Una noche en el Okavango
El delta de interior que forma este r¨ªo en Botsuana es una de las zonas naturales m¨¢s v¨ªrgenes de ?frica. Y disfrutar aqu¨ª de un atardecer, una de las mejores experiencias viajeras que puedas vivir en el continente
Hace ya muchos minutos que el sol se hundi¨® tras una l¨ªnea de acacias y palmeras. La b¨®veda celeste se ha llenado de tantos tonos rojizos que ser¨ªa imposible enumerarlos ni con la tabla del Pantone. En la orilla, las bordas alargadas de los mokoros se siluetean como enormes c¨¢scaras vac¨ªas de frutos secos. El croar de miles de ranas y sapos pone a la escena una banda sonora ensordecedora y monocorde. Y nosotros, sentados en semic¨ªrculo en nuestras sillas plegables de campamento, asistimos embobados al espect¨¢culo en el silencio de quien se sabe privilegiado por poder ver en primera fila del patio de butacas unos de los mejores atardeceres de ?frica. El del de delta del Okavango.
El Okavango es uno de los pocos r¨ªos del mundo que no desemboca en un mar o un lago. Tras nacer en Angola y desfilar durante m¨¢s de 1.400 kil¨®metros en direcci¨®n sureste en busca del ?ndico, tiene la mala suerte de toparse con el desierto del Kalahari al entrar a Botsuana. E incapaz de vencer a las arenas del gran desierto del sur de ?frica, se diluye entre ellas formando el mayor delta de interior del mundo.
El delta del Okavango ocupa un territorio tan grande como la provincia de C¨¢ceres completamente anegado de agua. Un bosque de papiros, nen¨²fares y ca?averales que se extiende hasta el horizonte. Y canales de aguas quietas y transparentes en los que el hombre apenas ha puesto la mano. El ?frica m¨¢s pura, llena de cebras, cocodrilos, elefantes, hipop¨®tamos y todo tipo de animales salvajes. Una de las zonas v¨ªrgenes m¨¢s impactantes y mejor conservadas del continente.
Escribo este post desde Ma¨²n, la ciudad botsuana al sur del delta que es la puerta de entrada al Okavango. Una ciudad de 50.000 habitantes y urbanismo ca¨®tico que ha crecido a oleadas gracias al turismo de safaris. No hay nada entre este punto y la frontera norte con Namibia y Zambia. Todos los suministros para los safaris al delta o hacia el parque nacional del Chobe, Kassane y las cataratas Victoria deben de organizarse aqu¨ª. Acompa?o a un grupo de 18 pasajeros de El Pa¨ªs Viajes deseosos de vivir una gran experiencia africana. Y en esta parte del continente, experiencias hay de sobra.
Ayer, tras m¨¢s de una hora por caminos de arena cortados a menudo por ¨¢rboles que derriban los elefantes, llegamos a la aldea de Boro, a orillas de uno de los brazos del delta. All¨ª montamos por parejas en mokoros ¡ªlas piraguas tradicionales del delta¡ª para ir a acampar a una de los cientos de islas que emergen en esta jungla acu¨¢tica. La ¨²nica forma de internarse por este laberinto verde es en estas piraguas tradicionales utilizadas desde tiempos remotos por las tribus locales. Los mokoros se hac¨ªan con troncos de los ¨¢rboles m¨¢s altos, sobre todo de ¨¢rbol salchicha o de amarulo, y, excepcionalmente, hace ya mucho tiempo, de ¨¦bano. Hoy, entre la prohibici¨®n de talar determinadas especies y la elevada demanda por las necesidades del turismo, se hacen con fibra de vidrio. Un viaje en mokoro es una experiencia sensorial. Sentado casi a nivel del agua, sin m¨¢s ruido que el siseo de la barca pasando sobre los papiros y los nen¨²fares, el viajero percibe con toda intensidad la fuerza de la naturaleza africana.
Lo normal es acampar en un campamento de tiendas de lona que pertenece a alguna de las comunidades locales. El turismo en el delta es completamente comunitario y son sus propios habitantes quienes lo gestionan. Ellos y ellas son los que manejan con la p¨¦rtiga los mokoros, los que montan y desmontan campamentos, cocinan para los viajeros y se reparte los beneficios. En un pueblo como Boro hace tiempo que el turismo de naturaleza es la mayor fuente de ingresos.
Por la tarde, cuando la solanera da una tregua, se suele salir a hacer un safari a pie. El Okavango es una de las pocas reservas de fauna africana en las que se puede hacer esto porque la densidad de animales ¡ªsobre todo, de carn¨ªvoros¡ª es mucho m¨¢s baja que en parques como el Chobe, donde ser¨ªa una temeridad salir del coche y ponerse a caminar. Te hablar¨¢n mucho de los famosos leones nadadores del Okavango, que se han adaptado a la vida fluvial y nadan para poder perseguir a sus presas. Existen, son reales, pero la posibilidad de que te topes con uno caminando por una isla del delta es infinitamente menor a la de que te toque el Gordo de la loter¨ªa de Navidad.
El placer de caminar por el delta es el del encuentro cercano con la naturaleza africana; verla, olerla, sentirla y palparla a pie, sin artefactos mec¨¢nicos. Ver¨¢s elefantes, manadas de cebras, peque?os grupos de ?us y ant¨ªlopes. Miles de aves. Y, con suerte, alg¨²n hipop¨®tamo. Pero aqu¨ª no se viene a coleccionar los big five: eso ser¨¢ luego, cuando lleguemos al Chobe. El mayor atractivo del delta del Okavango es la serenidad de una noche de acampada salvaje en uno de los espacios m¨¢s puros de ?frica. Y el deleite sin igual de sus atardeceres y amaneceres. Como el que vivimos, sentados ante ese cuadro on¨ªrico de la foto que abre este reportaje, mientras una banda de miles de sapos y ranas amenizaba con un rock and roll de croares el tr¨¢nsito del ocaso a la noche.
Ma?ana lo sobrevolaremos en avioneta. Y desde all¨ª seguiremos viaje en nuestro cami¨®n hacia otro lugar incre¨ªble de Bostuana. Pero eso ser¨¢ tema ya para un nuevo post.
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