Ser¨ªa de una comicidad irresistible
Siempre he echado de menos que en este pa¨ªs bocazas pocos digan: ¡°No lo s¨¦¡±. O ¡°Todav¨ªa no me he formado opini¨®n¡±
Si no fuera todo tan tr¨¢gico; si no hubieran muerto ya tantos y otros siguieran enfermando y muriendo, y no hubiera tantos sin empleo ni negocio o temiendo por los suyos, sin percibir su ERTE ni su tan anunciado Ingreso M¨ªnimo Vital; si no estuvi¨¦ramos todos tan minados, agotados y deses?perados¡, la actuaci¨®n de los pol¨ªticos espa?oles ser¨ªa de una comicidad irresistible, para re¨ªrse y no parar. Estamos en manos de un amplio grupo de subnormales ¡ªesto no como insulto, sino en su significado evidente: individuos cuya inteligencia dista mucho de ser la normal¡ª, que, no se sabe c¨®mo, han logrado encaramarse al poder en casi todas partes. No s¨®lo en Espa?a, claro, pero aqu¨ª uno siempre tiene la sensaci¨®n de que nos llevamos la palma, quiz¨¢ por la cercan¨ªa y el padecimiento directo. Desde el Presidente y los ministros ¡ªcon una o dos salvedades¡ª hasta los responsables de Comunidades Aut¨®nomas y Ayuntamientos, casi todos parecen cortados por el mismo patr¨®n oscilante entre la locura y la memez, el autoritarismo gustoso o vocacional y la insensatez.
El clamor de la ciudadan¨ªa ante las medidas contra la segunda ola del virus es ensordecedor; pero los pol¨ªticos, en consonancia con su sandez cong¨¦nita o desarrollada ¡ªde todo hay¡ª, no lo oyen o fingen que no, y aumentan sus disparates. Los ciudadanos no sabemos nunca a qu¨¦ atenernos. Las indicaciones y normas de cada d¨ªa contradicen o desmienten las del anterior, y adem¨¢s en cada lugar son distintas. Si uno ha de viajar, debe averiguar cien datos: si puede salir de su municipio, si le permitir¨¢n entrar en el de destino, si estar¨¢ autorizado a atravesar los intermedios, si necesitar¨¢ un certificado o varios, si el que consiga le valdr¨¢ en un punto pero en otro no¡ En Madrid, gobernado por alguien que pide a gritos una camisa de aquellas ¡ªsi es que hoy existen¡ª, el caos es a¨²n mayor. Hoy est¨¢ cerrado, pasado ma?ana no, luego s¨ª. Hay vecinos que pueden salir hacia un barrio pero no cruzar su calle para comprar el pan, como si en una acera contagiaran y en la de enfrente no. La larga y ancha Princesa tiene un lado vedado para los del otro. Las autoridades creen que las personas se infectan a medianoche, como Cenicienta (en otros sitios a las once o las diez), pero no por la ma?ana ni a media tarde. Tambi¨¦n que en los metros y autobuses abarrotados catalanes no hay peligro, pero en las terrazas s¨ª. S¨¢nchez, con su enloquecido Ministro de Sanidad que va de la tristeza musitadora a la c¨®lera (que est¨¦ enloquecido es lo m¨ªnimo, lo admito, m¨¢s a¨²n si se piensa que jam¨¢s estuvo capacitado para su cargo), dicta reglas arbitrarias con encogimiento de hombros, como si la gravedad no fuera con ¨¦l. Llamativo el caso de los ministros podemitas: en nada se ocupan de la epidemia, aunque afecte a ¡°la gente¡± por la que dec¨ªan luchar; con ellos no va, ya que no son profesionales ni competentes, ni siquiera pol¨ªticos, ni sapientes, s¨®lo activistas dedicados a la propaganda y la agitaci¨®n. Como a todos los dem¨¢s funcionarios, se les acaba de subir el sueldo en medio de la depauperaci¨®n general.
Tampoco es que la comunidad cient¨ªfica est¨¦ quedando bien: epidemi¨®logos, vir¨®logos, numerosos m¨¦dicos opinan demasiado, y siempre para estar en desacuerdo unos con otros. Entiendo que no se sepa mucho de la enfermedad ni de c¨®mo combatirla. Precisamente por eso, la mayor¨ªa deber¨ªa guardar silencio, por mucho que les tiren de la lengua reporteros malintencionados, hasta estar seguros de algo (la excepci¨®n es Mar¨ªa Neira). Siempre he echado de menos que en este pa¨ªs bocazas pocos digan: ¡°No lo s¨¦¡±. O ¡°Todav¨ªa no me he formado opini¨®n¡±. O ¡°M¨¢s vale no aventurar conjeturas, tanteos, aproximaciones y temores¡±. Que tertulianos y pol¨ªticos rajen desde su ufana ignorancia, es lo habitual. Que lo hagan los expertos en ciencia es de tr¨¢gica hilaridad. Con todo, una de las an¨¦cdotas m¨¢s demenciales es la que he le¨ªdo del alcalde Almeida de Madrid. Asegura no saber a menudo c¨®mo obrar, si puede salir a las dos de la madrugada de una cena en casa de amigos, y que llama a su concejal de Seguridad, Inmaculada Sanz (¡°Oye, Inma, ?esto c¨®mo se interpreta exactamente?¡±), para no incumplir y verse multado por la polic¨ªa que ¨¦l comanda; la cual, sin embargo, tiene ¨®rdenes concretas y sanciones brutales (600 euros o m¨¢s) para los descarriados. A Almeida le honra su sinceridad, pero ?c¨®mo osa castigar quien ignora sus propias directrices y prohibiciones? Nuestras autoridades son fant¨¢sticas y baratamente surrealistas. Este alcalde, no recuerdo si la Presidenta de Madrid, cuatro ministros ¡ªincluidos los de Justicia y Sanidad¡ª y varios l¨ªderes de la protestona oposici¨®n se encerraron en una fiesta por un motivo crucial: no s¨¦ qu¨¦ diario digital cumpl¨ªa unos pocos a?os (desaprensivo su director), y eso justificaba que los capitostes se pusieran y pusieran a los dem¨¢s en peligro, en medio de restricciones para el resto de la poblaci¨®n. Alguno se disculp¨® despu¨¦s (dos, creo, y uno mal). Ninguno ha dimitido de su cargo. De su sueldo, ni lo sue?en. No me digan que no ser¨ªa todo de pel¨ªcula de Sordi, Tognazzi y Gassman. Lo malo es que ninguno habr¨¢ o¨ªdo hablar de esos tres c¨®micos italianos extraordinarios, as¨ª que los imitan sin enterarse. Lo peor es que no es en una inocua y divertida pantalla, sino en la realidad, causando muerte, ruina y destrucci¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.