La cara B de Par¨ªs
Del Museo del Erotismo, en un antiguo burdel de Montmartre, a las tumbas de Stendhal y Jim Morrison. Una mirada viajera nada convencional a la capital francesa
M¨¢s que un lugar geogr¨¢fico, una ciudad de acero y hormig¨®n, de carne y hueso, Par¨ªs es una capital de la imaginaci¨®n, el lugar de paseo preferido del imaginario colectivo. Una ciudad convertida en un t¨®pico. Sus vistas de la Torre Eiffel, la catedral de Notre Dame, el Arco de Triunfo o el Museo de Louvre, repetidas cientos de millones de veces en camisetas, posters, postales, tazas de caf¨¦, pel¨ªculas, novelas o mecheros baratos, han tatuado la ciudad (de la luz y del amor) en el fondo de nuestro cerebro; tanto que, muchas veces, al visitarla, m¨¢s que sentir el extra?amiento propio de estar en un lugar ajeno (el famoso d¨¦paysement), se siente uno como en casa. O como en una novela cuyo final ya conoce. Pero hay otro Par¨ªs alejado de la imagen tur¨ªstica convencional, un Par¨ªs extra?o, er¨®tico, literario, macabro, rom¨¢ntico, bohemio y hasta bizarro. He aqu¨ª unas pistas para adentrarse en la cara B de la capital de Francia.
Derivas literarias por el Barrio Latino
En la librer¨ªa Shakespeare & Co (rue de la Bucherie, 37), a la sombra de la catedral Notre Dame y a la orilla del Sena, se vive en un tiempo detenido. Un lugar en penumbra, de madera a?eja rebosante de libros hasta el techo que forman un peque?o laberinto silencioso. Solo se oye a veces el piano que, en el piso de arriba, toca alg¨²n cliente. Si se suben las escaleras puede disfrutarse de la nutrida biblioteca cedida por la fundadora, Silvia Beach, quien, por cierto, public¨® la primera edici¨®n del Ulysses de James Joyce. Al salir de la librer¨ªa se encuentran los libreros de viejo que se apostan a la orilla del r¨ªo, algunos m¨¢s interesados ya en vender posters, reproducciones de la Torre Eiffel o DVD's. El paseo literario puede continuar por el interior del Barrio Latino (as¨ª llamado por el Lat¨ªn que se hablaba en la Universidad de la Sorbona y no por la inmigraci¨®n latinoamericana), donde encontramos la pensi¨®n donde se hospedaba George Orwell (rue du Pot de Fer, 6), el piso de James Joyce (rue Cardenal Lemoine, 71, en el pasaje), el apartamento de Ernest Hemingway (Cardinal Lemoine, 74) o el lugar donde muri¨® el muy bohemio y borrachuzo Paul Verlaine, amante y protector de Arhur Rimbaud (rue de Descartes, 39).
Museos bizarros
Los museos parisinos son punto de peregrinaci¨®n para turistas de todo el orbe terrestre: el museo de Orsay, el centro Georges Pompidou, o, sobre todo, el celeb¨¦rrimo Louvre. Pero hay otros museos en la ciudad, alejados del foco principal, que nos llevan a mundos bastante raros. El Museo del Erotismo (Boulevard de Clichy, 72) ocupa el espacio de un antiguo burdel en Montmartre que era frecuentado por poetas malditos aficionados a la absenta. En sus siete plantas se pueden encontrar muestras de erotismo y sexualidad en el arte universal y una amplia documentaci¨®n sobre los prost¨ªbulos parisinos del XIX.
Francia siempre ha sido un buen lugar para los magos y los prestidigitadores: en el Museo de la Magia y la Curiosidad(rue Saint Paul, 11) se recorre el mundo del ilusionismo desde el siglo XVIII hasta la actualidad. Tienen tambi¨¦n una colecci¨®n una escuela de magia y una colecci¨®n de cien aut¨®matas. Si prefieren aut¨®matas que no se muevan, est¨¢ el Museo de la Mu?eca (rue Beaubourg Impasse Berthaud, 28): en su colecci¨®n permanente hay mu?ecas francesas de 1860 a 1960 en decorados que representan su ¨¦poca de "nacimiento", formando una especie de Rep¨²blica Independiente de las Mu?ecas en pleno coraz¨®n del Par¨ªs.
