Do?a Alicia
Eran las ¨²ltimas Navidades de Elena en la residencia antes de jubilarse como cuidadora de ancianos y quer¨ªa despedirse.
Elena hab¨ªa puesto en las ventanas un poco de espumill¨®n rojo, verde, azul y dorado. Con cinta adhesiva y algo de pericia, decoraba los cristales formando lazos, espirales y campanas. A Elena las guirnaldas navide?as le sol¨ªan gustar mucho de ni?a, aunque en las habitaciones de los ancianos no ten¨ªan el mismo efecto festivo que en los grandes ventanales del aula del colegio. Sin embargo, Elena segu¨ªa insistiendo, llevaba 25 a?os poniendo decoraciones navide?as por toda la residencia, pero este a?o, por culpa de la covid, todo eran restricciones y no le hab¨ªan dejado sacar el bel¨¦n que siempre instala sobre dos mesas en la parte de atr¨¢s del comedor, en la zona de visitas.
¡ªNada de trastos y cosas absurdas, que el horno no est¨¢ para bollos. En cualquier momento brota otra vez esta pesadilla y volvemos a tener al ej¨¦rcito desinfectando y a las televisiones buscando noticias ¡ªle dijo Mabel, su jefa, con cara de desagrado.
¡ªAl menos el portal, son solo cinco figuritas ¡ªle rog¨® Elena.
¡ª?Qu¨¦ empe?o! ?Si los viejos no se enteran de nada!
Mabel hab¨ªa llegado cuatro a?os atr¨¢s a dirigir la residencia y le parec¨ªa rid¨ªcula la costumbre de Elena de montar un bel¨¦n gigantesco con la anunciaci¨®n, los pastores, los reba?os, las lavanderas en el r¨ªo, el pueblo, los romanos, hasta la casa de Herodes en lo alto de la colina, con los detalles m¨¢s sorprendentes, incluidas la figurita de un diablo rojo mexicano con un presente para el ni?o y un caganer catal¨¢n detr¨¢s del portal.
Cada 8 de diciembre, Elena abr¨ªa las tres cajas que guardaban en el almac¨¦n e iba coloc¨¢ndolo todo con meticulosidad. Forraba con hule las dos mesas y organizaba el paisaje con ramas, arena, serr¨ªn, piedras y papel de aluminio y de seda de colores. Quer¨ªa que la cronolog¨ªa navide?a avanzara a lo largo del calendario, moviendo las figuras de los Reyes Magos hacia el pesebre. Cuando su hijo Jer¨®nimo era peque?o, sol¨ªa venir a verlo emocionado, y ya de adolescente se sumaba a ayudarla en el montaje. Elena hab¨ªa quedado viuda joven, pero conservaba muy buenos recuerdos de las Navidades que pudo pasar con su esposo y su hijo disfrutando de las fiestas. Esos d¨ªas, en vez de hacerle sentirse melanc¨®lica, la motivaban a estar contenta y tratar de transmit¨ªrselo a los dem¨¢s. Ten¨ªa el don del optimismo, el temperamento cordial que tanto irrita a alguna gente de perfil avinagrado.
Estas eran sus ¨²ltimas Navidades en la residencia antes de jubilarse de su trabajo como cuidadora de ancianos, y le hac¨ªa ilusi¨®n despedirse poniendo un ¨²ltimo nacimiento. Coincid¨ªa justo en el a?o infernal en que tantas personas hab¨ªan muerto por la pandemia. En su propia residencia fue un horror, muchos enfermaron y bastantes ancianos murieron en cuesti¨®n de d¨ªas. Tambi¨¦n ella y su hijo se contagiaron, fue a comienzos de abril, pero tuvieron la suerte de salir bien, y no solo eso, Jer¨®nimo desarroll¨® potentes anticuerpos y desde entonces donaba plasma.
Eran sus ¨²ltimas Navidades antes de cruzar el umbral de la tercera edad, de colgar la bata blanca y convertirse en una se?ora retirada y apuntarse a los viajes del Imserso y disfrutar tranquilamente de la vida. Hab¨ªa sido un a?o terrible, pero el siguiente promet¨ªa ser mejor, con varias vacunas en marcha que todos esperaban que llegasen. Mientras tanto, Elena quer¨ªa montar su bel¨¦n, celebrar con ese sencillo gesto la Navidad, aunque en su residencia muchos de los ancianos tuvieran demencia y ¡°no se enteraran de casi nada¡±, como dec¨ªa su jefa.
¡ªA los compa?eros les gusta tener el nacimiento ¡ª Elena trat¨® de persuadirla.
¡ªEste a?o covid creo que debemos cambiar muchas cosas ¡ªMabel ten¨ªa la excusa perfecta para deshacerse de una costumbre que consideraba rancia¡ª.Mira, Elena, esto no es un centro religioso, lo mejor es que dones ya todo eso que tienes a la parroquia de tu barrio y que zanjemos el asunto.
Elena, que desde hac¨ªa 10 a?os se prestaba voluntaria para las guardias de Nochebuena y convert¨ªa la llegada de la figurita del ni?o Jes¨²s al bel¨¦n en el gran acontecimiento que entreten¨ªa a los ancianos, se sinti¨® muy contrariada. Encima, su jefa se hab¨ªa puesto graciosa: ¡°Ya sabes que nos han limitado el n¨²mero de visitas, y son tantos los personajes que hay en tu bel¨¦n que tendr¨ªamos un exceso, y no llevan mascarillas¡±.
Como la jefa no sol¨ªa subir nunca a las habitaciones de los ancianos, Elena decidi¨® darles un toque navide?o sin pedir permiso. El espumill¨®n quedaba bonito en los cristales.
