Una rueda de prensa ininterrumpida

La pandemia nos pill¨®, casualidad, con dos personas muy tranquilas, mucho m¨¢s de la media, ni parec¨ªan espa?oles, al frente. Dos hombres con cara de no haber roto un plato para asumir un cataclismo. Salvador Illa no solo estudi¨® Filosof¨ªa y es del Espanyol, tuvo que negociar el apoyo de ERC al Gobierno, toda una biograf¨ªa tocada por el sentido de lo tr¨¢gico. ?l ha sido la parte triste de la pareja, el que da las malas noticias. Fernando Sim¨®n, en cambio, ten¨ªa algo de gracioso, quiz¨¢ por la voz, los pelos, las pintas de andar por casa, y ha desempe?ado un papel m¨¢s optimista, incluso demasiado.

Aqu¨ª hay una inversi¨®n de funciones sorprendente: lo normal ser¨ªa que el cient¨ªfico fuera la voz pesimista que para los pies al pol¨ªtico con la frialdad de los datos, y que el ministro fuera quien vende que todo est¨¢ yendo bien. Pero no, es m¨¢s, Illa muchas veces ha dado las malas noticias a los dos d¨ªas de que Sim¨®n dijera que no era para tanto. En ese esquema raro, el sabio contiene la alarma y es la autoridad la que luego se pone responsable. Sim¨®n parec¨ªa ir siempre tarde, por detr¨¢s del virus, y era Illa el que llegaba a tiempo, con aplomo. Si esto es pol¨ªtica, estrategia o tambi¨¦n casualidad, no lo sabemos. Lo que ya sabemos es que Fernando Sim¨®n es quien m¨¢s se ha desgastado.

Illa tiene algo sombr¨ªo, una ret¨®rica mon¨®tona que nunca deja un fleco suelto. Es pura seriedad, raramente le hemos visto re¨ªr. A Sim¨®n m¨¢s, incluso demasiado. Illa era el hombre que no deb¨ªa estar ah¨ª, la cartera de Sanidad era por darle algo, no entraba en los planes que la gente recordara su nombre. Se le pod¨ªa llegar a subestimar, pensar que no aguantar¨ªa, pero ha resultado de una resistencia sorda. Fernando Sim¨®n s¨ª era el que deb¨ªa estar, como responsable de ese negociado, y siempre ha estado ah¨ª, confinado en una rueda de prensa ininterrumpida, como un Gran Hermano. El espacio m¨¢s visto en a?os. Pon¨ªas la tele en la pandemia y sal¨ªa, parec¨ªa que viv¨ªa all¨ª con el atril. Una galer¨ªa de im¨¢genes suyas transmite el paso del tiempo, de las estaciones, en este 2020: con pelo largo, corto, cara de sue?o, m¨¢s delgado, manga corta, manga larga, jersey, de entretiempo. Se convirti¨® en uno de la familia. Tuvo el coronavirus, como uno m¨¢s. Necesitados de certezas, de creer en algo, se le mitific¨®, hasta le hac¨ªan camisetas. Tipos m¨¢s curtidos, generales, metieron la pata r¨¢pido. Pronto aquella sala se vaci¨®, se lo ha comido todo ¨¦l solo, tambi¨¦n aquella famosa almendra, cuando se tom¨® cierta confianza. Debi¨® de gustarle, se le ve¨ªa c¨®modo en escena. ?Cu¨¢ndo se rompi¨® el romance nacional con Sim¨®n? Quiz¨¢ cuando alguien que parec¨ªa humilde infundi¨® sospechas de que le gustaba el estrellato, que en Espa?a est¨¢ fatal visto. La portada con la moto, las vacaciones con Jes¨²s Calleja. Hasta entonces nadie quer¨ªa estar en su lugar. Tambi¨¦n cuando empez¨® a pesarle la hemeroteca, los v¨ªdeos de un mes antes, en que se contradec¨ªa. La mascarilla que no era necesaria y luego fuertemente recomendable. Un comit¨¦ cient¨ªfico ignoto. Un desmadre de datos. Nueve meses de exposici¨®n permanente abrasan a cualquiera. El d¨ªa que dejemos de verle, querr¨¢ decir que todo habr¨¢ terminado. Qui¨¦n sabe si un d¨ªa recordaremos el nombre de Illa.