Dos gotas de ?frica

Los d¨ªas en Isla de Mozambique (Ilha) se estiran como el cielo en ?frica; parecen m¨¢s largos. Desvar¨ªo o no, una atm¨®sfera antiestr¨¦s envuelve a quien pasa bajo el sauce centenario que se encuentra al llegar. Es el ¨²nico testigo de los tiempos de esplendor, cuando esta isla luc¨ªa elegante como capital colonial portuguesa. Comenz¨® el declive a mitad del XIX y cuando la capitalidad emigr¨® a Louren?o Marques (hoy Maputo) la isla qued¨® aislada. Llegar requiere paciencia: dos horas de carretera africana desde el aeropuerto m¨¢s cercano, en Nampula, m¨¢s un estrecho puente de tres kil¨®metros como ¨²nico acceso desde el continente. El efecto disuasorio sobre la esperable ola tur¨ªstica resulta evidente, aunque protector a un tiempo, porque aqu¨ª sobran argumentos viajeros.

La bah¨ªa de Mossuril, el archipi¨¦lago de cinco islas donde se encuentra Ilha, mezcla historia, leyendas y playas ba?adas por el ?ndico. La desierta isla de Goa, en la que apenas hay un faro, es la primera que pis¨® Vasco de Gama cuando arrib¨® a este para¨ªso; una cruz recuerda el punto donde ofici¨® una misa en agradecimiento. En la Isla de Sena, o Isla de las Cobras, no hay serpientes; su presencia fue inventada para preservar la colonia de tortugas que la puebla. En el islote de los Sete Paus un pu?ado de ¨¢rboles explica su nombre.

En Cidade de Pedra e Cal, la mitad colonial de Ilha a medio reconstruir, llaman la atenci¨®n edificios como el hospital, punto de separaci¨®n con Cidade de Macuti (la otra mitad, que concentra a la poblaci¨®n nativa), o el palacio de los Capitanes Generales, de 1610. Fue residencia del gobernador portugu¨¦s, y hoy es museo hist¨®rico: mobiliario de deslumbrante acabado, suelos de dise?o tridimensional y goteras que demuestran cu¨¢nto urge su rehabilitaci¨®n. Al atardecer, sobre los muros de la fortaleza de San Sebasti¨¢n, es f¨¢cil comprender por qu¨¦ la isla fue la Perla del ?ndico y ahora patrimonio de la humanidad: un pr¨®spero enclave de las grandes rutas comerciales, con exuberante mezcla cultural (¨¢rabe, china, india). La iglesia de Nuestra Se?ora del Baluarte, de 1522, es la primera del ?frica austral y, posiblemente, del hemisferio sur.

La rehabilitada Casa du Girassol, antigua lonja del lucrativo comercio de esclavos, acoge la sede de Apetur, una asociaci¨®n de empresarios locales comprometida con el desarrollo a trav¨¦s de la hosteler¨ªa y el turismo. Como Nina, quien convirti¨® una ruinosa vivienda colonial en la Casa das Ondas, una detallista hospeder¨ªa que forma parte del proyecto Turismo Solidario y Sostenible (www.turismo-solidario.es) de la Fundaci¨®n Banesto en Mozambique, uno de los pa¨ªses m¨¢s pobres del mundo (el 165 de 169 en el ?ndice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas).

La isla de Ibo

M¨¢s al Norte, en la provincia de Cabo Delgado, se encuentra otra isla, Ibo, a la que se llega en avioneta desde Pemba. El vuelo, es una a¨¦rea panor¨¢mica de fondos turquesas y playas deslumbrantes con el ?ndico a un lado y el archipi¨¦lago de las Quirimbas al otro, funciona como t¨²nel espacio-temporal. Al tomar tierra, un vistazo al aeropuerto y un paseo por la plaza, centro neur¨¢lgico, bastan para comprenderlo todo: un islote varado en el tiempo.

Decenas de edificios fantasma y oscuridad total por la noche. No hay electricidad. Todo -lodges de lujo incluidos- funciona con generadores y placas solares. La cobertura del m¨®vil es exigua y la iglesia est¨¢ en fase de reconstrucci¨®n. La pusieron en marcha Luis Herrero e Isabel Mart¨ªnez, alma de la Fundaci¨®n Ibo (www.fundacionibo.org). Integrados plenamente en la isla, realizan proyectos de rehabilitaci¨®n desde hace cinco a?os con un objetivo claro: formar e implicar a la poblaci¨®n local en la recuperaci¨®n de la isla, lastrada por cierta desidia que provocan cr¨®nicos aires de grandeza alejados de la realidad actual.

Como Ilha, Ibo tuvo un pasado deslumbrante de capital provincial. Jo?o Baptista, historia viva de la isla a sus 83 a?os, recuerda c¨®mo bull¨ªa entre multitud de lojas (tiendas) y comerciantes de todas las razas. Cuando Pemba asumi¨® la capitalidad, se diluy¨® la prosperidad econ¨®mica. Los 30 a?os de conflicto armado posteriores, entre lucha independentista y guerra civil, agudizaron la agon¨ªa. La Fortaleza, edificio emblem¨¢tico, sirve de puente entre ese pasado y el emergente presente: los calabozos de la represi¨®n policial portuguesa acogen ahora a los artesanos locales, que trabajan a¨²n la plata con las t¨¦cnicas tradicionales.

Ibo es la puerta al para¨ªso de las Quirimbas, un archipi¨¦lago de 28 islas que se estira 400 kil¨®metros frente a la costa norte de Mozambique. Parte del ed¨¦n est¨¢ protegido desde 1971. El parque nacional de las Quirimbas supera las 750.000 hect¨¢reas entre reservas de animales salvajes, una vasta extensi¨®n de manglar y 11 ¨ªnsulas paradisiacas que se pueden disfrutar con una ruta mar¨ªtima desde Ibo. Por ejemplo, en un recorrido de tres d¨ªas a bordo del velero de Dimitri Laurens, gu¨ªa local especializado en buceo y pesca submarina. En Matemo se ven playas espectaculares y aldeas de poblaci¨®n nativa; la isla de Rolas es santuario mar¨ªtimo de estampa id¨ªlica y buen mergulho (buceo). Mogundula tiene una laguna escondida de agua dulce y un generoso arrecife de coral para hacer snorkel. La ruta regresa al continente en Pangane, donde algunos sit¨²an una de las playas m¨¢s hermosas del mundo.

En suelo firme, turno para los animales salvajes. Tres rutas migratorias de elefantes atraviesan el ¨¢rea continental del parque. El proyecto ecotur¨ªstico Mareja (www.mareja.com) organiza rutas y safaris fotogr¨¢ficos, con posibilidad de dormir al raso acompa?ados de rangers armados. Leones, leopardos, b¨²falos o mabecos completan el inventario animal del parque, excepcional tambi¨¦n para el avistamiento de aves.