ten¨ªa miedo de morir por la covid-19, yo les dije que sal¨ª de la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo con 16 a?os, y si despu¨¦s de todo lo que pas¨¦ no mor¨ª, no ten¨ªa miedo de hacerlo ahora¡±. Aquel primer d¨ªa atendieron a 30 personas, cifra que ha ido creciendo hasta alcanzar las 1.400 familias (con una media de seis miembros) y 250 personas que viven en situaci¨®n de calle.
Para llegar a tanta gente, la activista ha contado con la ayuda de amigos y colectivos que poco a poco se han ido sumando al proyecto, como es el caso de Steve Zedong, que tambi¨¦n puso dinero propio para que arrancara: ¡°Empec¨¦ este proyecto junto a Becha y muchas personas j¨®venes que tienen la ambici¨®n de cambiar el mundo, y demostrar que no hay una raza superior a otra, que todos somos iguales, que tenemos diferente color de piel, pero el mismo color de sangre, y todos podemos hacer las mismas cosas¡±. Luego, se sumaron asociaciones como el Sindicato de Manteros o SOS Racismo y empezaron a llegar las donaciones de dinero, comida y ropa.
En la actualidad, contrariamente a lo que pudiera pensarse, la mayor¨ªa de las personas que se benefician de este proyecto son espa?oles golpeados duramente por la pandemia, como es el caso de Cristian Rivero Sanz, que no recibe ninguna ayuda, vive con su familia en casa de una amiga y acude a la Despensa Antirracista a por comida. Espera reconocimiento m¨¦dico para que le den la incapacidad permanente, pero la emergencia sanitaria ha retrasado todas las citas m¨¦dicas en Madrid y no sabe cuando le ver¨¢n. Selena Luisa Lozano Torres tiene una pensi¨®n no contributiva y tras pagar la habitaci¨®n donde vive, el dinero que le resta es muy escaso, por eso acude todos los d¨ªas en busca de ayuda a la tienda. Kristina Cerkesaite es lituana y vive en la calle, comenta que antes acud¨ªa a un comedor social, pero ¡°desde que empez¨® esta situaci¨®n muchos de ellos han cerrado, por eso tengo que venir aqu¨ª a buscar comida¡±.
Tener una despensa antirracista no es para crear enemistad entre personas blancas y negras, sino que es para marcar un cambio y ayudar a crear igualdad de todo tipo
Sin embargo, en las ¨²ltimas semanas las donaciones han bajado mucho, por eso a la Asociaci¨®n le cuesta atender a todos. Kumbu afirma que esto se debe ¡°a la oposici¨®n que algunas personas nos hacen, porque no les agradan que hagamos esto siendo negros y sin ninguna subvenci¨®n. Esto es algo que molesta a muchas personas racistas y a algunas asociaciones que s¨ª reciben esas subvenciones¡±. Pero esto es algo que no amedrenta a esta pionera: ¡°No me importa, porque la alimentaci¨®n es la primera necesidad humana. Y nosotros, siendo africanos, pensamos que la primera cosa contra la que hay que luchar es contra el hambre¡±. La realidad es que el descenso de las donaciones ha provocado que no se pueda seguir suministrando productos de alimentaci¨®n a las 50 familias que los necesitan y que hasta ahora hab¨ªan recibido asistencia regularmente. Solo pueden socorrerlas de manera puntual con las donaciones que algunos particulares les hacen.
¡°Ahora mismo tenemos 197 euros en la cuenta de la asociaci¨®n, y World Central Kitchen, que antes, de lunes a domingo nos daba 400 o 350 platos de comida, ahora los ha reducido a 100¡±, asegura la dise?adora. Por eso, en estos momentos, las mascarillas solidarias que fabrican se han convertido en una de las principales fuentes de financiaci¨®n del proyecto. Cheik Diop era sastre en Senegal y una vez que lleg¨® a Espa?a se reinvent¨® como vendedor ambulante. Pero gracias a este proyecto ha recuperado su antiguo oficio. ?l corta y cose las mascarillas que se venden por cinco euros, de los cuales, uno es para ¨¦l y el resto para el proyecto. Luego, algunos voluntarios las meten en bolsas y las colocan para ser vendidas. Beatriz Mbula, actriz y creadora de contenidos audiovisuales, est¨¢ hoy al frente de esta actividad. Ella se enganch¨® a la iniciativa ¡°al ver la fuerza y el poder que transmite Becha. Mientras todos nos lament¨¢bamos, esta mujer dej¨® de lados sus problemas y su propio lamento para atender a los otros¡±.
Y son muchos los problemas que la promotora afronta, entre otros el pago del alquiler de su tienda. Desde marzo no trabaja y ha puesto todos sus ahorros en el proyecto. No sabe si terminar¨¢n desahuci¨¢ndola del local, pero dice que ¡°ya est¨¢ acostumbrada a los milagros¡± y que si se cierra una puerta se abrir¨¢ otra. Por el momento, su prioridad es ayudar a todas las personas que acuden a ella, para eso se necesitan donaciones de dinero, comida y ropa, o que la gente se pase por la tienda y compre las mascarillas. Porque, en el fondo, lo que Becha, Steve, Moussa, Cheik, Bea, Manuel, Guille, Birama y tantos otros que dedican su tiempo y sus recursos a este proyecto quieren es crear un mundo mejor y m¨¢s justo. ¡°Tener una despensa antirracista no es para crear enemistad entre personas blancas y negras, sino que es para marcar un cambio y ayudar a crear igualdad de todo tipo, de g¨¦nero, de raza¡, porque todos los pobres del mundo tienen el mismo nivel de sufrimiento, tanto en Europa como en ?frica, Am¨¦rica o Asia. Para cambiar el mundo no se necesitan muchas cosas, solo las ganas de hacerlo¡±.
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