Hechizo en la isla de los lagartos
En el Kiosko de Las Puntas, un pescado atl¨¢ntico con papas 'arrug¨¢s'. Y el mar en toda su bravura, en Punta Grande. Silencio y desconexi¨®n en un enclave secreto
El Hierro, la isla (a¨²n) intacta, la isla de los lagartos dormidos, un animal echado, oscuro, una isla profunda y altiva, una isla chiquita en el rostro de las brumas. La isla del volc¨¢n esquivo que atemoriz¨® a la poblaci¨®n, ahuyent¨® al turismo, y luego se durmi¨® otra vez como el mito de san Borond¨®n.
La tierra
Puedes pensar lo que quieras de ella antes de llegar, pero nada m¨¢s pisarla hasta el aire te parece una met¨¢fora de la paciencia. Todo es posible dentro de la isla, pero todo se toma su tiempo. La vi desde el aire, rodeada de ese mar majestuoso un poco picado por el viento que surcaron los aventureros (como Col¨®n) y los canarios que emigraron a Am¨¦rica, y me pareci¨® como el reducto en el que se hab¨ªa refugiado un pu?o que se bate contra las brumas, las perfora, las convierte en lluvia fin¨ªsima sobre Valverde.
Siempre he tenido el mar en mi memoria como un elemento fundamental de la tierra de El Hierro, acaso porque llegu¨¦ aqu¨ª por mar hace muchos a?os, cuando en la isla apenas hab¨ªa luz y hab¨ªa que lavarse las manos por turnos en las pensiones. Y esa vez el barco hizo una maniobra dificil¨ªsima para ingresar en el puerto de La Estaca, como si el mar no quisiera prestarle a la isla nuevos habitantes.
Peligrosa por mar, bell¨ªsima desde la orilla. Escarpada y esencial, hecha de lava y de luz, la isla te recib¨ªa as¨ª, rechaz¨¢ndote, porque tiene vocaci¨®n de isla despoblada o intacta. Y, sin embargo, fue muy codiciada por los aventureros franceses y espa?oles, cay¨® en las manos (en el siglo XV) del franc¨¦s Jean de Bethencourt, que tuvo un comportamiento abyecto con los pobladores que se le sometieron, y ahora vuelve a ser codiciada por los que buscan una isla a¨²n intacta en el mundo.
Llegu¨¦ por mar la primera vez, y entr¨¦. Veinte a?os antes, en torno a 1950, Ignacio Aldecoa no pudo hacer lo mismo. Cuenta en Cuaderno de godo c¨®mo lo expuls¨® la isla en la misma bocana: "El Hierro es oscuro, mesetero, agrio de lava. El Hierro fue rondado, pero no alcanzado. En El Hierro se dice, se cuenta, que queda la costumbre del zorrocloclo. De El Hierro le contaron al godo cosas, no siempre buenas. Y frente a El Hierro aguant¨® mala mar y se regres¨® por su aguaje como balandra vieja, temiendo tanto a El Hierro como a la ola y al tibur¨®n".
El pescado
Esta vez llegu¨¦ por aire y me fui a comer a Tamaduste, donde el agua reposa un rato en las piscinas que la naturaleza ha ido creando. Tamaduste est¨¢ abrigado de los mares tormentosos, lo que permite al pescador la paciencia de capturas suculentas que luego el hombre convierte en sopa de pescado. Con arroz, a ser posible. Ah¨ª y en La Restinga, donde acaso se degusta (dicen all¨ª) los mejores arroces de pescado del mundo.
El mirador
Ante uno de esos t¨²neles, el que lleva al parador de El Hierro, estuve siete minutos esperando a no morir: avisaba un letrero sobre el tiempo que habr¨ªa que esperar hasta que cruzaran el t¨²nel en direcci¨®n contraria los autom¨®viles que se supon¨ªa que deb¨ªan venir desde otro lado: "Espera. Vale m¨¢s esperar unos minutos que perder la vida".
