El Cairo, un caos fara¨®nico
La capital egipcia, el ¨¢rea metropolitana m¨¢s grande de ?frica, es famosa por su tr¨¢fico endemoniado y su desconcierto urban¨ªstico. A¨²n as¨ª, es tambi¨¦n una visita imprescindible para comprender el pa¨ªs de los faraones
Ciudades ca¨®ticas hay muchas en el mundo: Nueva Delhi, Katmand¨², Dacca, Antananarivo¡ Pero si hubiera que convocar un campeonato, la capital egipcia se subir¨ªa sin duda al caj¨®n de las medallas. El Cairo es el ep¨ªtome del caos, de la suciedad y del crecimiento sin planificaci¨®n ni criterio. Una ciudad hecha al asalto a la que en la Antig¨¹edad llamaron la Metr¨®polis del Universo. El ¨¢rea urbana m¨¢s grande de ?frica y de todo el mundo ¨¢rabe y en la que, seg¨²n los cl¨¢sicos ¨C?qu¨¦ iron¨ªa!¨C, el suelo era de oro.
Con 15 millones de habitantes seg¨²n el censo oficial (m¨¢s de 20, seg¨²n la ONU), un tr¨¢fico endemoniado, pir¨¢mides fara¨®nicas que despuntan entre un caos de infraviviendas, mezquitas mamelucas, iglesias cristianas, bazares ex¨®ticos y el padre de todos los r¨ªos ¨Cel Nilo¨C parti¨¦ndola en dos, El Cairo impacta al viajero novel. ¡°Quien no ha visto El Cairo, no ha visto el mundo¡±, dec¨ªa un personaje de Las mil y una noches. Quien ve ahora El Cairo, no lo olvidar¨¢ nunca, a?adir¨ªa.
Acabo de volver de la capital egipcia y me ha parecido m¨¢s insufrible que en visitas anteriores. A los pobres egipcios, precursores de la primavera ¨¢rabe, la revoluci¨®n les sali¨® fallida y solo les sirvi¨® para cambiar Guatemala por Guatepeor. De la dictadura de Mubarak terminaron en la de Al Sisi, que ha aprendido de los faraones y quiere pasar a la posteridad por sus obras megal¨®manas. Solo que, a ¨¦l, en vez de pir¨¢mides le ha dado por construir puentes, pasos elevados sobre los cruces de las avenidas cairotas que alivien la congesti¨®n b¨ªblica que sufre la ciudad. Sobre el papel puede ser una buena idea, pero la realidad es que mientras en todas las ciudades del mundo se est¨¢n eliminando esos pasos elevados por la contaminaci¨®n ambiental, ac¨²stica y paisaj¨ªstica que suponen, en El Cairo los est¨¢n construyendo como si los regalaran. La que un d¨ªa fue Metr¨®polis del Universo empieza a parecerse cada vez m¨¢s a una distop¨ªa de Blade Runner achocolatada por la tierra y la arena que le llegan del desierto. Para ampliar autov¨ªas de circunvalaci¨®n se est¨¢n demoliendo barrios enteros. Pero como siempre pasa aqu¨ª, se tiran a medias, amplificando esa sensaci¨®n de que uno nunca sabe si la ciudad est¨¢ a medio construir o a medio derribar.
Para colmo, la Corniche del Nilo, el paseo fluvial a lo largo del r¨ªo entre el puente del 6 de Octubre y el puente El Tahrir, al que acuden las parejas de novios y las familias con ni?os a pasear al atardecer, cuando el sofoco del calor y del intenso tr¨¢fico remite, est¨¢ toda levantada y en obras. El Museo Egipcio, el que alberga la mayor colecci¨®n mundial de arte del Antiguo Egipto, famoso porque fue siempre m¨¢s almac¨¦n que museo, est¨¢ ahora m¨¢s ca¨®tico y lleno de polvo que nunca ya que se ha empezado el traslado de piezas al inacabado nuevo museo, que se levanta cerca de las pir¨¢mides. Cuando este se inaugure ser¨¢ algo soberbio, pero parece que nunca se va a terminar (las autoridades egipcias aseguran que abrir¨¢ en junio despu¨¦s de muchos retrasos).
?Significa esto que deber¨ªas evitar una visita a El Cairo? En absoluto. Todo lo contrario: est¨¢s ciudades donde la vida se bebe a tragos intensos son la sal de un viaje, el escaparate en el que se exhibe la genuina mercanc¨ªa local. Un viaje a Egipto sin El Cairo es un viaje cojo; imposible comprender este pa¨ªs sin sumergirse unos d¨ªas en la loca existencia cairota. Solo que si vienes del profundo sur del pa¨ªs (Luxor, Aswan, Nubia), donde los ¨²nicos agobios son los que crean los turistas para hacerse selfies en los templos y la vida discurre tan apacible como fluyen las aguas del Nilo entre la delgada l¨ªnea verde que crece en sus riberas, la inacabable extensi¨®n de edificios a medio construir de El Cairo te impactar¨¢ a¨²n m¨¢s.
