Benedikt Taschen: ¡°Internet no es t¨¢ctil, no tiene fragancia. No apela a todos los sentidos¡±
El hombre que elev¨® el libro de mesa de caf¨¦ a categor¨ªa de obra de arte y objeto de deseo cumple 40 a?os como editor y reivindica la experiencia ¨²nica de la imagen de calidad impresa. Audaz empresario alem¨¢n, considera amigos a los libros y asegura que trata igual un proyecto dedicado al porno que otro sobre Miguel ?ngel o Van Gogh. Coleccionista de arte y dise?o, nos recibe en su casa de Los ?ngeles.
Sobre la mesa de trabajo de Benedikt Taschen se amontonan estos d¨ªas las cajas de fotos. Esta vez no son de modelos, ni cuadros, ni personajes pop. Son fotos suyas de los a?os ochenta. Se ve a un joven con pelo rizado y ojos saltones que dirige su propia editorial desde los 18 a?os. Tambi¨¦n se ve su primera tienda de c¨®mics, abierta en 1980 en un peque?o local pintado de rosa en la ciudad alemana de Colonia. Un poco m¨¢s all¨¢ hay una foto de los noventa con Billy Wilder, uno de sus mejores amigos al instalarse en Los ?ngeles, en 1998. En otra esquina de la mesa est¨¢n los bocetos para el volumen A Bigger Book, la retrospectiva que hizo con uno de sus ¨ªdolos, David Hockney, que vive a la vuelta de la esquina de esta bocacalle de Mulholland Drive. Taschen est¨¢ de aniversario, 40 a?os como editor de libros, y se ha obligado a s¨ª mismo a ordenar recuerdos.
En el cambio de siglo, Taschen se convirti¨® en una marca global gracias a la obra Sumo, de Helmut Newton, una retrospectiva que lleva la etiqueta de ser el libro m¨¢s grande y m¨¢s caro editado en el siglo pasado. Vive desde entonces en las colinas de Hollywood, en una casa singular del arquitecto John Lautner conocida como Chemosphere. Su oficina y vivienda est¨¢n construidas en el terreno bajo la original nave espacial, que es un icono de Los ?ngeles. Aqu¨ª nos recibe Benedikt Taschen (Colonia, 59 a?os), que aparece en pantal¨®n corto y camiseta conduciendo un Mercedes 380 SL color marfil con una matr¨ªcula en la que pone veh¨ªculo hist¨®rico de California. ¡°Se refiere a los dos, el coche y yo¡±, bromea con un cerrado acento alem¨¢n.
Lleva cuatro meses de pandemia encerrado aqu¨ª, con estas vistas, cuando se sienta con El Pa¨ªs Semanal a finales de julio a tomar un agua mineral al borde de su piscina en una tarde californiana perfecta. Solo hay un empleado trabajando. Las paredes son una exposici¨®n de los ejemplares m¨¢s espectaculares que ha editado en este tiempo. El de la reina Isabel II, el de Ferrari, el de los Rolling Stones, el de Naomi Campbell. ¡°Somos creadores de im¨¢genes, ese es nuestro negocio¡±, sentencia. Taschen elev¨® el concepto de libro de mesa de caf¨¦ a objeto de deseo. Sigue editando unos 50 t¨ªtulos nuevos al a?o y un centenar de reediciones que a menudo son cambios de formato para hacer vol¨²menes antiguos m¨¢s accesibles.
Mientras repasa su vida, muestra varias de las nuevas ediciones que publica este a?o de algunos de sus cl¨¢sicos. Abre las solapas como un caramelo. Un libro ¡°tiene que motivarte, tiene que provocar deseo¡±, dice mientras lo acaricia. ¡°Lo ideal es que quieras abrirlo, tocarlo y tenerlo. Da igual que cueste diez euros, cientos o miles, ese es el est¨¢ndar de todo lo que hacemos¡±.