El Hierro tiene mucho misterio. Est¨¢ hecha de misterio, como si guardara un sentimiento que jam¨¢s va a desvelar, el misterio de un secreto que guarda cada uno de sus habitantes; es una m¨²sica de silencio, y qu¨¦ m¨²sica, qu¨¦ bella, es la m¨²sica que contiene el silencio de El Hierro. Una m¨²sica que alcanza su apogeo en la carretera que va de Sabinosa y el Pozo de la Salud hasta las arenas negras que parecen surcar el cielo en forma de carretera sinuosa y perdida hasta llegar, despu¨¦s de una serie de peligros¨ªsimas curvas que parecen pesadillas, hasta un mirador, el mirador de Bascos, desde el que la isla se despide con una majestuosidad ins¨®lita. Ese mirador de Bascos es un descubrimiento; si la carretera es peligrosa porque, en efecto, se pierde como si estuviera ascendiendo a los cielos, y da la impresi¨®n de que no hay nada ni a un lado ni al otro, y que adem¨¢s la carretera se interrumpe abruptamente en el aire, el paisaje que depara el fin de ese viaje tan arriesgado es una belleza incre¨ªble, e inolvidable. El viento violento es ah¨ª una caricia.
El puerto
Una isla sedente, sedada, hasta que lleg¨® el volc¨¢n todo all¨ª era la paz del aire, y del mar abriendo el oc¨¦ano que despide a Europa. La isla final, la isla infinita. Ah¨ª est¨¢ el puerto de La Estaca, tan arriscado. Ahora el puerto de El Hierro (el que rechaz¨® a Aldecoa) parece una fiesta en la que unos amigos estuvieran pendientes de que venga a tomar algo el Gran Gatsby. Hay yates, barcos de recreo, algunas fal¨²as de pescadores siguen aguardando bonanza, y los viejos barcos ya no existen, aquellas desvencijadas y herrumbrosas embarcaciones solo est¨¢n en la memoria de los que ya tenemos la edad de la nostalgia. Esta geograf¨ªa del mar que despide contin¨²a hasta la zona de El Golfo. De aqu¨ª parti¨®, en 1970, quiz¨¢ el ¨²ltimo barco canario que se perdi¨® en la peregrinaci¨®n obligada a Am¨¦rica. Era el Fausto. La leyenda situaba ese barquito perdido en la bruma que siempre cubri¨® los dramas de las islas. Unos dec¨ªan que su destino era Gran Canaria, pero otros afirmaban que el Fausto quer¨ªa llegar, con su desesperada carga humana, a Venezuela, que es adonde llegar¨ªa una botella si la lanzas desde ah¨ª o desde el faro de Orchilla. Pero esos pasajeros jam¨¢s llegaron, y se han quedado en la isla como el s¨ªmbolo de la emigraci¨®n que la hizo en la realidad y en los sue?os. Como los del Fausto, acuciados por la urgencia de la miseria y del hambre, insulares de todas las islas emprendieron, en circunstancias igualmente miserables, el riesgo de un viaje que pod¨ªa no tener fin. Y Venezuela era el destino.
El Hierro disfrut¨® enormemente de ese milagro, el milagro de Venezuela. Un periodista singular, Jos¨¦ Padr¨®n Mach¨ªn, que escrib¨ªa a diario varias cr¨®nicas sobre lo que acontec¨ªa en la isla tranquila para los peri¨®dicos isle?os y para los medios nacionales, la llam¨® La S¨¦ptima Isla. Y a Venezuela la llamaron La Octava Isla. Hablar de Venezuela en las islas es hablar de una prolongaci¨®n de la patria. El Hierro cubri¨® sus necesidades gracias a la Venezuela del medio siglo, y aun hoy se ve en las puertas de la isla invocaciones de gratitud hacia aquella Venezuela ub¨¦rrima que entonces dio cobijo a los isle?os necesitados. En 1970 vi un letrero en una casa que dec¨ªa, cerca de Valverde: "Gracias Venezuela". El historiador Antonio Tejera Gaspar asegura que vio igual inscripci¨®n en otras viviendas de la isla. Y en cualquier isla de las Canarias se puede leer, o escuchar, id¨¦ntica invocaci¨®n agradecida. Un hombre, Antonio, el ¨²nico taxista de las noches de la isla, me cont¨® que cuando ten¨ªa catorce a?os se meti¨® en un barco, amaneci¨® en La Guaira y a mediod¨ªa ya estaba trabajando en el mercado de Caracas, vendiendo naranjas.