¡ªMi ni?o vendr¨¢ estas Navidades ¡ªdo?a Alicia, una anciana de 88 a?os, parec¨ªa hablar sola desde la silla mientras contemplaba los adornos de la ventana.
Elena la mir¨® con l¨¢stima, nadie ven¨ªa nunca a verla. La residencia se comunicaba con una sobrina a la que daban parte de su estado de salud de vez en cuando.
¡ªMi hijo H¨¦ctor vendr¨¢ a verme por Nochebuena.
H¨¦ctor se convirti¨® en el tema cotidiano de la habitaci¨®n de do?a Alicia. Parec¨ªa que el simple lacito de espumill¨®n azul y dorado en el cristal de la ventana hab¨ªa activado unas neuronas perdidas del cerebro de la anciana.
En la conversaci¨®n telef¨®nica para dar parte del estado de salud de do?a Alicia, Elena no pudo evitar preguntar por H¨¦ctor.
¡ª?No me diga que ahora se acuerda de su hijo?
¡ªS¨ª, habla mucho de ¨¦l, espera que pueda hacerle una visita en estas fiestas. O tal vez podemos organizar un encuentro telem¨¢tico con ¨¦l si ponen restricciones.
¡ªMe temo que va a ser imposible.
La sobrina le explic¨® a Elena que el hijo de do?a Alicia hab¨ªa muerto de sida a finales de los noventa, siendo todav¨ªa mozo. Fue de aquella generaci¨®n de j¨®venes que cayeron en la hero¨ªna y compart¨ªan jeringuillas. Pudo desengancharse de las drogas, pero cuando quiso darse cuenta, el sida, esa otra pandemia que mat¨® a millones, lo consumi¨® y se lo llev¨®.
Elena entendi¨® entonces que en el cerebro de do?a Alicia habitaban los buenos recuerdos de su hijo y no iba a ser ella la que le recordara que hab¨ªa fallecido. Mientras la cuidaba, dejaba que le hablara de aquel muchacho a quien tanto quer¨ªa:
¡ªCuando venga ya ver¨¢s qu¨¦ guapo es. Mira las fotos que tengo, est¨¢n por alguna parte.
La anciana insisti¨® de tal modo que Elena tuvo que revolver entre sus cosas y buscar las fotos que guardaba en un sobre. Cuando las encontr¨® y las fue mirando con do?a Alicia se sorprendi¨® mucho.
¡ªTe he dicho que es muy guapo.
Elena no daba cr¨¦dito a lo que ve¨ªa; aquel joven que aparec¨ªa en las fotos ten¨ªa un aire con su propio hijo Jer¨®nimo. Las variadas fotos que la anciana guardaba eran de la ni?ez y de la juventud, y ese muchacho ten¨ªa un enorme y sorprendente parecido con el hijo de Elena.
Viendo aquellas fotos envejecidas por los a?os se le ocurri¨® la idea a Elena. No consult¨® con nadie ni pidi¨® permisos en la residencia, estaba decidida a que en Nochebuena se cumpliera el sue?o de do?a Alicia. Ella se quedaba de guardia con algunos compa?eros y les coment¨® que su hijo Jer¨®nimo vendr¨ªa a traerle la cena y a verla. A todos les pareci¨® bien porque son convivientes y es l¨®gico que un hijo quiera pasar un rato de esa noche con su madre. Jer¨®nimo no estaba demasiado convencido del favor que le hab¨ªa pedido su madre. Ir con ella a la habitaci¨®n de una de las ancianas y hacerse pasar por un hijo fallecido.
¡ªMam¨¢, no s¨¦ si es una buena idea hacerme pasar por un espectro.
¡ªNo, Jer¨®nimo, no me est¨¢s entendiendo. Vas a entrar y simplemente estar en la habitaci¨®n con nosotras.
¡ªVa a pensar que soy su hijo muerto.
¡ªNo, no se va a acordar de que est¨¢s muerto, te va a ver vivo, le vas a hacer sentirse inmensamente feliz.
¡ªMam¨¢, esto es muy extra?o, es raro, tienes ocurrencias disparatadas.
¡ªLa vejez es muy injusta, y la soledad, y do?a Alicia se merece un abrazo de su hijo en Nochebuena, y t¨² se lo vas a dar.
¡ªEs un enga?o, mam¨¢.
¡ªEs como los Reyes Magos, los Reyes Magos no son un enga?o. ?No trabajaste de paje de los Reyes en unos grandes almacenes el a?o pasado?
¡ª?Y si se da cuenta?
¡ªT¨² no digas nada, deja que te mire. No se dar¨¢ cuenta, est¨¢ deseando que vayas a verla.?
¡ªPero no soy su hijo.
¡ªEres el m¨ªo y yo quiero que ella sienta la dicha de su hijo en ti. ?Entiendes?
En Nochebuena, Jer¨®nimo acompa?¨® a su madre a la habitaci¨®n de do?a Alicia, y tal y como ella hab¨ªa planeado hicieron que do?a Alicia fuera la madre m¨¢s feliz y orgullosa del universo. Su hijo H¨¦ctor hab¨ªa venido a verla aquella noche m¨¢gica.
¡ª?H¨¦ctor, has venido! ?Ves, Elena, te dije que vendr¨ªa! ?Qu¨¦ guapo est¨¢s, ven, dame un abrazo! ?Qu¨¦ alegr¨ªa, qu¨¦ alegr¨ªa tan grande!
La escritora Ana Merino gan¨® el Premio Nadal 2020 por su obra El mapa de los afectos.
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