Y si tiene usted est¨®mago y curiosidad, puede visitar el Museo Dupuytren (rue de l'?cole de M¨¦decine, 15) de deformidades anat¨®micas (se puede ver hasta un feto c¨ªclope) que pueden provocar alguna pesadilla monstruosa, o el Museo de Moldes Dermatol¨®gicos (Avenue Claude-Vellefaux, 1), hasta hace poco reservado a m¨¦dicos, en el que se pueden "disfrutar" m¨¢s de 5.000 moldes de enfermedades cut¨¢neas: lepra, s¨ªfilis, gangrena, herpes, p¨²stulas... una delicia.
Turistas bohemios
El barrio de Montmartre es famoso por haber albergado la rom¨¢ntica existencia del artisteo parisino de hace un siglo y pico. Como un pueblecito aupado a una colina desde la que hay vistas panor¨¢micas de la ciudad (se puede subir en funicular), en sus callejuelas pasaron el rato la bohemia decimon¨®nica y los pintores impresionistas. Picasso, Modigliani, Pisarro o Satie vivieron aqu¨ª. Y m¨¢s recientemente, la inocente Am¨¨lie Poulin, seg¨²n la pel¨ªcula de Jean-Pierre Jeunet. Pero, como dice Charles Aznavour en su canci¨®n La Boheme: "Con su nueva decoraci¨®n/Montmartre parece triste/Y las lilas est¨¢n muertas". Esa nueva decoraci¨®n podr¨ªan ser los turistas, que pululan por doquier, como hordas salvajes, por la Bas¨ªlica del Sacre Coeur (Rue du Chevalier de la Barre, 35) y la plaza de Tertre, en la que pintores y caricaturistas (nada que ver con los artistas de anta?o) acosan a los visitantes para conseguir un dinerillo a cambio de un retrato.
Haciendo un esfuerzo de abstracci¨®n, a¨²n puede imaginarse c¨®mo era la vida en tiempos menos prosaicos. A ello ayuda el Museo de Montmartre (rue Cortot, 13-14) que hace un repaso (con amplia documentaci¨®n pict¨®rica y fotogr¨¢fica) por la historia de la colina (los cabarets, la bohemia, La Comuna, etc...) y que se ubica en el edificio m¨¢s antiguo del barrio donde vivieron, en su tiempo, pintores como Renoir y Utrillo. En la Avenue Junot 15, est¨¢ la Maison Tzara, que el arquitecto Adolf Loos construy¨® en 1926 para el poeta dada¨ªsta Trist¨¢n Tzara.
En Montmartre, adem¨¢s, seg¨²n cuenta la leyenda, fue decapitado el patr¨®n de la ciudad, Saint Denis, evangelizador de las Galias, que posteriormente agarr¨® su propia cabeza y se fue caminando hasta el lugar donde se encuentra su sepulcro, a ocho kil¨®metros de distancia.
Misterios de Nuestra Se?ora
El Pont des Arts era uno de los lugares donde se encontraban azarosamente Horacio Oliveira y La Maga, en la novela Rayuela de Julio Cort¨¢zar, porque concertar citas convencionales, dec¨ªan, no era para ellos sino para aquella gente cuadriculada que utilizaba papel rayado para escribir y apretaba el tubo de pasta de dientes siempre desde la parte de abajo, como Dios manda. Hoy el puente, como otros de Par¨ªs, y otros lugares de todo el mundo, est¨¢ lleno de candados que los enamorados colocan en la barandilla en muestra de eterno amor, siguiendo los best sellers rom¨¢nticos de otro escritor, Federico Moccia (salvando, claro est¨¢, la astron¨®mica distancia con el cronopio argentino).