Pregunta. Los libros que edita llevan su nombre y, 40 a?os despu¨¦s de empezar, los sigue supervisando usted. Se puede decir que el se?or que los firma, Taschen, es el que los hace. ?Se ve como el ¨²ltimo gran magnate editorial?
Respuesta. Desde el principio llev¨® mi nombre. Y eso tuvo ventajas y desventajas, por supuesto. Si te quisieras desvincular, es mejor si no lo lleva. Pero eso no es lo que eleg¨ª. Mi vida editorial y la personal siempre han estado entremezcladas. El destino de la mayor¨ªa de casas editoriales es que desaparecen despu¨¦s de un tiempo o se las venden a alguna corporaci¨®n y acaban siendo una marca m¨¢s entre cientos. Como en cualquier negocio, eso cambia su personalidad, claro. Es triste de ver. Porque no hay un v¨ªncu?lo, son todas iguales, la persona que estaba detr¨¢s de esos nombres ya no est¨¢, o est¨¢ pero ya no se involucra. Mire este libro que hicimos sobre car¨¢tulas de ejemplares de la Rep¨²blica de Weimar (The Book Cover in the Weimar Republic, Taschen, 2015). Todas estas obras, con pocas excepciones, llevaban los nombres de sus editores. En los a?os sesenta y setenta, fueron absorbidos o cerraron, uno detr¨¢s de otro. No quiere decir que no queden grandes editoriales, pero lo que hay sobre todo en Alemania y Francia son muchas peque?as editoriales con grandes cat¨¢logos, de una docena de t¨ªtulos m¨¢s o menos. Siempre he admirado esto. Porque la gente que se mete en el mundo editorial suele hacerlo por razones que tienen poco que ver con el dinero. A menudo est¨¢ relacionado con cosas que quieren comunicar o irradiar a los dem¨¢s por razones idealistas.
P. ?Ese era usted cuando empez¨®? ?Alguien a quien le gustaban los c¨®mics y quer¨ªa difundir la palabra?
R. S¨ª, pero tampoco es que lo pensara mucho. De alguna forma, di con algo que me gustaba, que eran los c¨®mics y los libros de arte. Acab¨¦ convirti¨¦ndolo en un negocio, pero no iba pensando en eso desde el principio. Los vol¨²menes de arte son caros y de dif¨ªcil acceso. Si pod¨ªa comprarlos baratos y revenderlos, pues tampoco es astrof¨ªsica. Era una idea simple. Me sigo guiando por ideas muy simples.
P. ?Cu¨¢l era el c¨®mic que le apasionaba, el imprescindible?
R. Muy sencillo, los del Pato Donald y su familia, dibujados por Carl Barks [el creador del T¨ªo Gilito]. Es el historietista m¨¢s maravilloso que hay. No solo creaba las historias, sino que hac¨ªa los storyboards y los dibujos, no como Stan Lee, que dio origen a todo el universo de Marvel pero nunca dibuj¨® un solo c¨®mic. Carl Barks hac¨ªa historias llenas de imaginaci¨®n, divertidas y dibujadas con un detalle precioso. As¨ª es como me enamor¨¦ de los c¨®mics como medio. Solo me interes¨® eso durante a?os. No era consciente de que hab¨ªa otros que tambi¨¦n los coleccionaban. Despu¨¦s me enter¨¦ de casualidad que adem¨¢s era relativamente costoso hacerse con ellos. No fue planificado. Me puse a ello porque me gustaba el tema. De alguna forma, esto no ha cambiado nunca en mi vida.