Las sabinas
Aqu¨ª dentro, en lo m¨¢s interior de El Hierro, el hombre excav¨® aquel t¨²nel para encontrarse con la geograf¨ªa del parador, que durante a?os fue como la ilusi¨®n ¨®ptica de una pensi¨®n en esta isla donde se encuentra el hotel m¨¢s chico del mundo, de tres o cuatro habitaciones, donde solo hab¨ªa, hasta hace nada, un solo ascensor, y donde hay un sem¨¢foro, que te salva la vida yendo precisamente al parador.
Junto a este hay una playa que se llama Las Playas, acaso por ese delirio del plural que anima la soledad de las islas chiquitas. De esos paisajes que fui viendo en mi nuevo recorrido por la isla, el que volvi¨® a golpearme la vista y el sentimiento, e incluso el o¨ªdo, fue el majestuoso y a la vez humilde bosque de las sabinas, junto a la ermita de la Virgen de las Nieves. Formaciones milenarias, y legendarias, que han ido tomando la forma que les da el viento, y que guardan en sus recovecos de troncos retorcidos el s¨ªmbolo mayor de la isla: la capacidad de resistencia de su naturaleza, inmune al tiempo, resistente el volc¨¢n, solitaria como un ¨¢rbol que no teme el peor de los embates: la soledad.
El volc¨¢n
En 1970 era a¨²n una isla llena de fronteras. Las han derribado. Como aquel que lleva al parador, han hecho tres o cuatro t¨²neles donde antes hubo monta?as impertinentes e impenetrables. Ahora, al final de ese t¨²nel grande la luz parece decir que El Hierro es infinito. La isla tiene 268,71 kil¨®metros cuadrados; es la m¨¢s chica de Canarias, y la m¨¢s joven desde el punto de vista geol¨®gico, era el ¨²ltimo sitio del mundo conocido para los europeos, desde all¨ª se iba al Nuevo Mundo, y desde all¨ª se fueron miles de isle?os a Caracas huyendo de un hambre que hubiera sido leyenda si no hubiera calado en los huesos. Ahora es otro tiempo. Un volc¨¢n la puso en las noticias. Y ahora volvi¨® a la soledad de su silencio, sobreviviendo siempre en medio de la leyenda de los lagartos de Salmor y bajo la sombra ligera de las sabinas, esas mujeres que no cesan de re¨ªr mientras el mar brama desde el fondo de la lava.
? Juan Cruz es autor del libro Viaje a las islas Canarias, de pr¨®xima aparici¨®n.
Gu¨ªa
C¨®mo llegar
? Por mar hay conexiones desde Tenerife y La Palma con Naviera Armas (www.navieraarmas.com) y desde Tenerife y La Gomera con Fred Olsen (www.fredolsen.es). Un billete de ida y vuelta desde Tenerife se puede encontrar por algo m¨¢s de 50 euros.
? En avi¨®n, desde Gran Canaria y Tenerife con Binter Canarias (www.bintercanarias.com; 902 391 392) o Islas (www.islasairways.com; 902 477 478). Con esta ¨²ltima, el trayecto desde Tenerife, por ejemplo, sale a partir de 27,98 euros.
Dormir
? Parador de El Hierro (www.parador.es; 922 55 80 36). Las Playas, s/n. En la costa este de El Hierro.La habitaci¨®n doble sale en junio por 75 euros.
Informaci¨®n
? Cabildo de El Hierro (www.elhierro.es).
? Turismo de El Hierro (922 55 03 02; www.elhierro.travel).
Cifras
? Superficie: 278 kil¨®metros cuadrados.
? Temperatura media: de 19? a 23? C.
? Capital: Valverde. ? Poblaci¨®n: unos 10.000 (0,5% de la poblaci¨®n canaria).
? Punto m¨¢s elevado: pico de Malpaso (1.501 metros de altitud).
? Acantilado m¨¢s alto: mil metros.
? N¨²mero de camas hoteleras: 1.500.
? Sem¨¢foros que regulan a diario el tr¨¢fico rodado: 1 (en el t¨²nel a Las Playas).
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