Si se camina por la ribera del Sena, se llega en unos minutos a la Catedral de Notre Dame, a bordo de ese barco de tierra que surca el r¨ªo desde siempre, la isla de la Cit¨¦. Dec¨ªa el misterioso alquimista Fulcanelli, en su obra esot¨¦rica El Misterio de las Catedrales, que la fachada de Notre Dame est¨¢ llena de s¨ªmbolos alqu¨ªmicos que indican c¨®mo conseguir la Gran Obra: la Piedra Filosofal. Lo cierto es que la catedral, tanto por dentro como por fuera, provoca una extra?a sensaci¨®n de misterio, a la que ayudan, sin duda, las g¨¢rgolas y quimeras que se asoman de sus torres y sus fachadas, monstruos mitol¨®gicos que serv¨ªan para proteger el templo de esp¨ªritus malignos y, de paso, asustar a los ciudadanos piadosos, a los que todav¨ªa observan amenazantes con sus malvadas sonrisas de piedra. Por ah¨ª, entre ellas, haciendo sonar las campanas, puede que tambi¨¦n ande todav¨ªa Quasimodo, el jorobado de la obra de V¨ªctor Hugo. Una vez al mes, se exhibe en Notre Dame la corona de espinas de Cristo, considerada la segunda reliquia m¨¢s importante de la cristiandad, despu¨¦s del sudario de Tur¨ªn. Tambi¨¦n se guardan aqu¨ª uno de los famosos clavos de Cristo y un fragmento de la Santa Cruz. Y, en el otro extremo del Bien y del Mal, se dice que el portal de Sainte-Anne tiene unos cerrojos tan perfectos que fueron inspirados por el mism¨ªsimo Diablo.
La muerte les sienta tan bien
Par¨ªs es una ciudad con una larga y densa historia a sus espaldas, una ciudad que ha sido habitada por una cantidad ingente de personas c¨¦lebres que ahora duermen la siesta eterna bajo su territorio. En Par¨ªs hay varios cementerios, pero para visitar tumbas ilustres se recomiendan sobre todo dos: el Cementerio de Montmatre (Avenue Rachel, 20) y el Cementerio de P¨¨re Lachaise (rue de Repos, 16). En el primero, de aspecto rom¨¢ntico y destartalado en el que el gris de los sepulcros se mezcla con el verde oscuro de la vegetaci¨®n silvestre, descansan los restos del m¨²sico H¨¦ctor Berlioz, el pintor Edgar Degas, el novelista Stendhal, el director de cine de la Nouvelle Vague Fran?ois Truffaut o el creador del saxof¨®n, Adolphe Sax.
El cementerio de P¨¨re Lachaise, el m¨¢s grande dentro de Par¨ªs, no est¨¢ tampoco falto de personajes pret¨¦ritos: aqu¨ª descansan el soci¨®logo Pierre Bordieu, el fil¨®sofo medieval (y castrado) Pedro Abelardo y su amada Elo¨ªsa, el compositor Fr¨¦d¨¦ric Chopin, los escritores Honor¨¦ de Balzac, Guillaume Apollinaire, Moli¨¨re, Colette, Oscar Wilde o Marcel Proust, la diva de la ¨®pera Mar¨ªa Callas, la cantante Edith Piaf o los pintores Eug¨¨ne Delacroix y Camille Pisarro. Tal vez, sin embargo, el m¨¢s visitado sea el m¨¢rtir del rock Jim Morrison.
Si le impresionan estos nombres, la lista es a¨²n m¨¢s larga. Y es que el subsuelo de Par¨ªs est¨¢ lleno de talento. En el Pante¨®n (Boulevard du Palais, 4), adem¨¢s, se encuentran los cad¨¢veres m¨¢s ilustres: Voltaire, Rousseau, Marie Curie, Louis Braille, ?mile Zola, Jean Monnet... Y en el Palacio de los Inv¨¢lidos (Esplanade des Invalides) se guarda la megal¨®mana tumba de Napole¨®n: el cuerpo del emperador se encuentra en el centro de seis f¨¦retros colocados uno dentro de otro a modo de mu?ecas rusas, de los cuales el m¨¢s exterior es de cuarcita marr¨®n rojizo.
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