R. ?A¨²n se considera una especie de coleccionista de cosas que le gustan?
P. En general, s¨ª. Pero en arte y dise?o. Compro libros todo el tiempo, pero no los colecciono. Yo colecciono pintura, arte y dise?o. Quiero explicar un poco mi forma de razonar como coleccionista. Yo reun¨ª c¨®mics durante un par de a?os, hasta que lo dej¨¦ y me convert¨ª en dealer. Cuando eres comerciante, no puedes ser adem¨¢s coleccionista, tienes que elegir una cosa u otra. Pero durante el tiempo que lo fui, comprend¨ªa completamente la psicolog¨ªa de un coleccionista, la manera en c¨®mo piensa. Da igual que sean c¨®mics, monedas o cuadros. Lo que entend¨ª es que, primero, tienes que asegurarte de que lo haces lo mejor que sabes. No digo que siempre salga bien, pero tienes que intentar dar lo mejor. Y segundo, para tom¨¢rtelo en serio de verdad tienes que ser neutral. Por ejemplo, este libro que acabamos de terminar sobre la historia de EC Comics [The History of EC Comics, Taschen, 2020] lo hacemos igual que el de Frida Kahlo o el de Leonardo. No distinguimos entre alta cultura y cultura popular porque, adem¨¢s, no creo que haya diferencia en realidad. Es solo cuesti¨®n de antig¨¹edad. Nunca tuve una visi¨®n acad¨¦mica, nunca fui a la universidad. Aprend¨ª solo y mi enfoque desde el principio fue preguntar y ver lo que hac¨ªan otros. En cierto modo, fue una ventaja porque tienes menos prejuicios en lo que haces.
P. ?C¨®mo se decide por un proyecto? ?Qu¨¦ le motiva de una idea?
R. Queremos ense?ar cosas que son especiales en el mundo, las que lo mueven. Creemos que nuestro trabajo es hacer eso lo mejor posible. Empe?ar toda la energ¨ªa y tiempo necesarios hasta que salga. Por ejemplo, si queremos tener ciertas im¨¢genes o fotos en un libro, es muy muy muy raro que al final no las tengamos.
P. Taschen cambi¨® para siempre a partir del volumen gigante de Helmut Newton (Sumo, 1999), que hoy se ha convertido en un objeto de coleccionista. ?C¨®mo decidi¨® hacer un libro de 30 kilos?
R. Por razones pragm¨¢ticas. Fue a mediados de los noventa. Yo estaba buscando la manera de trabajar con Helmut Newton, que ya ten¨ªa una relaci¨®n establecida con dos editoriales. Ten¨ªa que convencerle de que trabajara para m¨ª y en esa ¨¦poca no ten¨ªamos credenciales de este tipo de libros de fotos. En un momento dado, un p¨®ster me dio la idea. Las im¨¢genes enormes tienen vida propia. Son diferentes. Y as¨ª es como empez¨®. Pens¨¦ que as¨ª le pod¨ªa atraer. Tampoco es nuevo hacer ejemplares de este tama?o, se hac¨ªan en el siglo XVIII, no los hemos inventado.
P. Apel¨® a su ego con la oferta de un libro gigante.
R. Por supuesto. Hace sentir genial. ?l por supuesto que sab¨ªa qui¨¦n era yo y qu¨¦ estaba haciendo. Pero aparte, era un hombre modesto, en el sentido de que nunca hab¨ªa tenido muchos medios. La mayor parte del tiempo trabajaba solo o con un ayudante, pero no rodeado de 10 o 20 personas. Por suerte, todo sali¨® bien. ?l era, para mi gusto, el m¨¢s grande de los fot¨®grafos de retratos. Definitivamente, sin este libro las cosas se habr¨ªan desarrollado de forma diferente.
P. ?Se le acerc¨® gente a pedirle lo mismo?
R. Algunos. Dir¨ªa que un par de veces. Recuerdo que hace 20 a?os, igual menos, me llam¨® Michael Jackson. Con su voz aguda me dijo: ¡°?Podemos hacer algo como lo de Newton?¡±. Era justo la ¨¦poca en la que estaban empezando las acusaciones de pedofilia. Y yo le contest¨¦: ¡°Bueno, hablemos¡±, sin mucha convicci¨®n. Y entonces me propone: ¡°?Podemos hacerlo el doble de grande que el de Newton?¡±. Yo le dije: ¡°?Qu¨¦? D¨¦jame pensarlo¡±. No me interesaba en ese momento. Si me pon¨ªa con eso no iba a poder hacer nada m¨¢s durante bastante tiempo. Volvimos a hablar del tema, pero creo que fue una semana antes de morir.
