Zinc, madera y blues
De la casa de Samora Machal, h¨¦roe revolucionario, al campo de tierra donde empez¨® Eusebio, leyenda del f¨²tbol mundial. Ruta por la intensidad cultural e hist¨®rica de Mafalala, el barrio negro de Maputo
"Quem vem a Mozambique e n?o come matapa, ?n?o faz nada!". La rotundidad de Maria F¨¢tima respecto a la obligada degustaci¨®n del t¨ªpico plato local resulta tranquilizadora en los interiores de Mafalala, hist¨®rico suburbio de Maputo que impone desde fuera y deslumbra por dentro. Su enrevesada composici¨®n de barracas y calles de arena tienta con esa fatal atracci¨®n viajera hacia las zonas relativamente prohibidas: las favelas de R¨ªo, Tepito en el DF, Soweto cuando era Soweto... Afortunadamente, la compa?¨ªa disipa temores y permite descubrir sin sobresaltos el potencial cultural y humano de un barrio con sangre africana y esp¨ªritu luchador, que fue protagonista de la independencia mozambique?a de 1975.
Madera y zinc
El lustre colonial de Maputo, m¨¢s cercano a la ruina que al atractivo de la decadencia arquitect¨®nica llevada con dignidad, cambia al llegar a la Rua de Goa. La calle central de Mafalala sirve de entrada y aviso. Terreno africano, casas levantadas con retales de uralita y madera, como exig¨ªa la imposici¨®n colonial portuguesa. Ning¨²n habitante pod¨ªa tener una vivienda en propiedad; solo terreno arrendado y un chamizo con la obligada est¨¦tica exterior. Una mezcla de rutina, pocos miticais (moneda mozambique?a) y, por qu¨¦ no, un punto de orgullo e identidad, mantienen el zinc como ense?a del barrio.
Pervive cierta sensaci¨®n de inseguridad. Al fin y al cabo, fue un gueto que aglutin¨® a pretos, chinos, indios y blancos sin condici¨®n durante los a?os m¨¢s crudos del dominio colonial, siempre al margen de la ¨¦lite portuguesa. Una mezcolanza ¨¦tnica y cultural que explica la eclosi¨®n del un patrimonio art¨ªstico del que Mafalala presume actualmente.
La asociaci¨®n Iverca (www.iverca.org) trabaja para mostrarlo con rutas guiadas que recorren Mafalala sin riesgo alguno. Los gu¨ªas, gente del barrio como Maria F¨¢tima, garantizan un recorrido tranquilo e instructivo, que permiten palpar la riqueza cultural e hist¨®rica de este antiguo arrabal que acoge hoy a 22.000 habitantes.
Danza de la cuerda
Tierra mojada al dejar la pavimentada Rua de Goa. En ¨¦poca de lluvias la parte baja del barrio se encharca sin remedio con los nubarrones vespertinos. Al doblar dos esquinas entre chapa y cemento suena la percusi¨®n. Primera dosis de cultura africana en forma de tufo, danza tradicional original de Nampula, que mantiene viva una comunidad de esta norte?a provincia asentada desde hace d¨¦cadas en Mafalala. Capulanas, prenda que identifica a la mujer mozambique?a, y rostros decorados con mushiro (tronco de ca?a blanquecino cuyas virutas se mezclan con agua y tambi¨¦n sirve de protector solar), iluminan un coro femenino de armonizadas voces y bamboleante movimiento. La demostraci¨®n culmina con la atl¨¦tica nzope o danza de la cuerda: saltos y piruetas al son del canto y el batir de la comba en la tierra.
Dos callejones m¨¢s all¨¢ vuelve a sonar m¨²sica; ritmos amplificados esta vez. En el bar de Lima, cervecer¨ªa de barrio con el cartel grafiteado fuera, el patr¨®n ensaya con su grupo. Una escueta barra frente a la puerta y el escenario a la derecha. A la izquierda, una foto del Conjunto Jo?o Domingos, hist¨®rica banda de marrabenta (ritmo mozambique?o por excelencia) rescata en blanco y negro los a?os 60 de Mafalala. Restos de una recuperaci¨®n hist¨®rica que Camila de Sousa llev¨® a cabo el pasado a?o con 'Mafalala Blues'. Esta exposici¨®n, apoyada por la Embajada espa?ola en Maputo, marida con sentido hist¨®rico antiguas fotograf¨ªas y poemas de su t¨ªa, No¨¦mia de Sousa, hija de Camilo de Sousa, cineasta comprometido que integr¨® la camarilla intelectual que desencaden¨® la lucha por la independencia. En el bar de Lima, los versos recuerdan a Billie Holiday, su "hermana americana".