Pero luego hay lugares fascinantes dentro de esta mega urbe. Por la noche, la calle Al Moez, que vertebra El Cairo isl¨¢mico, es un hervidero de gente joven paseando o bebiendo t¨¦ en los cafetines, de pandillas de adolescentes jugando, de novios cogidos de la mano transgrediendo la recta moral isl¨¢mica y de unos pocos occidentales alucinando con lo mucho que se parece ese teatrillo urbano al de cualquier calle c¨¦ntrica de su ciudad.
En la plaza de Al Hussein, las palmeras se mecen en la suave brisa del ocaso en competencia con la rectitud de los minaretes de la mezquita hom¨®nima o de la cercana de Al-Azhar. Las terrazas de los cafetines se llenan de clientes y las calles estallan de bullicio, de risas, de vendedores ambulantes, de limpiabotas y de taxistas en busca de clientes mientras el aire se endulza con los aromas de un t¨¦ a la menta. Esta ciudad se transforma en otra al caer la tarde y la plaza Al Hussein es el mejor ejemplo de ese placer que es vivirla en estado puro.
A espaldas de la plaza se abre el d¨¦dalo de callejuelas del mercado de Khan el Khalili, el callej¨®n de los milagros de Naguib Mahfuz. Es cierto que los viales m¨¢s cercanos a la plaza est¨¢n tomados por tiendas de souvenirs baratos para turistas y no difieren de los de cualquier otro bazar de ciudad tur¨ªstica de Oriente. Pero apenas que te alejes dos cuadras, el paisanaje cambia y Khan el Khalili se transforma en un bazar para la gente local y t¨², turista ¨¢vido de algo diferente, tienes la oportunidad de por un momento sentirte un cairota m¨¢s.
El Cairo puede ser agobiante y decepcionante muchas veces. Pero como todas estas ciudades, tiene muchos planos superpuestos. Y el viajero que quiera molestarse en buscarlos, los encuentra. Por ejemplo: para m¨ª uno de esos lugares decepcionantes son las pir¨¢mides de Giza. S¨ª, est¨¢ claro: si vas a Egipto tienes que ir a ver las pir¨¢mides de Keops, Kefr¨¦n y Micerino. ?Qu¨¦ pecado irse sin verlas! Como ir a Par¨ªs y no hacerse una foto con la torre Eiffel.
Pero la llanura donde est¨¢n las tres pir¨¢mides m¨¢s famosas del mundo ejemplifica como pocos lugares ese caos del que hablo. ?C¨®mo es posible que los autobuses y coches particulares lleguen hasta la misma base de la pir¨¢mide de Keops y aparquen all¨ª? Eso s¨ª es un sacrilegio. ?C¨®mo es posible que una carretera abierta al tr¨¢fico rodado cruce todo ese espacio, patrimonio mundial, llen¨¢ndolo de ruido, contaminaci¨®n y fealdad? S¨²mele a eso, miles de turistas subi¨¦ndose por todos lados, cientos de vendedores, jinetes que ofrecen paseos a caballo o en camello, miles de visitantes pele¨¢ndose por un hueco frente a la Esfinge para hacer la misma foto tonta que hacen todos ¡ y tendr¨¢ la radiograf¨ªa de un lugar ¨²nico en el mundo, pero destrozado por una p¨¦sima planificaci¨®n.
Sin embargo, a apenas una hora al sur de El Cairo, puedes encontrar pir¨¢mides casi tan grandes como esas, pero solitarias en medio de la arena, sin casas alrededor, sin vendedores, sin turistas, sin paseos en camellos ni autobuses. Son las pir¨¢mides Romboidal y Roja, en Dahshur, construidas como morada final de Senefru, primer fara¨®n de la cuarta dinast¨ªa, hace la friolera de 4.500 a?os. O muy cerca de ellas, la pir¨¢mide escalonada de Saqqara ¨Cla primera gran construcci¨®n en piedra de la humanidad¨C y las bell¨ªsimas tumbas de la necr¨®polis de Memphis, la primera capital del Alto Egipto. ?Nada que ver con la atestada llanura de Giza!
El Cairo es agobiante y ca¨®tico, cierto. Pero tiene muchas caras. En la habilidad del viajero est¨¢ el descubrirlas.
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