P. Es curioso c¨®mo la marca Taschen despeg¨® de verdad justo a la vez que el uso de Internet, en el cambio de siglo. ?En alg¨²n momento temi¨® por el futuro de su negocio?
R. Todo cambia constantemente y seguramente el cambio m¨¢s significativo de los ¨²ltimos 100 a?os sea Internet, porque ha puesto todo patas arriba. Pero nunca me preocup¨® que pudiera ser el fin. S¨ª sab¨ªa que ser¨ªa el fin de muchas cosas. Digamos que si solo publicabas enciclopedias, mapas o gu¨ªas de viaje en papel, te lo han puesto muy dif¨ªcil. Para muchos otros asuntos, puede ser una ventaja. Las circunstancias cambian y tienes que mantenerte. Siempre hay que cuestionarse todo y cambiar. Si no tienes suerte o no lo haces bien, o una mezcla de las dos, puedes cerrar. Nosotros hemos conseguido manejarnos en esta ¨¦poca y estoy muy contento. Mi hija mayor [Marlene Taschen] es ahora la directora de la compa?¨ªa y se ocupa de todo. Creo que es bueno tener esta combinaci¨®n, porque no se funciona igual cuando te quedas solo con la gente de tu edad. No solo en una editorial, sino en cualquier ¨¢mbito.
P. D¨¦jeme insistir. Me gustar¨ªa o¨ªrle argumentar por qu¨¦ son ¨²tiles los libros y el material impreso en general. Si quiero ver fotos er¨®ticas de Helmut Newton o todo Vel¨¢zquez, solo tengo que buscarlo en mi tel¨¦fono m¨®vil. ?Cu¨¢l es el valor hoy de la imagen impresa?
R. Lo primero es que alguien ya ha hecho el trabajo por ti. Y, por supuesto, no lo hacemos recurriendo a Internet. Pero creo que la clave es la edici¨®n, como en los peri¨®dicos y las revistas. Si te puedes fiar de la marca, est¨¢s abierto a todo, incluso a temas en los que no te hab¨ªas fijado. Dices, bueno, esto no me interesa, pero si viene de ah¨ª, debe de ser importante o interesante. En cuanto a las obras, Internet no apela a todos los sentidos. No es t¨¢ctil, no tiene fragancia. Y adem¨¢s, yo siempre he visto a los libros como amigos. Algunos son amigos y otros solo conocidos. Pero lo m¨¢s importante es que alguien ha hecho el trabajo por ti, alguien te gu¨ªa por un tema concreto. En Internet las cosas te llegan sin orden. Est¨¢ todo puesto sobre la mesa, boom. Y entonces tienes que dar m¨¢s pasos. Volviendo a Vel¨¢zquez, por supuesto que puedes encontrar la gran mayor¨ªa de sus cuadros en Internet. Pero cuando nosotros realizamos un libro sobre Vel¨¢zquez, Frida Kahlo, El Bosco o Magritte, hacemos nuevas las fotograf¨ªas de un buen n¨²mero de obras. Porque los grandes cuadros no son tan f¨¢ciles de reproducir. Necesitas una gran foto. Y para hacer una gran foto de un cuadro que est¨¢ en el Prado, por ejemplo, hay que descolgarlo, ponerlo en un caballete, tenerlo en una habitaci¨®n con una determinada iluminaci¨®n, necesitas una c¨¢mara grande¡, y todo esto te lleva dos horas por cuadro. Pero no dos horas de una persona, sino de ocho o diez personas. Y luego est¨¢ el curador, etc¨¦tera. A lo mejor encuentras una reproducci¨®n en Internet con la resoluci¨®n suficiente, pero no tendr¨¢ la calibraci¨®n del color. Yo no digo que lo que hacemos sea much¨ªsimo mejor que Internet, es una herramienta m¨¢gica, nadie se pod¨ªa imaginar el poder que tiene. Aun as¨ª, es divertido utilizar la tecnolog¨ªa de hoy para un medio antiguo y anacr¨®nico.