Residencia presidencial
Un estrecho pasaje se abre a un patio escueto. Un cuadrado de tierra, un ¨¢rbol y una peque?a casa fiel a los c¨¢nones arquitect¨®nicos locales: fachada met¨¢lica con ventana al jard¨ªn. Nadie dir¨ªa que aqu¨ª pas¨® dos a?os de su adolescencia Joaquim Chissano cuando era el primer alumno de raza negra en el excluyente Liceo Salazar, solo para estudiantes portugueses. Despu¨¦s llegar¨ªa la clandestinidad y el Frente de Liberaci¨®n de Mozambique (FRELIMO), la lucha independentista y su nombramiento como segundo presidente de Mozambique libre tras Samora Machel, figura principal de la revoluci¨®n.
Samora tambi¨¦n recal¨® en el barrio, al otro lado de la Rua de Goa, en la parte alta. Lourdes, gu¨ªa tambi¨¦n de Iverca, recuerda su paso por Mafalala frente a una casa de aspecto vulgar y desgastado color rosado. Lleg¨® a Maputo para trabajar como enfermero, fue acogido por una familia y se enrol¨® en la facci¨®n m¨¢s pol¨ªtica del barrio. Particip¨® en la fundaci¨®n del FRELIMO en Tanzania y regres¨® para liderar la lucha contra los portugueses, convertirse en el primer presidente del pa¨ªs e ilustrar con su retrato el papel moneda mozambique?o. Volvi¨® en una ocasi¨®n para visitar a la familia que lo acogi¨® en aquellos tiempos; fue la ¨²ltima vez que pis¨® Mafalala.
'Nchuva' y disimulo
El campinho es una referencia en Mafalala. Aqu¨ª se juega al f¨²tbol y al nchuva, pasatiempo local de costosa compresi¨®n para el espectador profano: un tablero con cuatro hileras de agujeros y dos jugadores que cogen y cambian de hoyo peque?as piedras a velocidad de v¨¦rtigo. Indescifrable, pero de trascendencia hist¨®rica: sirvi¨® como tapadera para encuentros conspiratorios a plena luz del d¨ªa. Cuando la polic¨ªa pol¨ªtica portuguesa se acercaba todo quedaba en una partida de nchuva entre amigos.
Las enclenques porter¨ªas de este campo recibieron los primeros goles del gran Eusebio, quien pas¨® de corretear por este suburbio a convertirse en la m¨¢xima leyenda del f¨²tbol portugu¨¦s (con permiso de CR7). No es la ¨²nica historia de deporte, superaci¨®n y ¨¦xito mundial que alumbr¨® el campinho: una adolescente y prometedora jugadora de f¨²tbol (destacaba en equipos masculinos) decide pasarse a los 800 metros lisos por indicaci¨®n de un poeta, Jos¨¦ Craveirinha, otro ilustre vecino de Mafalala. Acert¨®. Mar¨ªa Mutola gan¨® el oro en los Juegos Ol¨ªmpicos de S¨ªdney 2000.
Una mezquita clandestina
El edificio fue levantado en 1928, pero tard¨® casi 50 a?os en convertirse (oficialmente) en lo que siempre fue: la primera mezquita de un suburbio con mayor¨ªa de poblaci¨®n musulmana. S¨ªmbolo del barrio por su labor social, se disfraz¨® durante medio siglo como una asociaci¨®n de comorenses que acog¨ªa a cuantos extranjeros llamaban a su puerta fuera cual fuera su religi¨®n. Pero adem¨¢s de templo clandestino, auspici¨® reuniones secretas durante la conspiraci¨®n independentista. Consumado el proceso revolucionario en 1975, se oficializ¨® su condici¨®n de mezquita y quedaron decoradas sus fachadas, con id¨¦ntica apariencia a la actual.
"Sem matapa, ?n?o faz nada!"
Mapfilwa, matapa, nhangana... o cocana, ?pero con amendoim (cacahuete) machacado y sal a secas, o aderezado con algo m¨¢s? Hay debate entre las mujeres de los puestos del mercado de Oua, inaugurado en 1977. Al caer la tarde hay poco ajetreo y hasta la receta de un plato tradicional genera discusi¨®n. En los mostradores de carne y pescado queda poco que vender, pero mucho g¨¦nero vegetal. Y aunque una buena picanha de ternera siempre manda, aqu¨ª la matapa es casi religi¨®n. Eso s¨ª, su preparaci¨®n no admite sugerencias: hoja de mandioca machacada, leche de coco, camarones, tomate, cebolla y cacahuete desmenuzado y diluido en agua. Todo mezclado hasta conseguir una pasta servida con arroz que, como bien asevera Maria F¨¢tima, es necesario probar para decir que verdaderamente has estado en Mozambique.
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