P.? ?Pero qu¨¦ va a ocurrir con un tema tan importante en el cat¨¢logo Taschen como los vol¨²menes er¨®ticos? ?Cu¨¢l es el futuro de t¨ªtulos como El libro del pene grande (The Big Penis Book, 2008) en un mundo en el que eso est¨¢ en la punta de los dedos?
R. Esto ha tenido un impacto enorme en t¨¦rminos de ventas en todo lo que tiene que ver con el sexo. Para nosotros, sin duda. Es como una especie en v¨ªas de extinci¨®n que hemos conseguido mantener medio con vida. Tenemos una editora muy especial dedicada a este tema que sabe lo que hace. Pero las ventas son muy muy diferentes de lo que eran hace 20 o 30 a?os.
P. Yo puedo ver el atractivo en una portada como la del libro de Naomi Campbell (Naomi, reeditado en 2020) o en los seis vol¨²menes de historia de las revistas porno (History of Men¡¯s Magazines, 2013), ?pero qu¨¦ va a pensar alguien que ha crecido con el porno en su tel¨¦fono?
R. No tengo ni idea de qu¨¦ va a pasar con toda esa pobre gente. No lo s¨¦. Mire, yo crec¨ª en los setenta, cuando el porno estaba en su cumbre porque se acababa de liberalizar en los pa¨ªses occidentales. Pero bueno, supongo que a los sitios porno les va muy bien. Estos libros han sido muy importantes para nuestro negocio durante 20 a?os y desgraciadamente ya no es el caso. Pero los mantenemos vivos porque queremos tenerlos en el cat¨¢logo. Como he dicho antes, tratamos este tema igual que un volumen sobre Miguel ?ngel o Van Gogh. El libro del pene grande sigue en cat¨¢logo y seguramente hagamos una nueva versi¨®n el a?o que viene.
P. ?No hay un futuro de Taschen haciendo colecciones o exposiciones digitales?
R. Lo intentamos hace a?os y no funcion¨®. A lo mejor no lo hicimos bien. No estoy seguro de que puedas trasladar esto al digital. Lo puedes hacer m¨¢s o menos con las noticias. Aparte de usarlo como herramienta de promoci¨®n y comunicaci¨®n, Internet no ha tenido un gran impacto en nosotros.
P. Se vino a Los ?ngeles, la ciudad de las im¨¢genes que se pone a los pies de las cosas bonitas y la gente guapa, y hoy es un personaje m¨¢s de esta ciudad. ?Siempre se imagin¨® as¨ª?
R. Se llama fama colateral. Cuando trabajas todo el rato con famosos, se te pega una fama colateral. No puedo decir que me lo imaginara, no lo pens¨¦. Una cosa llev¨® a la otra. Definitivamente, no me veo como un artista, pero s¨ª entiendo la psicolog¨ªa de los artistas, s¨¦ qu¨¦ los motiva. He tenido la suerte de poder trabajar con la gente con la que quer¨ªa trabajar y establecer relaciones personales. Nuestro trabajo consiste en cuidar a los artistas. Cuidarlos significa hacerles quedar lo mejor posible. Ese trabajo se basa en la confianza y probablemente conf¨ªan en nosotros m¨¢s que en otros. Pero da igual que sea un arquitecto, un fot¨®grafo, un dise?ador o un actor, al final todos quieren lo mismo. Quieren que les tomen en serio y quedar bien. Es natural.
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